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Diario YA


 

El sacrílego asesinato fue cometido en presencia de la madre y otros familiares del sacerdote

¿Quién es Marcos Ana?

Sebastián Fernando Macarro del Castillo, a quien la propaganda comunista ha pretendido convertir en poeta con el ambiguo nombre de «Marcos Ana», no es otra cosa que un vulgar asesino. Sus crímenes aún se recuerdan con honor —por el sadismo con que fueron cometidos— en Alcalá de Henares, principal escenario de sus fechorías.

La frialdad con que asesinaba el entonces imberbe militante del partido comunista produce aún en las personas que le conocieron un sentimiento de, viva repugnancia, que contrasta con el «rédito con que parece contar en determinados sectores del extranjero el individuo en cuestión «Marcos Ana» asesinó por su propia mano, de un disparo en la nuca, al sacerdote don Marcial Plaza Delgado, en la tarde del 23 de julio de 1936.

El sacrílego asesinato fue cometido en presencia de la madre y otros familiares del sacerdote. Pocos instantes después, mientras la víctima era atendida, aunque infructuosamente, por su madre y por uno de sus primos, “Marcos Ana» asesinaba, —también con el frío estilo soviético del tiro en la nuca— a don José Plaza Torres, padre del sacerdote a quien había asesinado minutos antes. Dos días antes, es decir el 21 de julio de 1936, el ahora agasajado “poeta” había asesinado a don Augusto Rosado Fernández, a quien había sacado de su domicilio con el pretexto de que debía prestar una declaración sin importancia. El crimen fue cometido también personalmente por «Marcos Ana» en el lugar conocido por «la tierra de los ahorcados», exactamente donde ahora se alza la fábrica «Roca» de Alcalá de Henares. También se le considera responsable de las muertes de don Francisco Mirón y de don Faustino Plaza.

Según el testimonio de las personas que tuvieron que soportar su criminal actividad en Alcalá de Henares, persona que detenía el ahora llamado «Marcos Ana» era asesinada en el acto, o poco después aparecía su cadáver ensangrentado en el cementerio de la localidad o en sus inmediaciones.

Con independencia de estos crímenes, «Marcos Ana» saqueó a mansalva edificios religiosos y domicilios particulares, lucrándose personalmente de los botines que obtenía.

Todos estos crímenes hubieran merecido en cualquier país la más rigurosa aplicación de la justicia. Pero «Marcos Ana» pudo beneficiarse de la suavidad del sistema que ahora ataca y fue puesto en libertad en 1961. Arropado por la fabulosa capacidad publicitaria del comunismo internacional, el criminal de Alcalá de Henares pretende ahora presentarse ante la opinión pública internacional como un manso poeta, que ha sufrido los rigores de las cárceles españolas.

EFE

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Después de ese repaso a las actuaciones del joven Macarro, recordamos lo que escribía Galdós en “El Gran Oriente”: Viendo a los hombres en ciertas ocasiones de delirio, no se puede menos de considerar a la hiena como un animal caritativo.  Pues esta joya es propuesta para el “Premio Príncipe de Asturias”.

En el relato que hace EFE sobre Marcos Ana no dice que se libró de la pena de muerte debido a la circunstancia de que, cuando cometió estos crímenes, era menor de edad y sólo tenía 19 años. Sorprende un poco que en la torcidas biografías de este criminal se dice que fue al frente, pero se le retiró porque era menor de edad. Tanto en la zona roja como en la nacional, muchachos de 19 años, y aun con menos edad, combatían en el frente y, si mataban, también podían morir, no como el miserable Marcos Ana al que nos imaginamos en retaguardia, como un Alberti cualquiera, luciendo valerosamente su pistolón ante sus desarmadas víctimas.

No es el “Premio Príncipe de Asturias” un modelo de independencia y equidad, pero si cometiera esta felonía, la institución debería ir pensando en tomar pasaje para Marsella.

 

Jesús Flores Thies

Coronel de Artillería-retirado