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Diario YA


 

El lastre de las autonomías hace ingobernable el Estado

Miguel Massanet Bosch.    John Keats fue uno de los poetas ingleses más sugerentes y de mayor talento del siglo XIX y uno de los más carismáticos del romanticismo. A él debemos Hiperion, una de sus obras más conocidas, de la que podemos entresacar el siguiente pensamiento: “Los fanáticos tienen sus ensueños, con los que forjan un paraíso para su secta”. Y es que, señores, puede que todavía algunos españoles no hayamos llegado a comprender como una España solvente, en fase de expansión, que supo remontar una crisis y conseguir entrar con nota en el exclusivo club europeo; en tan solo siete años, haya podido caer en la más profunda depresión, asediada por las deudas, con el doble de desempleo que la media europea; con todo nuestro sistema financiero puesto en cuestión y ostentando el ingrato honor de ser, junto a Grecia, Irlanda, Portugal e Italia, uno de los países de la Zona Euro y la CE, en fase de marginación por no haber podido controlar, siete años después, los efectos de la crisis de las sub-prime, cuando el resto de países, con mayor o menor fortuna, han conseguido hacerlo.

Podemos hablar de la pésima gestión de los socialistas que gobernaron el país desde el mes de marzo del 2004. Sin duda, la incapacidad del ejecutivo del señor Rodríguez Zapatero fue incapaz de afrontar una crisis en la que empezó por no creer que existiera para acabar entregado a Europa que fue la que le impuso los simulacros de recortes que tuvo que acabar por admitir. Aún así, Zapatero se creyó lo suficientemente listo para darles gato por liebre a la Comisión europea y cuyas consecuencias fueron que, la mayoría de las medidas de recorte de gastos y reformas estructurales (entre ellas la de la flexibilización de plantillas, la movilidad funcional dentro de las empresas y la negociación colectiva), se quedaron en meros intentos de camuflar la verdadera realidad de la situación de España. Este fue su mayor error, porque Europa no tardó en darse cuenta de que España, como Grecia, no era un país del que se pudieran fiar. Y, como una cosa lleva a la otra y, en cuestiones de finanzas, la confianza de los inversores es un factor clave; empezamos a tener problemas graves de refinanciación del Estado.
 
Pero, señores, la explicación de que España se fuera descapitalizando, de que entráramos en la senda del despilfarro y del gasto público desorbitado, aparte de la megalomanía del ejecutivo socialista, que se creyó que el Tesoro era una fuente inagotable y que, por tanto, podían abusar de él para poner en marcha sus proyectos sociales como si, en realidad,  cada una de las leyes que fueron promulgando ( la de Dependencia, las ayudas a los alquileres, los 400 euros de descuento del Impuesto de la Renta, los 2.500 euros para las madres que parieran y otro sin fin de ayudas, subvenciones, pagos por trabajos que no se realizaban; así como las obras mastodónticas, que luego no han servido para nada, quedando como un monumento a la estupidez de quienes las aprobaron; entre las cuales citamos: Galicia financia un tren que sólo utilizan 250 viajeros al año; Huesca mantiene un aeropuerto con 9 pasajeros al mes y Huelva mantiene un puente sin tráfico; en menos de tres años Fomento ha inaugurado cuatro líneas de alta velocidad de las que, según un informe de RENFE, sólo tres son rentables, las de Sevilla, Málaga y Barcelona. Así podríamos seguir si tuviéramos suficiente espacio para enumerarlas.
 
Pero no se crean que todo haya dependido de la estulticia del Estado central ni que haya surgido espontáneamente de los respectivos ministros de Fomento. No señores, la mayoría de estas obras han sido reclamadas desde las respectivas autonomías; que han aprovechado el poder de los socialistas en la mayoría de las autonomías españolas, para conseguir, del gobierno socialista, la ejecución de obras que por su magnitud y apariencia podían ser explotadas con fines electoralistas al llegar el momento de las elecciones. Así no nos debería extrañar el caso del tranvía (denominado ampulosamente como metro ligero) de Granada, un proyecto demasiado ambicioso, que se comenzó a ejecutar en el 2007, con un coste estimado de 360 millones de Euros y que, por causa de la crisis, ha tenido que ser abandonado antes de su finalización.
 
En estos momentos, el Gobierno del PP se está dando cuenta de, hasta dónde, el poder autonómico está dificultando el aplicar medidas de austeridad, recorte de gastos públicos, supresión de organismo oficiales y reducción de las cantidades que se usan para subvencionar, especialmente en el caso de el País Vasco y Catalunya, la imposición de la lengua vernácula; favorecer a entidades teatrales y cine en vasco o catalán o crear “embajadas” en el extranjero, para vender como un país independiente a sus respectivas regiones. En realidad, pueden ustedes comprobarlo leyendo la prensa autonómica, parece que se han confabulado para que, cualquier medida que, el nuevo gobierno del señor Rajoy, forzado por las circunstancias, impelido por Europa y pendiente de lo que ocurre en las bolsas, se vea obligado a adoptar para evitar que, aquellos que tanto trabajaron para hundir a España (socialistas y nacionalistas), acaben rematando su propósito que, sin duda, consiste en que debamos ser rescatados como si, en vez de ser una nación con una economía reforzada y cumplidora de sus compromisos, pero azotada por los especuladores de la bolsa y la poca operatividad y dudas de una Europa donde, la lucha por el poder, parece que va encaminada a acabar con el Mercado Común y con el mismo euro, si no se toman en serio que: la única forma de salvar este entramado artificial en que consiste la CE; impidiendo que España tenga que ser rescatada lo cual supondría una cifra de no menos de 500.000 millones de euros, algo que está fuera del alcance del Fondo Europeo de Rescate.
 
El abuso de los recursos al TC; la forma belicista con la que acogen los consejos del Gobierno; el incumplimiento pertinaz de las sentencias que, tanto del TS, como el TSJC y el mismo TC, han dictado referente tanto a la inconstitucionalidad de algunas partes del Estatut catalán, como en lo que respecta al derecho de los estudiantes a recibir la educación en castellano, algo a lo que se vienen negando pertinazmente sin que parezca que haya alguien, tanto en el Gobierno como en la Fiscalía del Estado, que les haga comprender, si es necesario a la fuerza, que el Estado de Derecho no depende de que cualquier presidente de gobierno autonómico o parlamento local, pueda decidir enfrentarse abiertamente a las decisiones judiciales. Y todo esto, ante la estupefacción del resto de estados europeos, que todavía no pueden entender como la bandera española no ondee en algunos edificios oficiales, se impida que un español pueda estudiar en castellano o se quemen, impunemente, los retratos del Rey por esta gentuza engreída y sectaria a la que no le importa, en un evento deportivo, silbar al Rey o abroncar el himno español. Todo ello dentro de la más completa e inexplicable impunidad debido a que las autoridades que debieran actuar para exigir responsabilidades prefieren mirar hacia otro lado por miedo a que “la bestia” que temen yace detrás de todos estos movimientos,  se les tire encima.
 
Si no nos deshacemos de este cáncer, que está  en estado de metástasis, antes de que acabe por corroer la unidad de esta nación, y no tenemos la valentía necesaria para modificar la norma constitucional, en cuanto al tema de las autonomías, que impida semejantes desmanes por parte de los entes autonómicos; mucho nos tememos que la desconfianza de Europa, basada en gran parte en el déficit autonómico y su endeudamientos, se vaya acentuando, en perjuicio de la recuperación de nuestra nación. O esta es, señores, mi impresión al respecto.