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Diario YA


 

vivencias desde Medjugorje

Alegría

Javier Paredes

Dos veces aparece la palabra “alegría” en el último mensaje de la Gospa. La primera vez, manifestando su estado de ánimo; y la segunda, animándonos a orar con alegría. El texto que he recogido en www.centromedjugorje.org  dice así: “¡Queridos, hijos! Con gran alegría, también hoy, deseo nuevamente invitaros: orad, orad, orad. Que este tiempo sea para vosotros tiempo de oración personal. Durante el día buscad un lugar donde, en recogimiento, podáis orar con alegría. Yo os amo y os bendigo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”.

La verdad es que durante los últimos días se me han ocurrido muchas ideas sobre la relación existente entre Medjugorje y la alegría; demasiadas como para que quepan en este breve comentario, y por eso sólo me voy a referir a tres y por este orden: de la más general a la más particular.

La falta de alegría en nuestro mundo es la consecuencia directa de la pérdida del sentido de pecado, lo que equivale a rechazar la Redención por considerarla innecesaria,  y por lo tanto a expulsar de nuestras vidas a Jesucristo. Tan cierto que en esta situación, al derribar a Jesucristo -la Luz del mundo- del pedestal de la redención para colocar en dicho pedestal, como poder redentor, a la ciencia, a la política, a la economía o a cualquiera de los entretenimientos humanos, emerge la tristeza envuelta en tinieblas. Quizás por esto, en el comienzo de la vigilia pascual del Sábado Santo la luz del cirio pascual disipa las tinieblas, para entonar a continuación el himno del ¡Oh feliz culpa!. Cierto que en los confesonarios de Medjugorje hay un paquete de pañuelos de papel para que los penitentes enjuguen sus lágrimas. Es verdad, también, que no son pocos los que salen de los muchos confesonarios, que allí hay, con las marcas del llanto del arrepentimiento. Pero lo que es evidente es que todos, lloren o no, aparecen inundados de la verdadera alegría que mana de la fuente de la Misericordia divina.

El segundo comentario sobre la alegría y Medjugorje no necesita muchas explicaciones, por la sencilla razón de que lo evidente no se puede demostrar, simplemente hay que mostrarlo. Me estoy refiriendo a la cara y a la expresión de Vicka, una de las videntes. Cualquiera de los videos que circulan por la red, o alguno de los que están colgados en www.centromedjugorje.org, aunque estén en esa lengua croata que no hay español que entienda una palabra, es toda una lección magistral sobre la alegría.

Y permítanme que en la tercera observación sobre la alegría cuente una vivencia personal. Un buen amigo, a su vuelta de Medjugorje, me ha regalado una preciosa imagen de la Virgen de medio metro de altura, ideal para ponerla en un lugar destacado de mi casa. La imagen llegó intacta en su caja y perfectamente envuelta entre papeles, que yo abrí con sumo cuidado y volví a cerrar, protegiendo sobre todo la mano extendida de la Virgen. Cuando mis hijos descubrieron la caja, todos me pidieron ver la imagen, a la que me negué por miedo a que se rompiera y prometí que cuanto antes la sacaría y la pondría en sitio definitivo y seguro. El cuanto antes tardó solo 48 horas, pero cuando saqué la imagen comprobé con gran disgusto que le faltaba la mano extendida. Busqué por todos los sitios el trozo desprendido para pegarlo sin ningún éxito, el mismo que he tenido en averiguar quién de mis hijos fue el que abrió la caja después de mí. Estuve varios días con una pena muy grande, hasta que de repente se me iluminó el alma y me envolvió la alegría. Fue entonces cuando cogí a la Virgen, la di unos cuantos besos, la coloqué en su sitio definitivo y la di las gracias por venir a mi casa sin esa mano extendida, para recordarme de ese modo que debemos ser su mano prolongada.