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Diario YA


 

Los tópicos feministas, en cuestión

¿Se ha preguntado por qué ese ensañamiento de las feministas con el sexo contrario?

Miguel Massanet Bosch. ¿Se han preguntado ustedes alguna vez el motivo para este ensañamiento de las feministas con el sexo contrario cuando, a nivel de Europa, todas las leyes promulgadas en los últimos años han buscado la equiparación de derechos entre ambos sexos y la igualdad de oportunidades? Contrasta esta posición maximalista de las mujeres y este empeño en no dar tregua en sus reivindicaciones para imponer sus criterios; con la evidente postura de, la  mayoría de hombres, que ya consideran como algo normal el tener compañeras que ocupan los puestos de trabajo que antes eran del dominio exclusivo de los varones. Resulta impresionante observar la cantidad de hombres que se han pasado a las filas del feminismo más reivindicativo y que se han dejado convencer de que se continúan cometiendo injusticias contra las mujeres. Muchos piensan que es necesario ayudarlas en su cruzada en contra de los hombres, a los que parece que quieren calificar de menos inteligentes, más triviales y con menos aptitudes para dirigir que ellas mismas. Los números cantan y, entre ellos, nos podemos referir a lo que está sucediendo en las universidades españolas, donde parece evidente que las mujeres se han constituido en las claras vencedoras en esta pugna con los hombres para acceder a las carreras universitarias, un hecho probado estadísticamente, ya que ellas constituyen el 60% del alumnado universitario.

Entonces, ¿a qué se debe esta obsesión para continuar reclamando iguales posibilidades que los hombres e iguales retribuciones que ellos? En el reciente “Día Europeo por la Igualdad Salarial” donde, sin aportar datos concretos, se volvieron a poner sobre el tapete las protestas contra la “intolerable discriminación del sexo femenino”. Nuestra ministra de Igualdad, en su línea de echar infundíos y pretender apoyarlos en cifras concretas, no tuvo inconveniente en defender la discriminación de la mujer afirmando, sin el menor rubor, que “la mujer necesita trabajar un mes y 22 días más que sus compañeros masculinos para lograr los mismos ingresos”. Por supuesto que, a la señora ministra, no se le ocurrió pensar que, al generalizar, su afirmación se desmoronaba como un castillo de naipes. En España y en Europa trabajan millones de damas junto a millones de hombres, en distintos trabajos; con distinta preparación; en disparejas categorías laborales; con aptitudes personales variables; con inteligencias selectivas en unos y otras, según las especialidades y un sin fin de variables que hacen imposible una simplificación, como la que ha hecho la señora ministra, del problema laboral de las mujeres respecto a sus presuntos “rivales”, los hombres.

Al parecer y, pese al empeño feminista de negarlo, cada día hay más mujeres ocupando cargos de responsabilidad y ejerciendo profesiones liberales, como es fácil de constatar repasando las listas de los distintos colegios profesionales. Tanto en las carreras de letras como en las de ciencias, las mujeres se han destacado por su número, cada vez en aumento, y, en muchas ocasiones, por sus conocimientos demostrados, especialmente, en el mundo de la investigación, de la creación literaria, de las empresas y del arte. Sobran pues exageraciones feministas que, en algunos casos, nos hacen pensar que lo que se intenta es conseguir adelantarse a los hombres, pero no por méritos propios,  sino por el simple hecho de haber estado discriminadas durante siglos, a modo de resarcimiento o venganza en contra de ellos, sin atender a las circunstancias históricas de cada momento y a la evolución de la humanidad. El cerrilismo de muchas de estas damas socialistas a las que, sin experiencia, sin preparación, sin sentido común y sólo avaladas por el adoctrinamiento recibido en el seno del partido; se les ha puesto, inmerecidamente, en cargos de responsabilidad en el Gobierno y en la Administración Pública; al parecer, les impele a pretender demostrar que ha llegado la hora de que la mujer sea elevada al “poder” fuere por el simple hecho de sus méritos constatados o, simplemente, por la simple circunstancia de ser mujer. Es como si se pretendiera mantener la tensión entre hombres y mujeres para así, haciéndose las víctimas de lo que ellas denominan “machismo”, tener a los hombres acongojados ante el temor de que cualquier frase, cualquier crítica o cualquier choque dialéctico con sus oponentes femeninos, se zanje con la palabra “machista”. Usted tiene un encontronazo con el coche de una mujer y quiere defender su inocencia en el siniestro, enseguida se enfrenta a que se le califique de “machista”; usted aspira a un puesto superior y tiene que disputarlo con una mujer, lo probable será que, si se lo dan, le pongan, sin comerlo ni beberlo, el San Benito de haber ascendido por el hecho de ser “hombre”. Una táctica que ya hace demasiados años que se utiliza por el colectivo feminista, con resultados verdaderamente espectaculares y, contra la cual, los hombres, quizá por un respeto atávico hacia el sexo que siempre ha ostentado el “mando” dentro de la familia, parecen incapaces de rebelarse.

Vean, no obstante, algo que quizá la señora Aído no se esperaba. Una consecuencia, sin duda, del hablar ex cátedra de un tema que no se domina como es debido, sobre el que se pretende pontificar. Porque señores, es evidente que, a igualdad de oportunidades, tanto en las empresas como en las profesiones liberales, si se debe escoger, se contrata a la persona que se estima mejor preparada para el cargo y la que mejor puede favorecer el desarrollo, las ventas, la organización o las relaciones laborales de la entidad que decide contratarla. Evidentemente, que otra cosa en la apreciación que cada mujer, como en el caso de los hombres, pueda hacer de su propia capacidad lo que, como es fácil de entender, siempre es una valoración subjetiva y relativa. Pero, he ahí algo que resulta verdaderamente curioso: existe en España una organización, la Federación Estatal Unión de Separados, que ofrece un premio de 4.000 euros a quien pueda probar que las mujeres ganan menos que los hombres (naturalmente en iguales circunstancias). El premio se otorgará a quien demuestre que “las mujeres ganan entre un 27 y un 40 por ciento menos que los hombres en España”. Lo que resulta más curioso es que, este premio, no es algo que se haya puesto en funcionamiento en los últimos tiempos, sino que lleva ya cuatro años que se viene ofreciendo sin que, hasta la fecha, haya habido nadie que haya conseguido hacerse con él

Sé que es una anécdota pero, sin duda, harto significativa y, sin ninguna duda, demostrativa de que es más fácil predicar que dar trigo y que, muchos colectivos de mujeres, de estos que han conseguido implantar una ley infame del aborto en España; bajo pretexto de defender sus derechos de mujer, se valen de los tópicos, de los lugares comunes basados en antiguas situaciones, de la leyenda de la mujer sojuzgada y el marido despótico que, si bien hubo casos en los que se dieron en tiempos pasados y, aún, hoy en día, no son ni lo comunes ni, en todos los casos, culpa de los varones. Es curioso que la ley que garantiza la inmunidad de las mujeres contra el maltrato de los hombres, no hable del maltrato entre mujeres (puede haber casos de estos entre lesbiana) o el maltrato llevado a cabo por la mujer sobre el hombre que se castiga con menos pena. ¿Una discriminación? Si, camuflada de un término que no existe en la Constitución, pero que se han inventado los socialistas para justificar lo que se ha dado en denominar como “discriminación positiva”. Hecha la ley hecha la trampa. Y… así estamos.