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Diario YA


 

riqueza, el poder, la influencia, el prestigio social son tentaciones contra la vocación de servicio al bien común

El afán de poder y la vocación de servicio

La Lupa del YA. La riqueza, el poder, la influencia, el prestigio social son tentaciones contra la vocación de servicio al bien común que, si son constantes en la naturaleza humana, afloran con más fuerza en algunas circunstancias, como, por ejemplo en los periodos electorales. Estos sentimientos son alimento frecuente para la soberbia, la vanidad y cualquier deseo de descollar y estar por encima de los demás y se camuflan como un lobo que se cubriera con una pelliza de borrego.
Tales afanes de poder, dominar, influir… no dejan de ser vicios latentes o manifiestos, pero siempre presentes en mayor o menor medida entre las miserias humanas de cada individuo. Por eso, cuando, en días como éstos, nos bombardean con discursos que nos presentan un futuro para España que no hubiera imaginado ni el propio Lewis Carroll para el maravilloso país de Alicia, que en el fondo no es tal, debemos poner un especial interés en buscar el engaño, el sofisma, el entimema… que, más peligrosamente cuanta mayor verosimilitud aparente, camufla bajo la piel de cordero –no olvidemos el “homo hominis lupus” de Plauto- que dirige el propósito final de tanto demagogo mitinero y tribunario y consiste en la intención de utilizar y servirse de los demás sólo como provechosos instrumentos o peldaños de los más variopintos y espurios intereses partidistas.
Esta actitud, que se puede resumir como hábito de ver en las demás personas medios para los propios fines, es lo opuesto por esencia a la verdadera virtud política de vocación de servicio al bien común. Y no deja de ser como una carcoma de la sociedad que dotan a sus puntales podridos de unas características peculiares.
En efecto, estas vigas carcomidas, bajo buenas palabras, afables sonrisas y corteses modos ocultan, como el vampiro que duerme en su ataúd de día para chuparnos la sangre por la noche porque la reveladora luz del sol le resulta perjudicial, su aversión a ser desenmascarados e identificados. Un ejemplo de ello puede ser lo poco, prácticamente nada, que se ha denunciado la corrupción generalizada en los pasados pero recientes debates televisados. Haya sido a dos o a cinco, los lobos se han puesto sus pieles de cordero y, mutua y recíprocamente, han escenificado cómo una mano lava otra mano.
Por eso, bajo el terrible estigma contemporáneo de parecer “políticamente incorrectos” impulsan al sujeto débil, al ignorante, al ingenuo, al interesado, al tibio a quien Dios vomita de su boca… a ser cómplices, cuando menos con el silencio o la aquiescencia por razones sociológicas, de fingir y disimular su descontento –hoy en día la palabra indignación ha tomado connotaciones poco deseables- para tragarse todas las suertes de falseamientos y manipulaciones y, aunque sea con la ya tópica pinza en la nariz, acercarse al lugar designado y, prostituir un legítimo derecho en el servilismo del denominado “voto útil”. Útil sí, y puede que mucho ¿Pero útil para quién? ¿Para el bien común de la nación y sus supremos intereses, o para los mezquinos lobos y vampiros que han hecho devenir la palabra política –quizá en su esencia la más noble de las tareas humanas- en algo tan odioso que, como dice el chascarrillo “a la madre la convierte en suegra”?
Si cualquiera sintiera ahora cierta falta de paz, confianza, armonía, justicia o cohesión sociales; o cierta falta de la generosidad y la abnegación que deben ser virtudes consustanciales de los servidores públicos, es un buen momento para hacer examen de conciencia, recordar que el amor y servicio a la patria entran en la materia englobada por el cuarto mandamiento de honrar al padre y a la madre y actuar en consecuencia, porque, antes o después, pero siempre al fin, se recoge lo que se siembra y de allí donde pongamos amor, amor recibiremos.
Concluyo con este fragmento de La República de Cicerón conocido como “El sueño de Escipión” en donde leemos: “No olvides que existe en el cielo, para todos aquellos que han preservado, ayudado y engrandecido a la patria, un lugar un lugar reservado donde han de gozar de una felicidad sin término. Nada en verdad, hay en la tierra más agradable al Dios supremo que rige el mundo todo que estas asambleas y agrupaciones de hombres unidos por el derecho a que llamamos Ciudades. Sus rectore y conservadores de aquí, del cielo proceden y aquí vuelven”.