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Diario YA


 

las desigualdades de oportunidades y de niveles de ingreso

Causas menos próximas pero importantes

Max Silva Abbott. Se ha discutido mucho acerca de las desigualdades de oportunidades y de niveles de ingreso que existen entre los chilenos, dando la impresión de que sólo sería cuestión de cambiar el sistema económico y de promulgar leyes de diverso tipo para arreglarlo, sin darse cuenta de que tal vez la mayor incidencia lo constituya la propia conducta de los ciudadanos.

    En realidad no es extraño que se eluda este aspecto, porque los factores que sí se toman en cuenta son mucho más fáciles de medir y cuantificar por constituir “datos duros”, que por lo mismo pueden modificarse más fácilmente. En cambio, el “factor humano” no sólo es de difícil o incluso imposible aprehensión numérica, sino además, posee un cúmulo de variables muchísimo más numerosas y complejas; de ahí que se lo esquive tanto.

    Pues bien, dentro de este “factor humano”, un aspecto que casi nunca se señala puede vincularse con la actual y polémica campaña de prevención del Sida impulsada por el gobierno. En efecto, si a fin de cuentas el mensaje apunta a dar las máximas facilidades para una vida sexual muy activa y sin restricciones (parece que molesta el calificativo de “promiscua”), convendría hacer, por vía ejemplar, el siguiente razonamiento: 1º: se incentiva una vida sexual activa y no necesariamente fiel desde lo más temprano posible; 2º: para ello se opta decididamente por los métodos anticonceptivos y contraceptivos por todos conocidos; y 3º: se cifran todas las esperanzas en ellos de cara a evitar las enfermedades de transmisión sexual y los así llamados “embarazos no deseados”.

    Pues bien, vistas así las cosas, si se enfrenta la teoría con la realidad, y al margen de las consideraciones éticas (y eventualmente religiosas) que pudiera generar esta opción, no se percibe (o no se quiere percibir) que con semejante campaña: 1º: aumenta la vida sexual pero al mismo tiempo, las enfermedades y los “embarazos no deseados”; 2º: aumenta el grado de infidelidad, lo cual incide en rupturas de pareja; y 3º: muchas personas ven afectadas sus vidas y sus posibilidades futuras seriamente por estos y otros motivos. Es así como surgen un conjunto de secuelas dentro de las cuales se pueden mencionar: el aumento de embarazos adolescentes y las dificultades que conlleva asumir responsabilidades maternales antes de tiempo (aunque evidentemente, esto no justifica un aborto); los hogares deshechos por la infidelidad y los diversos intentos por “rehacer” la propia vida; los cada vez más hijos con padre ausente; los problemas económicos de todo tipo que origina lo anterior (desde pensiones alimenticias, con todos los problemas que conlleva su cobro y cuantía, hasta la necesidad de las madres solas de trabajar para mantener a sus hijos); el cada vez mayor número de contagiados con diversas enfermedades de transmisión sexual; el descenso de los matrimonios y por tanto, de la natalidad, etc.

    En consecuencia, si se mira todo lo dicho hasta aquí, ¿qué incidirá más en las desigualdades económicas y en la falta de oportunidades para vastos sectores de la población: el sistema económico o las conductas de los sujetos? Resulta claro que el problema tiene muchas otras aristas; pero conviene a veces hacer estas reflexiones, a menudo pasadas por alto, a fin de intentar sacar las consecuencias del caso.