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Diario YA


 

De Niceto a Felipe

Alcala Zamora fue portada de la revista TIME

José Vicente Rioseco. No son los hombres los que cambian, son las circunstancias. Pero estas circunstancias son tan cambiantes a lo largo de la historia que las posibilidades de encontrarse en la misma situación dos veces en la vida de un hombre, o en la historia de un pueblo son altamente improbables.

El mismo hecho de haber vivido una circunstancia previa semejante, nos da una experiencia un bagaje, que da a la escena nuevas características y hace que las reacciones y por tanto las consecuencias sean diferentes. Y sin embargo la historia nos enseña, al mostrarnos la vida de los pueblos momentos de los que podríamos y deberíamos aprender.

Superados los difíciles momentos de la Revolución de Octubre en la que la izquierda del partido socialista y grupos extremistas intentan conseguir el poder de la segunda República por medio de las armas; parecía que el año 1935 iba a ser, por fin, un buen año para el pueblo español. El gobierno de las derechas presidido por Lerroux y con Gil Robles como hombre fuerte en el ministerio de la guerra parecía tener un feliz futuro.

El presidente de la Republica, Niceto Alcala Zamora, hombre ególatra, vanidoso y enredón, no se conformaba con actuar como tal Jefe de estado que era y siempre quiso influir en los nombramientos de ministros, política a seguir del gobierno y todos esos enredos de segunda fila a la que tan dados son algunos políticos mediocres. Don Niceto contaba con una figura de su confianza en el nuevo gobierno, Portela Valladares. Cuenta Gil Robles que el presidente acostumbraba a asistir al primer consejo de gobierno que se celebraba después de una crisis.

Después de hacer un elogio ampuloso de los ministros salientes y entrantes Don Niceto dijo de Pórtela: “Es un hombre del que se puede decir que ha tenido más presente que pasado y puede tener más porvenir que presente”. Lerroux que se sentaba al lado de Gil Robles le comento “Ya nos tiene preparada la sustitución”.

Y así era en efecto. La economía y la reforma de la constitución eran las dos prioridades de aquel gobierno de las derechas, como se le llamaba al gobierno en tono despectivo. Si bien era difícil pensar en un nuevo golpe revolucionario (el fracaso de Octubre estaba demasiado próximo) el gobierno temía una disolución de las Cortes y una posterior coalición electoral de izquierdas que incluyese al partido socialista, los republicanos de Azaña y los grupos comunistas y anarquistas.

España estaba dividida. En un viaje por ferrocarril de Madrid a Valencia de Azaña, en las estaciones, aquellas multitudes que luego se integrarían en el Frente Popular manifestaban su exaltada adherencia con expresiones de “Viva Azaña ¡Muera la burguesía!). Azaña, incomodo, llego a gritar por la ventanilla “¡Yo soy burgués!” En la Europa del 35, el ejemplo de los fascistas en Italia y los nazis en Alemania, hacían temer a las izquierdas, una evolución en el mismo sentido.

El hecho de que Gil Robles, al que los suyos llamaban “El Jefe”, fuese el ministro de la guerra les hacía afianzarse en esa creencia. Pero Gil Robles decía que era dentro de la ley donde estaba la fuerza de la derecha y la garantía de triunfo de sus ideales. Primero con Lerroux y luego con Chapaprieta, el gobierno del 35, llevo a rajatabla un plan de restricciones que comprendía la reorganización de servicios de los departamentos ministeriales y restricciones de gastos que sería un fuerte golpe para los funcionarios.

Estas medidas tenían carácter transitorio, hasta que el presupuesto se nivelara. Estimaba el gobierno que no se podía pedir sacrificios a los contribuyentes, sin sanear antes la Administración del Estado, demostrando así a estos que su dinero no se dedicaba a despilfarros burocráticos. Los éxitos económicos parciales, no se acompañaron sino de un torbellino político.

Don Niceto, interpretando con la mayor amplitud sus prerrogativas constitucionales cambia a Lerroux por Chapaprieta en la presidencia del Gobierno. La crisis del estraperlo, un caso de corrupción, en absoluto comparable a los que vivimos en la actualidad, fue definitivo para el fin del gobierno. Las izquierdas estaban preparadas para un frente único y querían la disolución del Parlamento y unas nuevas elecciones.

El Presidente de la Republica, pretende que en las nuevas cortes haya un grupo de centro dependiente de él y que gobierne la nación; y para esa labor escoge a Portela Valladares. Así podría además de ser jefe de Estado mandar en un gobierno dependiente de él. Y de esta forma termina el año y se disuelven las cortes. Nuevas elecciones y la unión de todos los partidos de izquierda, de socialistas a anarquistas, pasando por comunistas y el grupo de Azaña alcanzan la mayoría.

El primer acto de las nuevas cortes va dirigido contra el Presidente de la Republica y el pretexto elegido fue precisamente el decreto de disolución, tantas veces solicitado por las izquierdas y que había facilitado su triunfo. La constitución decía que en caso de una segunda disolución de las cortes el primer acto de estas sería examinar y resolver sobre la necesidad de esta disolución. El voto desfavorable de estas llevaba anexa la destitución del Jefe de Estado.

Y así fue como aquel Jefe de Estado ególatra, vanidoso y enredón perdió aquello por lo que tanto lucho: el poder. En mucho la situación de la España de hoy se parece a la de entonces. Derechas en el poder, restricciones económicas, posible unión de las izquierdas, incluidas aquellas que pretenden terminar con el sistema democrático parlamentario. Utilizándolo por supuesto pero para acabar con él. Pero hay algo esencial que diferencia a aquel periodo de este, y esto es el la figura del Jefe de Estado.

El jefe de Estado, el rey, no tiene nada que ver con aquel presidente de la Republica llamado Don Niceto. Es la diferencia esencial entre república y monarquía parlamentaria. Sean cuales sean las circunstancias, al final del camino está el Jefe de Estado, Felipe, no Don Niceto.

A esos que viajan con el viento ¿Qué veleta marcara su camino? josevrioseco@gmail.com