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Diario YA


 

El hombre contra el hombre, ¿alguien quiere apostar?

El silencio de las imágenes

Juan Manuel Alesson. Mientras escribo estas líneas en la cafetería del recién inaugurado y espectacular ‘The Cube’, en Eschborn, Alemania, en las tres pantallas gigantes de televisión del hall, sin volumen, las imágenes de lo que han dado en denominar este mundo, o esta época, o el presente, o la actualidad, o la realidad –o cuantos nombres más se quieran añadir- se suceden sin interrupción, de la mañana a la noche, con un ritmo de vértigo. Es como si dijeran: ‘mira, pero no pienses’. Como si quisieran acostumbrarte a algo que no debería existir. Muchas de ellas -cuando no se trata de gráficos, índices, valores o cualquier otro indicador o cifras bursátiles- son imágenes duras, violentas, de guerras y revueltas armadas, de desolación, de hambre y de muerte. Carros de combate destruidos y abandonados en las dunas del desierto, caza bombarderos despegando de la cubierta de un portaviones, un montón de cadáveres apilados en un camión, líderes árabes que arengan a seguidores enfebrecidos, centrales nucleares ardiendo, niños desnutridos hasta el extremo de tocar la muerte. No se nace preparado para esto.
Son imágenes de la CNN, de n-tv, de Bloomberg. Quienes presentan las noticias en estas cadenas suelen ser mujeres. La sensación que produce un espectáculo tan dantesco es la que se tendría al contemplar directamente, sin filtros, la esencia del horror. Es un mundo donde cada vez cuesta más vivir. En cuanto a ti, la distancia con el tiempo que te ha tocado en suerte es, sencillamente, abismal.
Alguna vez, en algún momento, el hombre perdió el camino, piensas sin apartar los ojos de esas pantallas. Todo esto, mantenido y acrecentado en el tiempo, no es cosa de un solo hombre. Es cierta forma de entender la existencia la que produce imágenes como éstas, que son la degeneración de lo que debería haber sido la vida. El hombre no nace para matar. El hombre contra el hombre, ¿alguien quiere apostar? Es de locos. Pero cambiará. Debe hacerlo. No puede seguir. Y caes en la cuenta de que llevas media vida repitiéndolo. Repitiendo lo mismo. Luego piensas que, acaso, para quienes gobiernen un día el planeta, éste se haya destruido tanto y tantas veces ya que para ellos no tenga sentido el seguir haciéndolo, o que, cuando las circunstancias lleguen a ser tan diferentes que hagan improductiva e inútil la guerra, entonces… ¿Has dicho ‘que hagan improductiva e inútil la guerra’?