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Diario YA


 

Ahora se dice que España no tiene credibilidad en el extranjero

¿De qué sirve no pagar el médico, si se incrementa el pago por las medicinas?

Pedro Sáez Martínez de Ubago. El Partido Popular, que llegó al poder prometiendo no subir los impuestos, no negociar con ETA, no facilitar el despido, reformar sustancialmente la ley del aborto, mantener los salarios y pensiones… sigue por la misma senda con su promesa de que los recortes no afectarían ni a la sanidad ni a la educación.

Así lo prueba la nueva propuesta del Ministerio de Sanidad y el real decreto del Consejo de ministros en virtud del cual los pensionistas, que hasta ahora obtenían sus medicamentos gratis, van a tener que pagar el 10% de los mismos, con algunas matizaciones y los ciudadanos que actualmente pagan el 40% de los medicamentos recetados pararán a pagar el 50%, si sus ingresos son inferiores a los 100.000 €, cuando en España el salario medio se establece en torno a los 21.500 €.

Con ello, quizá con una interpretación literal, sesgada, mezquina y farisaica, podría decirse que, al no tener que pagar por visita médica, no hay copago sanitario. Sin embargo la pregunta que sigue es evidente ¿De qué sirve no pagar el médico, si se incrementa el pago por las medicinas?

No dejan de ser unos 3700 los millones que el gobierno va a sacar de las rentas más débiles, pensionistas, autónomos, funcionarios y asalariados, muchos de los cuales ya han visto subidos sus impuestos al tiempo que recortados o congelados sus ingresos, mientras el IPC sigue subiendo. Es decir, con estas medidas del gobierno, que incumplen su programa electoral, la gran mayoría de los españoles perdemos poder adquisitivo y nos empobrecemos cada vez más.

Desacertada medida, cuando se está pregonando a los cuatro puntos cardinales que la forma de crear riqueza es fomentar el consumo. Y medida también desacertada, porque no resultará muy aventurado ni injurioso presumir que aquellos ciudadanos que cobran más de 100.000 €, no serán los que más recurran a los centros y colas de espera de la sanidad pública. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en los miembros de la Familia Real, que pudiendo acudir a la sanidad pública y, en algunos casos, a los hospitales militares, acuden ordinariamente a los más variados centros privados. Y, en lo tocante a la congelación de pensiones, tampoco creo ofender a nadie al pensar que quienes ingresan más de 100.000 € ya tendrán sus planes y seguros privados.

Y algo similar ocurre con la enseñanza. Se quiere incrementar las tasas universitarias en un 50%; y a otros niveles aumentar la relación de alumnos por profesor y las horas lectivas de éstos. Así, se va a subir temporalmente un 20 por ciento el máximo de alumnos por clase de la educación obligatoria y fijar la carga lectiva del profesorado en un mínimo semanal de 25 horas en infantil y primaria y 20 en el resto de enseñanzas no universitarias.

Y uno vuelve a preguntarse una vez más si el mal de tanto despilfarro está en el número de alumnos y en la ratio profesor/alumno o en que el sistema autonómico haga ga de la capa un sayo en que comunidades como Navarra (640.000 habitantes), La Rioja (323.000 habitantes) o Cantabria (593.000 habitantes) tengan respectivamente 3, 2 y 4 universidades, con todos los gastos que ello implica en personal e instalaciones...
Es posible que con estas medidas, los ministerios encabezados por José Ignacio Wert y Ana Mato ahorren 10.000 millones de euros ¿Pero es esto fiel a lo prometido en noviembre por el Partido Popular con el presidente Rajoy a la cabeza?

Ya hemos oído hablar hasta la saciedad de la herencia envenenada ¿Pero en la cabeza de que víctima cabe condecorar, como el presente gobierno hizo, al envenenador?

Ahora se dice que España no tiene credibilidad en el extranjero, quizá una causa verosímil sea que los políticos que nos gobiernan, lo hacen, pero, como lo demuestra una abstención cada vez mayor, sin tener la confianza de los propios españoles, quienes desde aquellos históricos puedo prometer y prometo ya parece que, entre la herencia árabe y senequista, en lo que hace a nuestros gobernantes hemos asimilado como una fatal resignación aquellas terribles palabras de William Hazlitt: “Algunas personas hacen promesas por el solo placer de quebrantarlas”.
 

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