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Diario YA


 

Cuestión de peso: No acepto pulpo

David Martín. 18 de abril. Una vez más, la televisión se ha colocado el birrete e intenta darnos una clase magistral. Ha querido enseñarnos a cantar, danzar, cuidar niños y ahora, de la mano de Antena-3, pretende inculcarnos el saber comer. La asignatura se llama “Cuestión de peso” y se imparte cada tarde, a eso de las cuatro. Nada mejor para después de yantar que oír al nutricionista de turno decir que todo lo que has ingerido minutos antes es poco menos que una bomba de relojería para el cuerpo. Empezamos bien. Uno no sabe si fustigarse o ponerse a hacer flexiones como un loco para eliminar las calorías sobrantes.

Nueve orondos participantes se han apuntado a este cinturón de castidad alimenticio con el propósito de reducir su peso de forma sana. Para ello cuentan con el asesoramiento de un médico, que les indica lo que deben comer, una psicóloga para ayudarles en sus posibles traumas, y un preparador físico, encargado de hacerles sudar. ¿Alguien da más? Divididos en tres grupos, en función de su peso, el objetivo es adelgazar cada semana al menos el 1% del peso anterior para seguir en el programa. Quien no lo consiga tendrá que decir adiós y poner fin a su desgrase televisivo. ¡Qué mala suerte! Pero claro, cuando uno está acostumbrado a jalarse una buena fabada asturiana con su morcilla y su tocino incluso para cenar, un rollito de pavo con un espárrago triguero en su interior le sabe a poco.

Esta semana como estamos de estreno es sólo una toma de contacto. No hay competición, sino que los sufridos de la dieta son pesados para tener una referencia para la semana que viene. Desayunan y comen en el centro de adelgazamiento y se les prepara la cena para que la cocinen en casa. Igual que el jornalero sale por la mañana con los aperos y su bocadillo para mediodía. Qué sufrimiento tienen que pasar estos rollizos cuerpos al ver que antes de irse a dormir sólo pueden hincar el diente a un gallo o un muslito de pollo hechos a la plancha, cuando a su esposo/a le están horneando una pizza de cinco sabrosos y calóricos ingredientes. Y para más inri, después de Semana Santa, que posibilita que en la nevera aun se pueda hallar alguna que otra torrija. Un poquito de compasión.

El programa se engloba en “Tal cual lo contamos” y esto, cuando menos, es extraño. Que un espacio anunciado a bombo y platillo no constituya programa propio, sino que se incluya dentro de otro, y más cuando no es en el horario de máxima audiencia, sólo puede significar dos cosas: no se tiene plena confianza en el éxito del programa y se intenta disfrazar el fracaso, o se pretende potenciar el espacio en el que se inserta. Visto lo visto, ni se va a encubrir el batacazo, ni tampoco se está consiguiendo subir el bajo listón en el que estaba el magazín vespertino de la cadena privada.

Antena-3 anuncia el experimento en su pagina web como un programa con vocación de servicio publico. Muy bien, si hay que creérselo, hacemos como en el juego de las palabras, y aceptamos pulpo como animal de compañía, para que el vecino no se enfade. Pero no. “Cuestión de peso” es otro de esos programas de telerrealidad, reality show si lo prefieren, que invaden la pantalla de morbo. Servicio público sería si los expertos dieran unas pautas, unos consejos, para llevar una dieta equilibrada que nos evite caer en el mal del sobrepeso sin más. Si a eso se le añaden imágenes de personas padeciendo porque se tienen que contentar con una ensalada de lechuga y tomate, y un plato pequeño de pasta cuando están acostumbrados a mojar la magdalena del desayuno en leche condensada, el término “SERVICIO PÚBLICO” pierde su significado. Y si le sumamos a lo anterior, que los participantes son pesados a lo largo de la semana en directo y en una báscula que tarda en dar el peso exacto más que el coyote en atrapar al Correcaminos, queriendo crear un inexplicable misterio hasta que una voz en off dice el resultado, lo que obtenemos es sensacionalismo. Los jerarcas televisivos tienen predilección por vestir las cosas de lo que no son y a este paso terminaremos creyéndonos que “Gran hermano” es un experimento sociológico y no. No acepto pulpo. 

 

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