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Diario YA


 

Ante el desafío nacionalista: prevención, referéndum y reforma constitucional

Pablo Sagarra Renedo. En la política española, de un tiempo a esta parte, se está extendiendo el uso de un neologismo: el rajoyismo, que significa el hacer política haciendo poco o no haciendo nada. La táctica no es muy complicada ni comprometida. Se trata de ir dejando que los problemas bien desaparezcan, bien se solucionen por sí solos o tomando algunas medidas que se venden como reformas.

Ante el proceso secesionista planteado de manera rotunda por el nacionalismo catalán no procede caer en el rajoyismo. Hay que tomar medidas preventivas frente al independentismo larvado desde el comienzo de la Transición y que cada vez tiene más cuerpo como hemos comprobado en la última Diada -11 de septiembre de 2012. La puesta en escena desafiante y amenazante contra la unidad de España y de su Estado, fue palmaria. Todos guardamos en la retina la masiva manifestación de aquella tarde –en la que se quemó una enseña nacional- y las posteriores declaraciones del presidente de la Generalidad. 

El asunto no puede despacharse con declaraciones melifluas estilo: “no es bueno generar polémicas en estas circunstancias”; “hay que sumar, no hay que restar…” 
 
El asunto debe abordarse con acciones concretas. La primera y elemental, advertir por parte del gobierno a la Generalidad que, cualquier gesto o acto secesionista será anulado de inmediato haciendo uso del artículo 155 de la Constitución Española que prevé la adopción de las medidas necesarias para el cumplimiento de la legalidad constitucional pudiendo dictar instrucciones de obligado cumplimiento a las autoridades de Cataluña. La segunda advertencia a la Generalidad es que, cualquier acto secesionista, será reprimido si fuere necesario mediante el empleo de las Fuerzas Armadas en cumplimiento de lo establecido en el artículo 8 de la Constitución en el que se establece que aquéllas "tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional".
 
Como quiera que el proceso independentista se debe ir revirtiendo en orden a mantener la unidad de España, otro camino más para conseguirlo sería la recuperación por parte del Estado central de dos competencias esenciales: la seguridad ciudadana y la educación. Si así fuera, serían disueltas todas las policías y cuerpos de seguridad de las Comunidades Autónomas: la ertzaina, los mossos de esquadra, migueletes, etc. La duplicidad en esta materia desaparecería ganándose en eficiencia de manera evidente.  Y en el ámbito de la educación, si ésta fuera recuperada por el Estado acabaría el control autonómico y se estudiaría a partir de entonces de acuerdo con unas reglas y contenidos uniformes para toda España, sin perjuicio de que, siempre voluntariamente, pudieren utilizarse como lengua vehicular en la enseñanza las lenguas cooficiales en ciertas Comunidades Autónomas
 
Para ello, el presidente del gobierno, conforme a lo establecido en la Constitución deberá convocar un referéndum nacional preguntando a todos los españoles dos cuestiones: 
 
-¿Está Ud. de acuerdo en que las competencias de seguridad ciudadana estén en manos del Estado central? Sí o no.
 
-Está Ud. de acuerdo en que las competencias en educación estén en manos del Estado central? Sí o no.
 
El resultado del referéndum, con toda seguridad, será mayoritariamente a favor del sí. Por consiguiente, se procedería a reformar la Constitución (y todos los Estatutos de Autonomía) para que, de manera irrevocable, la seguridad ciudadana y la educación estén en manos del Estado Central. 
 
En paralelo a lo anterior, y con independencia de cómo se desarrolla la reforma constitucional –recuérdese que habría que contar con el apoyo del PSOE en las Cámaras-, el gobierno, en previsión de lo que pueda ocurrir, debe ir confeccionando un Plan de choque, concreto y detallado, para neutralizar cualquier pronunciamiento independentista de la Generalidad. En ese Plan deberá contemplarse la declaración del estado de alarma –el de excepción y sitio si la cosa fuera a más- y el empleo, con rapidez y eficacia máximas, de las Fuerzas Armadas de tierra, mar y aire.
 
Si no hay un Plan, cuando Cataluña, Dios no lo quiera, inicie un proceso de ruptura con el resto de España, el Estado central tendrá que actuar y entonces lo hará de manera precipitada y mal.
 
Prevenir es curar. España lo necesita.