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Diario YA


 

¿Sabe Europa hacia dónde nos lleva?

Miguel Massanet Bosch.   Mucho nos tememos que esta Europa en la que estamos integrados, esta sociedad común a la que se ha dado una moneda única, el euro, y que parece que no acaba de cuajar en cuanto a su unidad política y económica, está pasando por un periodo de indecisión que, como diría el escritor y diplomático español (1584–16489,  Diego de Saavedra Fajardo: “Los ingenios muy entregados a la especulación son tardos en obrar y tímidos en resolver; porque a todo hallan razones diferentes que los ciegan y confunden” o, como diríamos en un lenguaje cotidiano: “No se aclaran respecto a las decisiones que deben adoptar y, cuando consiguen adoptarlas, no tardan en encontrar el medio de desdecirse de ellas, sumiendo a los países europeos, que confían en ellos, en el desconcierto, ante medidas improvisadas y contradictorias que, no alcanzan a solucionar los graves problemas que afectan a un grupo de naciones de la CE.

El paradigma de todo ello lo tenemos en el reciente acuerdo que se tomó en la Cumbre Europea de Bruselas en virtud del cual se acordaba la recapitalización directa de la banca insolvente y la posibilidad de la compra directa de deuda pública de países, a través de los fondos de rescate, sin que fuera necesario que se solicite formalmente el rescate total del país. A partir de aquel día parece que, los mismos que tomaron la decisión de poner en práctica las ayudas directas a la banca española en problemas, hasta un montante de 100.000 millones de euros ( al parecer lo preciso no sobrepasaría los 62.000 millones de euros) y que el BCE anunciase algún tipo de mecanismo para reducir la tensión sobre la deuda de los países de la Eurozona que estuvieran en apuros; no han parado de poner en cuestión la viabilidad de lo convenido y no sólo han sido Finlandia y Holanda los que se han quejado de las facilidades que se le daban a España, sino que la misma Merkel que aceptó a regañadientes las medidas de la cumbre de Bruselas, al llegar a su casa se ha visto obligada a dar mil explicaciones ante la amenaza 
del SPD de votar en contra de las ayuda a España en el Bundestag. 
 
La impresión que tenemos los ciudadanos de a pie españoles es que, hasta que nuestro gobierno de una nueva vuelta de rosca a nuestros bolsillos, los europeos de los países europeos más ricos no van a cejar en ponernos dificultades y de aprovecharse de nuestra difícil situación para hacernos pagar lo que no han podido conseguir con Grecia, que sigue tomándoles el pelo, ni con ninguna de las otras PIIGS, a las que han tenido que rescatar. No sabemos a qué se debe que, de pronto, sean tan tacaños con el famoso Fondo de Rescate, si tienen la oportunidad de mejorar nuestra situación con apenas 62.000 millones de euros; cuando todos saben que, si se equivocan en calcular la tensión antes de actuar, es posible que España se viera obligada a pedir ser rescatada, en cuyo caso es casi seguro que no bastaría todo el capital de que está dotado dicho Fondo para conseguir sacarnos a flote. Tampoco nos es fácil entender que este euro, sobre el que algunos economistas se muestran tan pesimista respecto a su supervivencia, pudiera subsistir en el caso de que, primero España y después Italia  cayeran en default soberana.
 
No conseguimos hacernos a la idea de que España, que hasta ahora ha ido cumpliendo sus compromisos, que desde la llegada del nuevo Gobierno viene apretándose el cinturón, así como lo hacemos todos los ciudadanos; en lugar de recibir el apoyo incondicional de Bruselas y el BCE, para facilitarle una salida a sus problemas de liquidez; parezca que se ha convertido en el enemigo a batir, debido a que cuanto más nos esforzamos en cumplir con lo que se nos aconseja parece que vayan surgiendo nuevos temas con los que estrujarnos, hasta que llegue un momento en que la población se revuelva contra ellos y entonces, solo entonces, es posible que sepan, en Europa, lo que puede llegar a ser una España en llamas, con un problema social difícil de solucionar y con una animadversión hacia todo lo que suene a mercado común o unión política que acabe para siempre con el sueño europeo y la supervivencia de esta moneda, tan puesta en cuestión, como es el euro.
 
No sé si el señor Draghi habla en nombre propio, como presidente del BCE o si lo hace inducido por otros países que le obligan a ello, sin embargo, lo que podemos decir los españoles es que, en las oportunidades en que se ha decidido a hacer declaraciones, parece que no ha perdido oportunidad para decir cosas que ponen en cuestión a España, como si sintiera un especial interés en perjudicarnos. Su oportunidad de quedarse callado, parece que no la sabe aprovechar y, basta que se nos de un respiro para, con su cara y aspecto de funerario, salga a la palestra para amargarnos la existencia, Porque es curioso, señores, que esta Europa que presume de tanta unidad y de que somos capaces de valernos solitos para solucionar nuestros problemas; en cuanto las cosas se ponen un poco complicadas parece que, cada nación, se refugia en sí misma y lo único que les preocupa es mantenerse a salvo, aunque el resto se desmorone.
 
Alemania, que también pasó diez años sin cumplir con los límites del déficit fijados por Bruselas, no puede ahora encerrarse en su Bundestag y pretender inhibirse cuando, ella y Francia, han sido las dos naciones que más han insistido en llevar adelante el proyecto europeo. Con el triunfo del señor Hollande en Francia, parece que, por fin, han caído en la cuenta de que no basta con recortes y medidas de austeridad para salir de la crisis y que, sin una recuperación de la economía y los créditos, es imposible que las naciones que tiene problemas de financiación, puedan levantar cabeza y ponerse a la altura de las demás. Creo que nuestro Gobierno y, posiblemente el Italiano, harían bien en enseñarles los colmillos a estas grandes potencia europeas y se les hiciera ver que el gran proyecto de unión bancaria bajo la supervisión de un organismo ad hoc, es el camino a seguir si se quiere restablecer la confianza en las entidades financieras y que, sin una unión fiscal de toda Europa, va a ser imposible que la unión europea se consolide y la moneda única consiga superar la desconfianza que hoy inspira a los mercados mundiales.
 
Ahora veremos si, con las nuevas medidas que el PP anuncia para la semana próxima, unas medidas que ya se advierte que van a ser duras y que significarán un nuevo recorte para las economías familiares; estos cancerberos de Bruselas se van a conformar para levantar la veda al BCE para que pueda comprar deuda española o si, de nuevo, se nos va a decir que todavía no es suficiente y que tenemos que ajustarnos más el cinturón; algo que a mi se me viene antojando harto peligroso, si es que tenemos en cuenta que, en España, hay muchas personas que ha agotado el desempleo y viven a costa de sus familias. Una cosa es pedir seriedad, compromiso, esfuerzo y trabajo y otra es pedirle al que tiene la cuerda alrededor del cuello que deje de respirar para no gastar oxígeno.
 
En España ya tenemos problemas que empiezan a convertirse en focos de descontento y brasas de revolución, como es el caso de los mineros de Asturias y, es muy posible que, las nuevas medidas de ajuste, creen nuevos brotes de enfado que pueden afectar a funcionarios u otros colectivos que, aunque es cierto que hace falta reducir la plantilla de empleados públicos, no deja de ser un problema traumático que debe vigilar con cuidado el Gobierno para que no se convierta en yesca fácil de inflamar. O esta es, señores, la apreciación que hacemos de la actual situación del país.