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Diario YA


 

parece que son ellas las que intentan llamar la atención masculina hacia si mismas

¿Tocamientos en los San Fermines?, pero ¿hay alguien que se extrañe?

Miguel Massanet Bosch. Es posible que esté equivocado y que las fotografías que veo publicadas en la prensa tengan para mí un significado distinto del que les pueda dar el resto de quienes las puedan contemplar pero, que quieren que les diga, si  estas mozas que, en los San Fermines, veo cabalgando a hombros de sendos mastuerzos, agitando con aire festivo sus blusas y mostrando la mayor parte de sus pechos, apenas cubiertos por minúsculos sujetadores, están siendo acosadas, tendré que reconocer que las apariencias son muy otras y más parece que son ellas las que intentan llamar la atención masculina hacia si mismas, que no que sean acosadas ni manoseadas por los jóvenes que las rodean. Tampoco entiendo que ,como se ve en una fotografía, una joven, aparentemente medio desnuda, estática sobre las espaldas de un  fornido mozo, a la cual una multitud de brazos parecen querer agarrar sin que a ella parezca molestarle en absoluto, en su papel de lady Godiva, ni manifieste ninguna preocupación por ello ni haga gesto alguno que demuestre su incomodidad, por ser objeto del deseo de los que la contemplan embobados.
Es más, he podido ver varios vídeos donde se comenta por una periodista estos pretendidos abusos que tanto han molestado a un sector del feminismo y que, el propio Gobierno, califica de comportamiento “deplorable” y “vejatorio”. Y, que quieren que les diga, la mayoría de muchachas a las que ha consultado parece que, si bien admiten, algunos tocamientos puntuales no parece que estén dispuestas a denunciarlos y más parece que no les disgustan tanto ya que se lo toman a risa y con un cierto aire permisivo dando a entender que la cosa no da para tanto. Vamos a ver lo que dice el diccionario de la lengua sobre el término vejar: “maltratar, molestar, perseguir a uno, pèrjudicarle o hacerle padecer”. Bien, señores, en ninguno de los casos que se nos han presentado como ejemplo en los medios de información, hemos podido constatar que las supuestas acosadas o vejadas den en ningún momento señales de verse perseguidas, molestadas, perjudicadas o padeciendo; antes bien, a uno le hace el efecto de que se lo están pasando en grande exhibiendo sus juveniles cuerpos.

Y es que señores, como parece que le ocurre a una señora que aparece al final de uno de los vídeos, una mujer más bien madurita, con cara de pocos amigos que, al parecer, todavía está convencida de que puede despertar pasiones que, muy en su papel, se muestra enfadada porque “Si no quiero es que no; y no tienes ningún derecho a tocarme, bi a meterte conmigo ni a obligarme…” Sin embargo tanto ruido cuando la propia Delegada del Gobierno admite que sólo ha habida una denuncia por estos supuestos tocamientos. Si ello es así debemos suponer que habrá muchos cientos o puede que miles de mozas que no les han hecho ascos a estos pequeños incidentes, al menos que no las han perturbado hasta el límite de decidirse a denunciar el acoso.

Lo que no puede ser, señores, es que este feminismo que, hoy en día, se ve con ánimo de denunciar a cualquier hombre que se atreva a mirar a una mujer, pretenda convertir a todos los muchachos jóvenes en eunucos que no sientan nada cuando una mujer se desnuda en público, los provoca o se exhibe con poca ropa precisamente con el objetivo de que se fijen en ella lo que, con toda seguridad, le proporcionará algún tipo de placer. No estamos de acuerdo en absoluto con el acoso y el vejamiento pero, en ambos casos, es evidente que debe producirse el rechazo de la víctima, la repulsa ostensible, la falta de provocación y, como sucede en loos casos que hemos visto, no presentarse con un atuendo om mejor dicho, sin atuendo decente alguno y además encaramadas para hacer aún más ostentosa la provocación.

Nadie debe llamarse a engaño ni nadie debe rasgarse las vestiduras de que sucedan, y cada vez con más frecuencia, este tipo de situaciones que no son más que la consecuencia de la erradicación de la moral, la permisividad de las leyes, la aplicación de la filosofía relativista que, juntamente con el adoctrinamiento recibido en las escuelas públicas por parte de maestros y educadores mayoritariamente de izquierdas y de sentimientos laicos; que han relegado la moral tradicional cristiana para dar paso a toda clase de experimentos sociales, familiares, educacionales y doctrinales que, aparte de conseguir que, una parte importante de nuestra juventud, abandone los estudios, fracase en ellos o escoja el camino de las drogas, la bebida, el sexo o la delincuencia; ha facilitado el derrumbe de las murallas morales que, en otros tiempos, contenían y rechazaban aquellos instintos naturales que, en caso contrario, afloran naturalmente y se muestran como un elemento más de estas libertades que tanto viene proclamando esta izquierda anárquica, para la que no existe freno para lo que pide la naturaleza humana sea para el bien o el mal del resto de la ciudadanía..