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Diario YA


 

LAS TORMENTARIAS

A nuestras anchas con el Papa

Manuel Fernández Espinosa. “De ninguna cosa huye más el demonio, para no tornar, que del agua bendita” –sentencia Santa Teresa de Jesús. Y, siendo el Papa cabalmente llamado Su Santidad como Santo Padre, no es de maravillarse que del Papa huyera Zapatero, dándose a la espantada y haciendo mutis por el foro: a estas horas todavía no se sabe si se fue por ensalmo… O por exorcismo. El caso es que, como toda España y parte del extranjero bien sabe, fue asomar Benedicto XVI por la Península Ibérica y Zapatero se fugó a Afganistán (donde todo el mundo sabe que no hay guerra). Gracias, Santo Padre, tu visita ha conseguido lo que muchos españoles soñamos: que este personaje desaparezca de la vida pública. A Afganistán se fue esa catástrofe civil llamada José Luis Rodríguez Zapatero, dejándonos a nuestras anchas para recibir al Papa y poder escuchar sus sabias y prudentes palabras: en España –ha dicho Benedicto XVI en Compostela- el laicismo reviste cada vez formas más agresivas, que recuerdan lamentablemente el anticlericalismo de la Segunda República.

Díganselo, si no lo creen, a los fieles que vieron truncada la Santa Misa en la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Mientras en España se abren mezquitas, sinagogas, logias, templos de las más rocambolescas sectas, permitiéndoles a todos que adoren a sus ídolos, los católicos sufrimos el apartheid religioso, decretado por un gobierno que conculca los derechos fundamentales. Si estamos de acuerdo en que conculcar derechos es un delito, colegimos que este gobierno se ha convertido en un delincuente en la hora en que prohíbe el culto religioso mayoritario.

Ítem más: Francisco José Alcaraz congrega en Madrid a multitudes de voces contra el terrorismo. Y, aunque se trataba de voces, sepan cuantos que acudieron hasta los mudos y dizque aquello estaba a tente bonete. Mientras tanto, Zapatero estaba en Afganistán, diciéndoles a nuestros soldados que allí no había guerra.

No albergamos esperanzas de que Zapatero nos haga el enorme favor de quedarse en Afganistán para no retornar. Si del agua bendita huye el demonio, para no tornar… ¿resultará que el demonio tiene más vergüenza que este individuo?

También sabemos que el problema no es tan sólo la marca –ni la persona- Zapatero. Cuando éste desaparezca, todavía quedará PSOE. Y el PSOE es el problema: un partido político que conserva incólume las mismas siglas bajo las cuales se cometió el genocidio político de 1936-1939. El documental EL PARTIDO COMUNISTA Y LA DEFENSA DE MADRID: LA MASACRE DE PARACUELLOS DEL JARAMA, realizado por el Instituto CEU de Estudios Históricos, lo explica mejor que yo. Estos partidos marxistas –PSOE y PCE- organizaron el encarcelamiento ilegal, practicaron torturas y ejecutaron masacres contra españoles de contraria adscripción ideológica o, simplemente, católicos. Después de la II Guerra Mundial, el partido nazi quedó proscrito por sus crímenes, y los militantes del nazismo que porfiaron en seguir en el escenario público tuvieron que encubrirse bajo las siglas más diversas. El PSOE y el PCE son dos partidos que nunca han pedido perdón por sus crímenes, y a los cuales nadie ha planteado ilegalizarles sus siglas en virtud de las matanzas, latrocinios, sacrilegios y barbaridades cometidas por sus militantes desde su fundación hasta hoy.