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Diario YA


 

la "ofensa" de un papa

Consideraciones sobre el viaje del Papa por tierras africanas

Susana Ariza. 3 de abril. (…) La historia habla casi exclusivamente de las conquistas de los hombres, cuando, en realidad, una parte importantísima se debe a la acción determinante, perseverante y beneficiosa de las mujeres.

Hay que reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer.

Exhorto a todos a ser realmente conscientes de las condiciones desfavorables a las que han estado sometidas –y lo siguen estando– muchas mujeres, examinando en qué medida esto puede ser causado por la conducta y la actitud de los hombres, a veces por su falta de sensibilidad o responsabilidad.

 

(…) quisiera pedir que la justa realización de las aspiraciones fundamentales de la población más necesitada sea la principal preocupación de los que ejercen cargos públicos.

 

Mi encuentro con los miembros de la comunidad musulmana (…) ha sido otro momento culminante que no olvidaré. Mientras continuamos hacia una mayor comprensión mutua, pido para que crezcamos en el respeto y estima recíprocos, y afiancemos nuestra decisión de colaborar para proclamar la dignidad que Dios ha dado a la persona humana, un mensaje que nuestro mundo fuertemente secularizado tiene necesidad oír.

 

(…) podéis transformar este Continente, liberando a vuestro pueblo del flagelo de la avidez, de la violencia y del desorden, guiándolo por la senda indicada por los principios indispensables de toda democracia civil moderna: el respeto y la promoción de los derechos humanos, un gobierno transparente, una magistratura independiente, una comunicación social libre, una administración pública honesta, una red de escuelas y hospitales que funcionen de manera adecuada y la firme determinación, arraigada en la conversión del corazón, de romper de una vez por todas con la corrupción.

 

Acaban de leer algunos fragmentos de los múltiples discursos pronunciados por el Santo Padre Benedicto XVI en su viaje al continente africano. La defensa de la dignidad de la mujer -de la que, por cierto, es pionera la Iglesia (con 2000 años de antelación respecto a innumerables de instituciones)-, el apoyo y la reivindicación de los derechos de los más necesitados, la apertura al diálogo interreligioso o la apelación al justo ejercicio de la autoridad desde los órganos de gobierno. Son algunos ejemplos que ponen de manifiesto la línea inspiradora del discurso del Papa en el continente negro. Un discurso que, además, se materializa día a día con la acción de la Iglesia, la institución más activa y que más recursos materiales y humanos aporta a la lucha contra la pobreza y otros males en el Tercer Mundo.

 

Lo sorprendente, es que los medios de comunicación internacionales, las grandes factorías de preservativos, los lobbies de Bruselas y de otras instituciones del mundo entero, sólo oyeron las palabras del Papa sobre el drama del SIDA.

 

“Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. (…) Diría que no se puede superar este problema del sida sólo con dinero, aunque éste sea necesario; pero si no hay alma, si los africanos no ayudan (comprometiendo la responsabilidad personal), no se puede solucionar este flagelo distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema. La solución sólo puede ser doble: la primera, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que conlleve una nueva forma de comportarse el uno con el otro; y la segunda, una verdadera amistad también y sobre todo con las personas que sufren; una disponibilidad, aun a costa de sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Éstos son los factores que ayudan y que traen progresos visibles.

Por tanto, yo diría que nuestras dos fuerzas son éstas: renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al de los demás, y esa capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer presente en las situaciones de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y la Iglesia hace esto; así da una contribución muy grande e importante. Damos las gracias a todos los que lo hacen”.

 

Leo con tristeza que el Parlamento de Bélgica ha aprobado una resolución a lanzar una protesta contra estas “declaraciones inaceptables” y a protestar oficialmente ante el Vaticano.

 

La respuesta es redundante, pero, por lo visto, necesaria.

 

Para empezar, es importante recordar un asunto puramente formal, pero relevante y que no ha sido justamente tratado: Benedicto XVI respondía a la pregunta de un periodista sobre ese tema, -no habló de él motu proprio y con afán de provocar, como han dicho algunos medios-: Santidad, entre los muchos males que afligen a África, destaca el de la difusión del sida. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él a menudo no se considera realista ni eficaz. ¿Afrontará este tema durante el viaje? (Philippe Visseyrias de France 2).

 

Es curioso, por ello, que se arme el escándalo cuando, a las preguntas de un periodista, el Papa responde exactamente lo que el periodista esperaba, y que es la postura que la Iglesia viene defendiendo desde que existen el preservativo y el SIDA.

 

La reacción de esos movimientos anticatólicos deja traslucir que, de fondo, lo que les duele y la razón por la que atacan a la Iglesia y a su representante con toda su furia es la verdad que encierran las palabras de Benedicto XVI. De hecho, si se analizan con verdadero buen ánimo y con libertad de intelecto las palabras del Santo Padre, se hace evidente que no hay en ellas nada de lo que se pueda deducir “una ofensa”. Y cito textualmente porque es la palabra que ha utilizado la Cámara belga en su queja oficial al Vaticano por esas palabras que lo único que hacen es defender la integridad moral y la dignidad de la persona humana y aclarar que el verdadero antídoto contra el SIDA son la fidelidad y la castidad. ¿Dónde está, pregunto, la ofensa?

 

¿Les ofende a todos los científicos que “han probado que el preservativo es eficaz contra el SIDA” –según la declaración del Parlamento belga- que el único país donde se han reducido los casos de infecciones con VIH sea Uganda, dónde el Gobierno lleva 15 años desarrollando políticas de auténtica educación en el conocido AB (Abstinente and Be faithful)? ¿O es que les duele la ‘provocación’ de que en aquellos países donde la ONU se ha dedicado a distribuir preservativos como si fueran un arma infalible para evitar el SIDA no han dejado de crecer los contagios por esa enfermedad? Lo que les molesta, quizá, es que, además de todo ello, y como dice el Papa, la institución que mayor atención y cuidados dedica a los que, a pesar de todos los esfuerzos, quedan infectados es, precisamente, la Iglesia católica. 

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