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Diario YA


 

Tras los ataques informáticos

EDITORIAL: DiarioYA, un ejemplo

Estos ataques a Diario Ya vienen a confirmar algo que, desde hace tiempo, resultaba evidente. El acierto en la dirección de este digital y la, cada vez mayor, penetración entre sus lectores que se hace patente por el creciente interés que despierta. Para ser honestos, no nos ha extrañado tanto. A decir verdad, apenas lo ha hecho, porque en el fondo, esperábamos algo así. No en vano, la cuidada selección y edición de unos contenidos con la calidad que exige este medio, no podían dejar de tener eco en sus lectores. Y han sido precisamente ellos, cada vez más numerosos y leales a la línea editorial de Diario Ya, quienes están consiguiendo que, a día de hoy, el Diario Ya sea lo que es: una de las referencias más interesantes, escrita en castellano, que en la actualidad puede encontrarse en la red. Algo de lo que nos sentimos íntimamente orgullosos cuantos colaboramos con el medio.
 Lo han hecho esta vez, y no descartamos que vuelvan a hacerlo. Son los fanáticos de siempre, los hipócritas que sobran en la sociedad española y en cualquier otra. Los culpables de que las sociedades se descompongan y no avancen como deben… pese a la ‘ideal’ progresía de sus ideas. ¿Pero, pueden ser estos ataques el resultado de unas ideas? ¿Qué clase de ideas? Las ideas, los principios, los ideales, obviamente, son otra cosa. Estos ataques, de nuevo, no son más que un ejemplo del radicalismo más extremo, ése que tantos beneficios ha aportado y aportará a las sociedades, no importa de qué época ni de qué nación. Un verso de P. B. Shelley dice que ‘del pasado son aquellos que no pueden ir lejos’. Permítanme que cite aquí a mi madre. Ella decía que ‘el tonto acaba pronto’. Éstos no tienen otra cosa mejor que hacer que ponerse a molestar, a sabiendas de que no van a llegar a ninguna parte. ¿Por qué no piensan en hacer algo de provecho, como se decía antes?
 Y como no merecen que les dediquemos ni un solo minuto más, a estos amantes de las bellas ideas y de la cultura universal, tan respetuosos con la ley, los dejamos con aquello que escribió Goethe: ‘ladran, luego cabalgamos’. Goethe, no Cervantes. Aunque, también esto, sería pedirles demasiado, ¿no creen?