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Diario YA


 

Ni separatistas, ni separadores. España volvió a vivir la unidad en su diversidad

EDITORIAL: Fútbol, separatismo, estatuto y pelotas

EDITORIAL: Parece que en estos días es una simple pelota, y no el temido pelotón de soldados del que hablara Spengler, la clave de la salvación de nuestra civilización hispana. Hemos vivido, en ese territorio comanche para el españolismo en el que los políticos han tratado de convertir Barcelona, la celebración de la epopeya de la rojigualda frente a los teutones. Y descubrimos, una vez más, que los políticos mienten. Y más en Cataluña, donde la política es tan espesa que hasta resulta difícil distinguir un club de fútbol de un partido político.
Los políticos nos hablan de un separatismo abrumadoramente mayoritario. Un separatismo que auguraba para el día de ayer una Barcelona repleta de banderas con el águila en los balcones. Sí, han entendido bien, con el águila. Pero no con la del escudo con el que alegremente recibían por estos lares al “anterior Jefe del Estado”, sino con la que adorna la enseña nacional germana.
Sin embargo, Barcelona fue, como toda España, un mar de banderas nacionales. Una explosión de orgullo de ser españoles. Plaza de España, Artós, Ramblas… Las vallas que el alcalde hizo colocar para frenar la avalancha rojigualda, custodiadas por sus mossos “semper fidelis”, en ningún momento lograron disuadir. “Menos vallas, y más pantallas”, reivindicaba el pueblo español deseoso de disponer de un espacio común en el que disfrutar juntos de las proezas futbolísticas nacionales.
Todo ello en el día en que, institucionalmente, el recién estrenado presidente del F.C. Barcelona, Sandro Rosell sumaba explícitamente a su Club a la manifestación convocada para el próximo sábado en Barcelona contra el Tribunal Constitucional por la sentencia del Estatut. Tenía la oportunidad de comenzar su mandato demostrando que no era un Laporta cualquiera. Y arrancó sacando pecho por el separatismo y dándose de alta en Omnium Cultural, esa rara entidad que convoca la parodia de este fin de semana.
Porque lo que mostrarán no es más que una parodia de lo que son la Barcelona y la Cataluña reales. Esa Cataluña en la que sólo un 36 % del censo electoral aprobó en referéndum ese Estatuto por el que gemirán el sábado. La mayoría, la que se quedó en casa el día del referéndum; la que abiertamente votó no. Esa mayoría tomó ayer las calles. Y coreó: “Adiós, Estatuto, adiós” a la par que celebraba la genialidad del combinado español.
Ni separatistas, ni separadores. España volvió a vivir la unidad en su diversidad. Unidos en una Nación, en torno a una única bandera, con la ilusión puesta en esa pelota que remataba Puyol. Uniendo fútbol y política, pero con la negación de la mentira que los políticos y el nuevo Laporta nos muestran. El mejor símbolo de la realidad, la bandera que ilustra estas líneas.
Catalanes, culés, pero por encima de todo, España.