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Diario YA


 

Cataluña, otra vez a las andadas y van…

Miguel Massanet Bosch. Y ¿ahora qué señor Mas? Ya se ha salido con la suya y ha conseguido lo que hace tiempo ustedes, los de CIU, vienen pretendiendo: soliviantar a los catalanes, imbuirlos de odio a España y los españoles, sacarlos a la calle y conseguir que media Catalunya se inunde de banderas esteladas, como corresponde al separatismo más puro y duro.  Un millón y medio de personas, dos millones o seiscientas mil ¿qué más da? si lo que se proponía se ha cumplido, han lanzado su órdago a España aprovechando que las circunstancias extremadamente difíciles por las que estamos pasando, le ponen a huevo el intentar, una vez más, su ofensiva separatista; avalada por unos ciudadanos a los que, durante años, se les ha estado diciendo que Madrid se aprovechaba de ellos, que toda España vivía a costa de sus esfuerzos y que los únicos que eran solidarios con los demás, a la fuerza por supuesto, eran ellos. Sin duda ha surtido su efecto toda esta labor de zapa, ya tiene el plebiscito que andaban buscando y ya ha conseguido llamar la atención de toda Europa sobre las divisiones territoriales que vienen debilitando a este gran país que, un día, fue España.

 
Y ¿ahora qué, señor Mas?, ¿cuál va a ser su siguiente paso si, como es lógico que ocurra, el señor Rajoy dice que no al famoso pacto fiscal que viene demandando – porque, señores, todo lo de las raíces catalanas,  del sentimiento independentista y el problema lingüístico no son más que salvas de pólvora, que puede que tengan reflejo en el pueblo llano catalán, pero que, a nivel de los políticos, no subsiste más que el imperioso problema de recaudar más dinero, conseguir la mayor cantidad de apoyos del Estado y esquilmar, sin compasión, al resto de España para, después de conseguirlo, dar el siguiente paso, con la errónea percepción de que toda Europa estará encantada de que España se convierta en un conglomerado de pequeñas naciones, cada una de ellas gobernada por algún reyezuelo al estilo de ilustre señor Mas. Si el señor Pujol, don Oriol, que sigue la estela estelada de su padre, el ínclito don Jordi, sólo que a lo cutre, se desgañita, sin el menor rebozo, pidiendo la independencia de Catalunya, en un ejercicio de la más completa falta de juicio y racionalidad, el señor Artur Mas tira por elevación apuntando al Gobierno al que intenta poner en un brete, en unos momentos en los que el señor Rajoy está ocupado intentando que Europa nos ayude y que la prima de riesgo disminuya para así poder evitar la catástrofe que suponía tener que financiarse a unos costes insostenibles.
 
Un peligroso juego que, si no se corta de cuajo, puede que adquiera dimensiones difíciles de contrarrestar si se opta, una vez más, por contemporizar y quitarle importancia a los recientes sucesos, como parece que intentaba hacer la vicepresidenta Sáez de Santamaría, cuando decía que ahora no era tiempo de estos asuntos. Puede que tenga toda la razón, pero España no puede permitirse ignorar, por muy urgentes que sean los aspectos sociales, financieros y económicos y las conversaciones con nuestros socios europeos; el dejar para luego, hacer frente con la energía y contundencia necesarias, a este desafío público, descarado y apoyado por las instituciones y el gobierno de la Generalitat, con el soporte de una gran parte de los medios de comunicación catalanes, a cada cual más extremista y olvidadizo respecto a la legislación española, por lo que se refiere a pronunciamientos de semejante calaña.
 
Por tercera vez en el espacio de un siglo los políticos catalanes han pretendido utilizar un hecho excepcional para intentar su auto determinación. La primera, cuando Francesc Maciá, el 14 de abril de 1.931, aprovechando la victoria en las urnas de su partido, Ezquerra Republicana, proclamó la República Catalana desde el Palacio de la Generalidad catalana, un hecho meramente reivindicativo, porque tuvo que volver atrás en su decisión a causa de las presiones recibidas.. No desaprovechó la oportunidad que le brindó  a su sucesor, en la presidencia de la Generalitat, un abogado defensor de terroristas, el señor Luis Companys, al que Azaña calificó de “iluminado”, la entrada de la CEDA en el gobierno de la República de 1.933, para proclamar, aconsejado por Duncás, el “Estado Catalán”, una aventura que pronto fue resuelta por el general Batet, que acabó con aquel intento y con la ilusiones del señor Companys, que dio con sus huesos en la cárcel. ¿Intenta el señor Mas volver a algo parecido?, o es que, el señor Mas, ¿ya no se conforma con una República Catalana Federal, dentro del Estado español?, ¿Cuál es la meta del presidente de la Generalitat y cuales las  que, para Catalunya y España, se podrían derivar de esta acción unilateral y, evidentemente, más propia de ilusos que de persona sensatas que ocupan lugares de responsabilidad, como es el caso. El lo ha aclarado meridianamente cuando ha afirmado que “ la secesión es el camino inequívoco de Catalunya”
 
Todos los que tienen algún conocimiento de la Historia saben que Catalunya, ni en los momentos de mayor poder de la Generalitat, tuvo las competencias de las que goza hoy en día; las facultades de auto gobierno  de las que se la ha dotado y la autonomía que le proporciona su nuevo Estatut, que para sí hubieran querido aquellos antiguos nacionalistas. A pesar de ello, no se conforman y, en cada ocasión que se les presenta no pierden la oportunidad de dar una nueva vuelta de tuerca, exigiendo más y más. Se equivocaría el señor Rajoy si intenta de nuevo rebajar la tensión, practicando aquella política de dejar pasar tiempo para que los ánimos se enfríen. Esto mismo pensaron Aznar y Rodríguez Zapatero y, sin embargo, la cadena de sucesivas cesiones, ante los chantajes de los políticos catalanes, no ha cesado porque sus aspiraciones, su política y su meta es alcanzar la independencia, después de haber sangrado todo lo posible a España. Tampoco lo admitiríamos los que votamos al PP, como no admitimos la posible liberación del etarra enfermo Bolinaga, por razones de humanidad, cuando dicho sujeto no tuvo la más mínima compasión con las víctimas de la retahíla de asesinatos que tiene sobre su conciencia.
 
Porque, si es cierto que podemos asumir que el PP fuera objeto de un alevoso engaño en cuanto a la situación de la España que recibió el señor Rajoy de sus antecesores, los socialistas y, como consecuencia de ello, no haya podido aplicar las políticas de impuestos y regeneración de nuestra economía tal como hubiera deseado, hay otras promesas que no tienen porqué retrasarse ya que, cada ministro pudiera dedicar parte de su tiempo a estudiar aquellos problemas, como es el caso del aborto, de la reforma de la Justicia, de la reestructuración del gigantismo estatal, de la necesaria independencia del Poder Judicial del Ejecutivo y, especialmente, de poner orden en el sistema autonómico, algo que, sin duda, merece ser una prioridad inaplazable si tomamos en cuenta los graves problemas que hoy tenemos con las comunidades vasca y catalana que, por su trascendencia, no pueden aplazarse más. Para ello es necesario que, el señor Rubalcaba y su partido, se dejen de intentar pescar en aguas revueltas y colaboren lealmente con el Gobierno para reformar la Constitución en aquellos artículos que tratan de la España autonómica que, a diferencia de otros, se ha demostrado que, hoy en día, han quedado anticuados y han sido mal interpretados, sin duda, por el propio TC. Los resultados de tal estado de cosas son evidentes y reclaman pronta solución. O así es, señores, como yo contemplo estos delicados temas.