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Diario YA


 

es preciso que cese la batalla electoral para evitar conflictos de última hora

Debilidad del Gobierno ante el reto de DRY

Miguel Massanet Bosch

Como ya se ha convertido en algo habitual en el vicepresidente señor Alfredo Rubalcaba una vez más parece que ha decidido que la ley se aplique según a él le convenga y de acuerdo con su especial modo de entender lo que es salvaguardar los derechos de los españoles y lo que ha dispuesto la Junta Electoral. Es costumbre y así ha quedado plasmado en la ley, que se celebre una jornada previa al día de las elecciones, dedicada a lo que, un tanto ampulosamente, se denomina jornada de “reflexión”. Es evidente que habrá muy pocos ciudadanos que se dediquen a reflexionar profundamente, en dicha jornada, sobre cuál va a ser el destino de su voto y las ventajas o inconvenientes que de tan importante decisión se vayan a derivar para la nación; sin embargo, si es preciso que cese la batalla electoral para evitar conflictos de última hora que, como el caso del que nos ocupamos, puedan interferir en el resultado electoral.

Por ejemplo, el hecho de que, precisamente, unos pocos días antes de la celebración de los comicios, se produzca –yo diría que de una forma sorpresiva y oportunista –, una congregación de personas que, bajo el lema del pacifismo que tanto le gusta al señor Rodríguez Zapatero, ocupen la Puerta del Sol de Madrid, se instalen en ella permanentemente, se constituyan en la representación de todos los descontentos con el régimen y lancen un manifiesto de evidente carácter anarquista y filocomunista; olvidándose de que ha sido la izquierda, del señor ZP, la que lleva gobernando dos legislaturas este país, la que lo ha transformado en el furgón de cola de la UE y la que ha conseguido que, en España, tengamos casi cinco millones de parados. Que esta concentración humana tenga lugar en un momento en el que el PSOE está ante una situación evidentemente delicada, con casi todas las encuestas pronosticándoles una pérdida de poder, como consecuencia de las municipales y autonómicas; no deja de tener su guasa. Alguien podría pensar que el PSOE está pretendiendo ocultar sus problemas, evitar tener que hablar de temas delicados y, a la vez, disimular las acusaciones que contra él se le están lanzando desde el PP, recriminándoles sus errores de gobierno y los malos resultados de sus decisiones políticas y económicas, viendo con simpatía que, unos cuantos antisistema, se ocupen de oscurecer el panorama electoral.

Y es que, los ciudadanos de a pie, estamos contemplando con consternación como, en este país, se van produciendo situaciones cada vez más inexplicable y de mayor repercusión social, que dan que pensar acerca del grado de degradación de las organizaciones políticas, de la propia judicatura y de aquellos organismos a los que los españoles les hemos dado la potestad para dirigir la nación, cuidar de nuestra seguridad, ocuparse de que se cumplan las leyes y de mantener la paz y el orden en nuestras calles; evitando que cualquiera, con el más mínimo pretexto, se apodere de ellas y las utilice como un medio para extorsionar al sistema y mediatizar y obviar los derechos ciudadanos y las legítimas libertades que, la Constitución, otorga a cualquier español de poder ejercer sus derechos y cumplir con sus obligaciones cívicas, sin verse sometidos a las presiones de unos sujetos que, por sí mismos y sin ninguna representación legítima otorgada por la mayoría de los ciudadanos, intenten cambiar el sistema, obviar los procedimientos establecidos y coartar a las mayorías que, en cualquier democracia legítima, son las que tienen el deber y la facultad de elegir a sus gobernantes.

Así las cosas, el observar la actitud dubitativa, condescendiente, equívoca y. evidentemente pusilánime del ministro de Interior, señor Rubalcaba, hasta el extremo de mostrarse poco menos que identificado con cualquiera de los “indignados” de la Plaza del Sol; regateando la utilización de los medios disuasorios de que está dotado el Estado para restablecer la normalidad, cuando está amenaza de ser perturbada; hablando de “evitar actuaciones desproporcionadas de la policía” o escudarse en el peligro de que desalojar a los ocupantes actuales de la céntrica plaza madrileña, pudiera producir situaciones que no compensaran tal decisión ¿cuál señor Rubalcaba?, es posible que lo que le ocurra a usted y a su partido es que teman cumplir con su obligación, marcada por la ley, por miedo a perder votos ¡Díganlo claro para que nos enteremos! El señor Zapatero ha incurrido en la misma contradicción, refiriéndose a garantizar el derecho de los ciudadanos a una pacífica jornada de reflexión y, a la vez, hablando de actuar con “inteligencia” y garantizando que el Ministerio del Interior actuará “bien, correctamente y con inteligencia” ¿Qué quiere decir con semejante mensaje psicodélico? Nada.

Evidentemente que no ha querido comprometerse y lo que podemos esperar de semejante personaje es que, como siempre, escurra el bulto y evite tener que enfrentarse a una situación desagradable, esperando que sea Rubalcaba quien le saque las castañas del fuego. No creemos que, a estas alturas, el vicepresidente quiera actuar de forma que le pudiera perjudicar en sus aspiraciones al cargo de Presidente, con permiso de la señora Chacón que, por cierto, se ha mostrada muy “identificada” con las peticiones de los de Democracia Real Ya (seguramente se referirá a la democracia asamblearia que tan buenos resultados les proporciona a los agitadores universitarios, a la hora de tener dominados a los rectores de la universidades, verdaderos semilleros de la izquierda más radical). Lo malo de este rocambolesco asunto de los díscolos ocupantes de la Puerta del Sol es que aquí se han mezclado churras con merinas y, junto a grupos que han ido de buena fe, protestando por su impotencia para conseguir trabajo y necesidad de exponer sus cuitas razonables, como pudiera ser su falta de trabajo; aprovechando el revuelo, se han adherido grupos de agitadores, personajes atrabiliarios como el señor Gala, que todo lo que tiene de buen escritor le falta de sentido común y del conocimiento del mundo de la economía y el trabajo, sumido en un izquierdismo revanchista y, digámoslo claro, poco inteligente, o individuos de tan mala fama como es el señor Willy Toledo o significados izquierdistas como el señor Almodóvar, que haría bien en ocuparse de sus películas, porque de otra cosa va más bien justo. No hablemos ya de los apoyos interesados del señor Cayo Lara que, si mucho no me equivoco, espera sacar una sustanciosa tajada electoral de todo este estropicio preelectoral.

Si creyéramos en la buena fe de los contestatarios, no nos quedaría más remedio que recomendarles que, primero, se informaran debidamente de cómo se crean puestos de trabajo que, por supuesto, no van a salir del Estado como parece que piden; que lo más urgente es ayudar a las empresas para que salgan del marasmo en el que se encuentran, para lo cual es preciso que los bancos concedan créditos y, contrariamente a lo que proponen, se les bajen los impuestos y se les permita despedir al personal cuando, el mantenerlo en nómina, representa un peligro para la empresa y el resto de la plantilla; que el Gobierno reduzca el gasto público disminuyendo de forma drástica el exceso de funcionarios; se ponga techo al gasto a las autonomías, se supriman ministerios inútiles y se ponga orden en la educación pública, restableciendo la disciplina y evitando que las universidades se conviertan en cadenas de transmisión de ideologías políticas; que se limiten los bonus y las retribuciones excesivas de los banqueros y que se imponga el sentido común, volviendo a establecer los maltrechos tres pilares de la democracia, de modo que, los cargos de los jueces y magistrados del TC y el CGPJ, dejen de ser designados por los políticos o el Gobierno y sean los mismos jueces y fiscales los que nombren a quienes deban dirigirlos. O esto es lo que pienso yo.