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Diario YA


 

Egipto, la piedra clave del equilibrio del Próximo Oriente

José Luis Orella.   Egipto ha sido la cuna de una civilización milenaria, que acabo mestizándose con la herencia griega de los macedonios y finalizó como provincia romana. Después, con la irrupción del Islam, se transformó en uno de los focos más importantes de la cultura islámica. 

Egipto acabó siendo una provincia turca, pero fue invadida en 1798 por Napoleón, y después obtuvo una independencia práctica del viejo Imperio Otomano. Con la construcción del Canal de Suez, por los franceses, Egipto volvió a tener una gran importancia en las comunicaciones del mundo moderno de aquella época. Los británicos, celosos de aquello, tomaron posesión del país, en forma de protectorado en 1882, hasta 1922 que obtuvo la independencia. Sin embargo, aquella soberanía era ficticia, ya que los ingleses seguían controlando a la nación egipcia en todos sus aspectos. 
 
En 1952, con el derrocamiento del rey Faruk I, por parte de los militares, la nueva república árabe de Egipto tomó verdaderamente las riendas de su destino, con el coronel Gamal Andel Nasser. Este militar propugno un socialismo nacional, el laicismo frente a los radicales de los Hermanos Musulmanes, y la nacionalización de los recursos económicos en manos de extranjeros. En 1956 procedía  la nacionalización del canal de Suez, de importancia vital para la economía del país, y que intentó ser contestada por británicos, franceses e israelíes. Entre 1958 y 1961, Nasser, como caudillo del nacionalismo árabe intentó la unificación de la nación árabe, organizando un estado junto a Siria y Yemen, que acabó fracasando.
 
En 1967 Egipto tuvo una resonante derrota militar ante Israel, la Guerra de los Seis días, donde perdió la península del Sinaí y la franja de Gaza. En 1973 tuvieron un nuevo enfrentamiento en la Guerra del Yom Kippur, que quedó en tablas, gracias al armamento soviético suministrado por la URSS. Pero en 1979, el nuevo presidente Anwar el Sadat, quien orientó al país al lado de los EEUU, estableció  un acuerdo de paz, los acuerdos de Camp David, recuperando el Sinaí. No obstante, aquello tuvo la consecuencia del ser expulsados de la Liga Árabe, del asesinato del presidente en 1981, y del ascenso del radicalismo islámico de los hermanos musulmanes. Desde entonces, el presidente Hosni Mubarak, mantuvo la política de su antecesor, aplastando fuertemente a los islamistas, por sus ataques terroristas contra occidentales, un gran peligro para un país que vive fundamentalmente del turismo. Por otro lado, los islamistas radicales, han encontrado en la minoría cristiana, el principal objetivo de sus ataques terroristas. 
 
Ahora, después de la primavera árabe, tras las elecciones presidenciales, se ha consolidado el triunfo de los Hermanos Musulmanes, quienes controlan el legislativo y la presidencia de la República, aunque reducida en poderes y compartiendo influencias con las importantes Fuerzas Armadas. El ejército egipcio no solo controla políticamente a los nacionalistas laicos, sino un tercio de la economía, e incluso a los principales equipos de fútbol. Pero la clave está en la política moderadamente islámica que el presidente Cursi lleve a cabo, bajo la influencia de las cofradías. El islamismo político controla Túnez, Libia y Egipto, se deja llevar por el modelo de Turquía, y con las ayudas de las monarquías árabes (Arabia Saudita, Quatar y Kuwait) se encuentran metidos en la guerra de instauración del poder sunita en Siria. El futuro se plantea muy difícil para Israel, un poder nuclear sin ningún tipo de control; Hamas, el poder hegemónico de los palestinos, pero fundado por los Hermanos Musulmanes; y la presencia cristiana en los Países árabes, con un grado de marginación importante. Entre ellos, los coptos forman parte del principal contingente. 
 
Los coptos no son una minoría pequeña, aún componen el 10 % de la población egipcia. Son los verdaderos autóctonos, copto es un término deformado de egipcio en árabe. La personalidad copta surgió en el 451, cuando el concilio de Calcedonia condenó la herejía monofisita. Los egipcios, sirios y armenios se declararon promonofisitas (defensores de una única naturaleza divina de Jesús) más por defensa de su identidad frente a la hegemonía griega del Imperio bizantino. Cuando el Islam se adueño de aquellas tierras, los coptos sufrieron el cierre de sus monasterios y seminarios, el fuerte peso fiscal aplicado a los no musulmanes y momentos de martirio. Los restos de una cristiandad destrozada se refugiaron en las márgenes de los desiertos, fuera de las ciudades. 
 
De ese modo, los coptos pudieron sobrevivir, pero en la marginación y en la miseria. No sería hasta finales del siglo XIX, con la llegada de misioneros católicos, cuando pudieron levantar escuelas y seminarios con los que recomponer su identidad cultural. En la actualidad los coptos monofisitas del Patriarcado de Alejandría (Egipto) son 7 millones, a los que hay que sumar la pequeña colectividad copta-católica, unas 200.000 personas, surgida a finales del siglo XVIII. Ambas se rigen por un patriarca elegido entre los obispos de su comunidad litúrgica. Los coptos son el puente endeble con los cristianos sudaneses, eritreos y etíopes. Pero Egipto representa para el mundo islámico el origen de su intelectualidad religiosa.+