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Diario YA


 

ENTREVISTA CON EL AUTOR DE ‘LA VIRGEN QUE VENERÓ JUAN PABLO II’ Santiago Velo de Antelo

‘Supe desde el primer momento que se trataba de un milagro de la Virgen’

Juan Manuel Alesson. Con ‘la Virgen que veneró Juan Pablo II’, Santiago Velo de Antelo nos sitúa en un escenario que ha conmocionado a la opinión pública italiana durante los últimos quince años y cuya trascendencia queda al margen de cualquier duda. En 1995, en el jardín de la familia Gregori, una familia de clase media que vive en la localidad de Civitavecchia, una pequeña figura de la Virgen –adquirida en Medjugorje- empieza a llorar sangre. Lo hará en catorce ocasiones ante los más diversos testigos, medios de comunicación, policía, etc. Desde ese momento los acontecimientos se sucederán sin interrupción. Una imagen idéntica a la anterior, regalo de Juan Pablo II a la familia, colocada en el mismo lugar del jardín, empezará entonces a trasudar óleo -un óleo de un olor envolvente y muy agradable-, y lo seguirá haciendo hasta hoy. Las investigaciones de la policía y la magistratura italiana no dejarán resquicio a la duda. Ni siquiera desde el mundo ateo se plantean objeciones al caso. Nos encontramos ante dos milagros mantenidos en el tiempo, que han estado acompañados de toda una serie de apariciones y revelaciones que ponen en tela de juicio –por decirlo de un modo amable- la forma de vivir y la concepción de la existencia del hombre de hoy, tan falta de espiritualidad como deshumanizada. Testigo de excepción e investigador desde el inicio de los milagros de Civitavecchia, es el escritor Santiago Velo de Antelo. Su libro, bello y apasionante, ha supuesto un antes y un después en la vida de una mayoría de sus lectores. Nada más terminar la entrevista una llamada de Homolegens, la editorial, le comunica que la segunda edición del libro va a entrar en imprenta. ‘Ve, usted –bromea al despedirnos-, lo que le comentaba antes de los milagros’.
-Usted se encontraba en Roma en ese momento. Como se suele decir, en el lugar y el momento adecuados. ¿Qué es lo primero que pensó?
Lo primero que me vino a la cabeza fue esto: ya que estoy a una hora en coche de Civitavecchia, voy a ver con mis propios ojos qué es lo que está pasando. Ya sabe, no tener sólo la información que proviene de los rumores y de los medios, sino ver por ti mismo lo que está sucediendo. Obviamente, entre lo uno y lo otro media una distancia considerable.
-Usted es una persona creyente, y supongo que con cierta propensión a creer en manifestaciones de carácter divino. ¿Tuvo alguna duda al principio; no se preguntó si todo lo que veía y escuchaba era producto de un engaño premeditado?
Ni la más mínima duda. Supe desde el primer momento que se trataba de un milagro de la Virgen. Como creyente, lo creí. Y más aún cuando en ningún momento la Iglesia se pronunció en contra diciendo “esto es un engaño” o algo parecido. A mi modo de ver, los hechos eran lo suficientemente contundentes como para excluir per se cualquier hipótesis.
-¿Qué es lo que más sorpresa le causaba de esta historia de Civitavecchia?
Indudablemente, las lagrimas de sangre que lloraba la Virgen, que rompen con la tradición de las apariciones marianas. La claridad del mensaje con que la Virgen se estaba dirigiendo a todos nosotros, sus hijos. Si lo piensa detenidamente, es de suma gravedad la urgencia en sí misma del mensaje que nos ha transmitido. De qué modo nos exhorta a modificar o cambiar nuestra vida, y a ser conscientes de la importancia de vivir según unas normas cristianas y, por tanto, más humanas. Por otro lado, coincido plenamente con quienes piensan que el hombre de hoy ha perdido el rumbo.
-¿Cuándo y, sobre todo, por qué decide escribir este libro? Sabiendo que es una persona sumamente ocupada me asalta la curiosidad de si le ha resultado difícil y arduo el trabajo.
Al hacerse público el año pasado que Juan Pablo II había venerado esta imagen de la Virgen, es cuando decido empezar a investigar más a fondo. Hasta entonces el caso de Civitavecchia era uno más entre los posibles mensajes marianos que la Iglesia estaba investigando. Pero cuando accedo al documento firmado por el Papa, dando su visé a lo que está sucediendo allí, es cuando me doy cuenta de la dimensión y la trascendencia de los hechos; no ya a nivel personal –lo que hasta ese momento venía significando para mí- sino global. Insisto en que estamos ante un asunto muy serio. La Virgen llora en Civitavecchia lágrimas de sangre –sangre humana- para llamar la atención de los hombres. Para advertirles. La finalidad es conseguir que el ser humano recapacite. Y junto con las lágrimas y las sudoraciones ha querido dejarnos una serie de mensajes de una nitidez absoluta. No deja opción a diferentes interpretaciones.
Acerca de si me ha resultado difícil escribir este libro le diré que no, que ha habido desde el principio algo milagroso en todo. En realidad se ha escrito un poco él a sí mismo. Ha hecho que me sintiera (comenta, sonriendo) como una especie de ‘intermediario con ordenador’, entre los hechos y el mismo libro. Un poco como cuando la Virgen le pide a la niña a la que se está apareciendo que le diga a monseñor Girolamo Grillo –conocido en media Italia por su escepticismo radical- que tiene que poner por escrito las ‘cosas’ que Ella le cuenta para que no se le olviden.
-¿En algún momento imaginó que ‘La Virgen que veneró Juan Pablo II’ tendría la respuesta que tiene entre los lectores? ¿Recuerda algunos comentarios que le han hecho?
Nunca lo sabes. Diría que suele depender más de la distribución y de cómo lo traten los medios que de la calidad del libro. Pero como le comentaba antes, en nuestro caso se está produciendo algo casi ‘milagroso’. Ya desde el primer día el libro entró en la lista de los 100 más vendidos, cuando aún estaba prácticamente sin distribuir. En cuanto a su pregunta acerca de los comentarios de los lectores, le puedo decir que dan para escribir un segundo volumen. Hay documentos humanos, confesiones, que me han conmovido. Cada día recibo testimonios y referencias. Hay personas a las que, sencillamente, les ha cambiado su vida.
-Disculpe una curiosidad. ¿Cómo le ha afectado a usted el hecho de llevar más de quince años sumergido en esta atmósfera? ¿En qué medida le ha podido cambiar también su vida, o si lo prefiere, su concepción de la vida?
Es cierto que desde que salió el libro a la calle vivo en una especie de burbuja... Le doy menos importancia al estado de mi economía y a tonterías por las que antes te podías llegar a enfadar. Realmente, es así. Se diría que he ido poniendo los pies en la tierra a medida que iba profundizando en este milagro de la Virgen. Creo que ahora soy más lúcido, más consciente de lo habría sido si no hubiera mediado la historia. Y más feliz, por supuesto.

-Perdone que insista, pero ¿no supone una responsabilidad extraordinaria el saberse elegido para transmitir un mensaje tan serio como éste de la Virgen?
Soy consciente de la gravedad del mensaje y de la responsabilidad de hacer que llegue con transparencia al mayor número posible de personas. Tampoco creo haber sido elegido aunque, por qué yo y no otra persona, lo ignoro. Créame que no me sobra mucho tiempo para pensarlo. Pero me gusta saber que no estoy solo, y que hay más personas, sobre todo en Italia, que también han escrito libros, concedido entrevistas, etc., y que trabajan para difundir el mensaje de ‘la Madonnina’, como la conocen ellos. En otro sentido piense, por ejemplo, en el número de sacerdotes que a diario atienden a los peregrinos que llegan a Civitavecchia desde cualquier rincón del mundo. Muchos son enfermos y vienen buscando un milagro, muchos otros se convierten –de los que por cierto, se producen continuamente-. Es una labor muy reconfortante para el sacerdote, pero resulta agotadora para la persona.
-Para terminar, ¿qué idea le gustaría transmitir, o qué le pediría a sus lectores?
Sólo una cosa, que lo lean. Nada más. Si les hace algún bien -y como le digo, me llegan casi a diario testimonios en este sentido-, es todo lo que les puedo pedir. Me gustaría añadir que el importe de los derechos de autor que genere el libro va a ser entregado a la orden de las Misioneras de la Caridad.