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Diario YA


 

Las cosas no funcionan bien Esp'aña

El derrumbe del sistema nos amenaza

Miguel Massanet Bosch

No hay ciudadano en España que no conozca o no haya oído nombrar la famosa obra de Zorrilla el “Don Juan Tenorio” y, más aún, la imperecedera escena entre Don Juan y Don Luís Mejías, en la que ambos rivalizan en fanfarronear de sus respectivas hazañas. Cuesta pensar que dos personas pudieran presumir de tal sarta de despropósitos, de tanta bellaquería y de tan pocos escrúpulos respecto a la comisión de actos tan deplorables como ellos exponen. Actos merecedores de rechazo y condena, en lugar de ser motivo de alarde, presunción y jactancia. Pero, aún siendo cierto que los dos personajes de la comedia competían en estupidez y desvarío; no parece que, en esta España en la que mal vivimos, algunos de sus ciudadanos se encuentren lejos de aquellos dos caballeros imaginarios que, en cierta manera, no hacían más que reflejar en forma hiperbólica las costumbres de una época.

Es evidente que algo no funciona correctamente en España, cuando lo que debiera permanecer ajeno a las luchas políticas, aquellas actividades basadas en el respeto mutuo, el esfuerzo individual y el fair play más exquisito, como es el deporte, ha llegado a contaminarse de los modos políticos; de forma que, olvidándose del espíritu olímpico promocionado por el Barón de Coubertaine; se dedican a transformar las competiciones en pequeños circos romanos en los que, en lugar de competir por conseguir una victoria, por lograr un triunfo o demostrar tener unas cualidades físicas superiores a las del adversario, parece que de lo que se trata, más que de conseguir una victoria limpia, es hacer papilla al contrario, humillarlo y, si es posible, darle a la competición un significado reivindicativo, un trasfondo político o, si me apuran, un medio de extender, lo meramente deportivo, al campo de la batalla entre partidos o formaciones de carácter separatista, que pretenden convertir un evento de entretenimiento y ocio en un avance o medio para conseguir metas que van más allá de lo estrictamente deportivo. Esto lo hizo Hitler en las Olimpiadas de Berlín de 1.936.

Y no se crean que exagero un ápice cuando hago mención a la anti-deportividad mostrada por algún jugador, como ha sucedido con el señor Piqué del Barcelona, a quién sus escarceos amorosos parece que le han privado del sentido común, pues se ha salido con la siguiente perogrullada, dirigida a sus adversarios del Real Madrid: “¡Os hemos ganado vuestra Liga, españolitos!”. Esta chiquillada, pues no se puede catalogar de otra forma semejante sandez, no tendría mayor importancia si se hubiera tratado de rechiflarse del equipo madrileño pero, sin duda, adquiere otra dimensión si se trata de establecer una diferencia entre lo que es España y Catalunya; lo que ya supone establecer una diferencia entre los españoles y los catalanes. La Federación Nacional de Deportes, que parece estar en Babia y no enterarse de nada más que de lo que le conviene, ya debiera de haber tomado medidas para sancionar estas expresiones como se merecen, por lo que tiene de extradeportivas, de desprecio por España y, al mismo tiempo, por los efectos que pudieran tener en el propio partido de Copa del Rey en cuanto a la seguridad y el orden en el campo del Mestalla, en Valencia.

Pero ¡qué les vamos a pedir a estos insensatos a los que les tienen sorbido el cerebro los habituales radicales del independentismo!, si no hacemos otra cosa que presenciar como, cada día, se van cometiendo atentados contra la convivencia y, lo que todavía resulta más impactante y más pernicioso para la nación y sus ciudadanos; contra el bien estar de los españoles, que tienen que ver como cuanto más les pide el Gobierno que se aprieten los cinturones, que acepten los sacrificios que impone la crisis y que se les vaya pidiendo paciencia porque los famosos “brotes verdes están a punto de brotar”; se percatan de que se les está tomando el pelo, al descubrir que los recortes de gastos públicos son un filfa y que no hay en España un organismo, sea del Estado o de las CC.AA, en el que no se encuentren muestras de corrupción, fraudes y enriquecimiento de políticos que, por lo visto, han aprendido a asegurarse la vida en unos pocos años de militar en los partidos políticos o de chupar de las ubres del Gobierno de turno. Porque, veamos lo que está sucediendo con esta insensata guerra en la que nos ha metido el señor ZP para derrotar al señor Gadafi...

Es evidente que los países más listos intuyeron que esta batalla no era fácil de ganar y vieron que entrañaba el peligro de prolongarse en el tiempo. Alemania ya se excluyó y los EE.UU. amagaron, pero a la primera oportunidad se retiraron a la retaguardia, prefiriendo no asumir el protagonismo de una cuestión tan espinosa. La OTAN está encallada en la burocracia europea y los tres países que más se han destacado en su interés por atacar Libia, como son Francia, Inglaterra y…España están pagando su novatada. Las dos primeras, por cuestiones meramente económicas y estratégicas, debido a que Libia tiene petróleo y estaban interesados en ser los primeros en poder hacerse con él, pero ¿qué interés tenía España en meterse en semejante berenjenal? El señor ZP quiso sacar tajada política hablando de los “pobres libios” que iban a ser masacrados por Gadafi; también para hacerle la pelota a Francia y, es posible que pensando que algo sacaría, aunque fuesen migajas, de colaborar con los EE.UU.; a los que tuvo en contra cuando la retirada de nuestras tropas de Irak. La guerra ha resultado una verdadera pifia, los rebeldes, armados, luchan en una verdadera guerra civil y ya no se puede decir que están indefensos como pretenden hacernos creer. La intervención de otras naciones a favor y en contra puede resultar muy peligrosa y, todo en junto, amenaza en convertirse en otro Afganistán, donde llevan años luchando sin ningún resultado práctico.

Pero, cuando la señor Chacón, con su habitual falta de convicción y su escaso impacto mediático, nos viene a solicitar una prórroga de dos meses para seguir en la guerra de Libia; nos preguntamos, ¿cuánto nos está costando esta contienda? Y ¿qué demonios estamos haciendo en ella, gastando dinero a espuertas en algo en lo que no vamos a sacar nada más que quedar en evidencia como protagonistas de una guerra contra el Islam? O ¿es que pretendemos favorecer a Al Qaeda, permitiendo que, a la dictadura de Gadafi, le suceda una dictadura Islámica, al sur de España? Lo curioso es que nos quieren hacer creer que nunca hemos favorecido al señor Gadafi y no es cierto. Le hemos estando vendiendo armas y, entre ellas, bombas de racimo fabricadas en España en 2007, actualmente prohibidas. Le recibimos como amigo, cuando viajó a nuestra patria y Zapatero estuvo encantado en recibirle y tener una larga entrevista con él, ¿no era entonces, el señor Gadafi, un dictador como lo es ahora? O, ¿su petróleo era distinto del que nos venía suministrando desde hace años? Es el mismo, sólo que ahora conviene luchar contra él y entonces era mejor rendirnos a su personalidad.

Pero aquí, en esta batalla en la que nos ha metido ZP, existe un componente que parece que no se está teniendo en cuenta. Nos cuesta mucho dinero y si, cuando pensaban que sólo duraría una semana, se hablaba de un coste de 500.000 euros diarios, ahora que se pide que nos mantengamos en la guerra dos meses más ¿cuánto nos va acostar? O es que nos vamos a creer que sólo, como nos dicen, nos va a costar, en total, 43 millones de euros. El presupuesto militar fue recortado a causa de la crisis, los sueldos de los oficiales se redujeron en un 5% y, sin embargo, ahora se tiene dinero para gastar en batallitas, cuando no se consigue reducir el desempleo, nuestra deuda nos cuesta un ojo de la cara y, por añadidura, el dinero de nuestros impuestos se está perdiendo por las alcantarillas de la administración, para que se vayan forrando una serie de políticos indeseables, que han hecho de sus cargos un manantial para enriquecerse, sin que les importe un ardite si los ciudadanos de a pie apenas pueden vivir, cada día más agobiados por los aumentos de precios, las hipotecas, la falta de créditos, los aumentos de tarifas etc.¿Es que se han vuelto locos?. O eso, señores, es lo que opino.