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Diario YA


 

¿Quién se mete donde no debe?

Joaquín Jaubert. 2 de enero.

El tiempo litúrgico de Navidad, nos hace gozar de muchas celebraciones todas ellas centradas  en el gran misterio del nacimiento de nuestro Salvador. Más de una vez hemos comentado el vaciamiento, medido y querido por parte de los poderosos del siglo, de todo sentido sagrado de estas fiestas. Fechas en las que los católicos vamos contemplando, junto a la presencia del Niño Dios en la Natividad del Señor, a los Santos Inocentes, a la Sagrada Familia, a Santa María Madre de Dios, la Epifanía del Señor con la adoración de los Magos, el Santísimo Nombre de Jesús, el Bautismo del Señor… Algunas de ellas con gran repercusión social. Quería fijarme en los ecos que, en algunos medios, al igual que sucedió el año pasado, ha suscitado la iniciativa  de celebrar, concentrando a un millón de fieles, la Santa Misa de la fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José, en la Plaza de Colón de Madrid.

Una vez más se ha manejado la inexacta pregunta sobre si la Iglesia debe de “meterse” en política. Hay una gran sensibilidad, entre nuestra gente, con referencia a dicha posibilidad. Tal vez porque no se entiende que una institución sacra descienda a la bajeza con la que el pueblo español define el modo de actuar de los profesionales de la política actual. Estas reacciones populares de carácter negativo hacia la Iglesia, cuando se supone que invade un campo que no es el suyo, ha sido y está siendo aprovechada por los poderes políticos y mediáticos para extenderlas a otros temas que, al tiempo que en algún aspecto debe ser preocupación de la administración pública, son objeto de la atención del Magisterio de la Iglesia y de su actividad como también lo han sido en las Sagradas Escrituras y en la predicación de Jesucristo.

Que, en los primeros años de este milenio, se llegue, con total ignorancia, a afirmar que la Iglesia se “mete” en política por defender la vida frente: al aborto, a la manipulación y destrucción de embriones, a la eutanasia y a los demás desmanes que, en el desequilibrio moral de una sociedad hedonista, paulatinamente se van aceptando. Que, igualmente, se afirme que la Iglesia se “mete” en política por hacer pública profesión de una verdad natural cual es que el matrimonio entre hombre y mujer es el único posible o que lo está haciendo cuando plantea la indisolubilidad del verdadero matrimonio. Que, en parecida tónica, se diga que la Iglesia se “mete” en política al defender la libertad de Ella misma para predicar en España y en China o la correspondiente de los padres para educar a sus hijos. Que se manifieste contrariedad porque jerarcas de la Iglesia llamen la atención sobre el grave problema moral en el que caen los cristianos que apoyan a partidos políticos que aprueban todos los desatinos recordados en este párrafo… no deja de ser todo ello una utilización de las malas artes, típicas de la astucia del maligno.

La pregunta está mal planteada y hay que devolverla a los que tanto la utilizan para desautorizar, constantemente, sin razonamiento alguno a los razonados documentos del Magisterio Eclesial. La verdadera cuestión habría que formularla preguntándonos si los poderosos del Occidente están capacitados para destruir, con sus leyes y campañas manipuladoras, vidas, educación de niños por los padres, matrimonios y familias, y, en definitiva, el orden natural de la creación. Habría que preguntarse si ellos, creyéndose dioses, son alguien para cambiar la propia naturaleza de las cosas. En conclusión, la pregunta ¿quién se mete donde no debe? creo que tiene una clara respuesta. 

 

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