Ana Abril Ámez

En la escuela aprendí mucho. Recuerdo las clases de biología, geología, filología; en fin todas las “logias” mínimas para formarte académicamente. Todas las materias o asignaturas me fascinaban, pero es ahora cuando más sobrevaloro la importancia de estas. Fue en 1869 cuando el médico suizo Friedrich Miescher, mientras trabajaba en la Universidad de Tubinga, aisló por primera vez el ADN. Aunque el hallazgo no se dará por concluido hasta 1953, cuando James Watson y Francis Crick propusieron el modelo de la doble hélice de ADN para representar la estructura tridimensional del polímero –macromoléculas, generalmente orgánicas, formadas por la unión de moléculas más pequeñas llamadas monómeros-, esto sólo fue el inicio de un gran descubrimiento.
 

Os estaréis preguntando el porqué de esta introducción, no corran señores y señoras, la explicación viene a continuación. 
 

Deberíamos hacer una loa a las investigaciones realizadas por los agentes de la policía autonómica, tanto de la división científica como de la antiterrorista, porque si no fuera por la acción constante y persecutoria que llevan a cabo estos profesionales, no se podría recluir a todos los terroristas nacionalistas vascos al lugar donde deben estar, y os aseguro que no me refiero a sus humildes moradas. Siete años después agentes de la Ertzaintza detienen a Gurutz Aguirresarobe y a su ex compañera sentimental Aitziber Ezquerra, presunto asesino del Jefe de la Policía Municipal de Andoain, militante socialista, y miembro de la plataforma Basta Ya, Joseba Pagazaurtundua. Mi apología a la ciencia se deben a muchos motivos, pero uno de ellos se basa en la prueba de emparejamiento de ADN, que posibilitó el desvelamiento del escondite del etarra. ¡No es maravilloso descubrir a través de la saliva y una simple prueba el autor de múltiples delitos! Una vez más, desde mi propia ignorancia de periodista, seguiré asombrándome con casos así.
 

Mi agradecimiento a todos los científicos que colaboran día tras día para hacer de este mundo algo mejor.