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Diario YA


 

La religión al servicio de la política

El sistema católico español

Javier Paredes

No hace mucho celebrábamos la fiesta de todos los santos, y justo unos días antes el mensaje de la Virgen de Medjugorje nos proponía seguir el camino de la conversión, tomando como ejemplo a los santos. En la página oficial de Medjugorje (www.centromedjugorje.com) se reproduce con estas palabras: “Queridos hijos, que este tiempo sea para vosotros tiempo de oración. Mi invitación quiere ser para vosotros, hijitos, una invitación para  que os decidáis a seguir el camino de la conversión, por eso orad y pedid la intercesión de todos los santos. Que ellos sean para vosotros ejemplo y alegría hacia la vida eterna. ¡Gracias por haber respondido a la llamada”.

La santidad consiste en seguir las huellas de Jesucristo, quien ya anunció que sus seguidores serían perseguidos, lo mismo que le ocurrió a Él. Por eso viene a mi recuerdo el comentario que Benedicto XVI hizo en el avión, cuando venía desde Roma a España en su reciente viaje apostólico. Se refería el Santo Padre a la similitud que existía entre el acoso laicista  en la España de los años treinta y los ataques que el catolicismo sufre en la actualidad en nuestra patria. Todo quedó en un comentario general, sin concretar las consecuencias que eso tuvo, porque no era ni el momento ni la ocasión. Y a pesar de todo, a pesar de que no descendió al detalle de las páginas más negras de la Historia de España, los continuadores ideológicos de aquel laicismo se han lanzado contra Benedicto XVI.

Es el momento de que nosotros buceemos en la historia para saber lo que pasó. Me ahorro la descripción del ataque laicista, que desembocó en una de las más violentas persecuciones de la Historia de la Iglesia de todos los tiempos, una persecución dirigida no sólo contra las personas, sino también contra las cosas sagradas. Así por ejemplo durante la Segunda República (1931-1936) y la Guerra Civil (1936-1939), es decir durante los años treinta, se quemaron y profanaron numerosos templos en España. Pero lo que llama la atención de este ataque laicista de los años treinta no es tanto la saña de los verdugos, como la respuesta de los perseguidos: no se conoce ningún caso de apostasía  y resulta incalculable el número de los mártires.

Para dar una idea aproximada de lo sucedido, diré que sólo durante la guerra civil española (1936-1939) fueron asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 283 monjas, lo que equivalía  a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco frailes (A. Montero, Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939. Madrid 1961). A estos datos habría que añadir el elevado número -imposible de establecer con exactitud- de tantos católicos españoles que murieron víctimas del odio contra la religión, en una persecución que a semejanza de la de los primeros cristianos dio cabida a acontecimientos como los de la "Casa de Fieras", el zoo situado entonces en el parque madrileño del Retiro, donde se arrojaba las personas para que fuesen devoradas por los osos y los leones. (J. L. Alfaya,  Como un río de fuego. Madrid 1936. Pamplona 1998).

Y como la sangre de los mártires es semilla de cristianos, después de esta persecución la Iglesia católica tuvo un esplendido fortalecimiento en España. Con todos los defectos y carencias espirituales que se quiera, en términos generales y hasta los años sesenta, se llenaron los seminarios, las órdenes religiosas vieron crecer notablemente sus efectivos, salieron misioneros españoles a todos los rincones del mundo, las familias y la educación –incluida la pública- eran cristianas y, en buena medida la sociedad procuraba orientarse por la doctrina social de la Iglesia. Y como los éxitos de la Iglesia se miden en frutos de santidad, bastaría con repasar la lista de las beatificaciones y canonizaciones de los últimos años, en las que a los nombres de los santos mártires, hay que añadir los de los santos confesores que vivieron en el período posterior a la guerra civil y revitalizaron la Iglesia universal. Sin duda, que la Historia de la Iglesia  universal hubiera sido otra muy distinta sin el impulso  del Carmelo de Santa Maravillas, o la expansión del Opus Dei, de San Josemaría Escrivá de Balaguer, por todo el mundo.

En contraste con este espléndido pasado, la respuesta actual de los católicos al ataque laicista está siendo muy distinta. La opción del martirio parece hoy descartada, no tanto porque no haya quien se preste a desempeñar el papel de perseguidor, cuanto por la falta de candidatos dispuestos a ser perseguidos. La atonía de los católicos españoles de las últimas décadas, laicos o clérigos, ha hecho germinar el fruto perverso, que podíamos denominar "el sistema católico español".

¿Qué entiendo por el sistema católico español? Pues un conjunto de piezas armonizadas y coordinadas para conquistar el poder, poniendo la religión al servicio de la política. De este modo se han entregado al Partido Popular periódicos, radios, televisiones y todo una serie de asociaciones –aconfesionales según sus dirigentes, por más que sus convocatorias se hagan mediante carteles colgados en las parroquias- que han cambiado el viejo lema de “fuera de la Iglesia no hay salvación”, por el de “los católicos no tienen nada que hacer fuera del PP”. Y conculcando la libertad de los católicos en materia política, que permite a los laicos participar en distintos partidos políticos, siempre que no contradigan la doctrina de la Iglesia, el actual sistema católico español, aunque no de derecho, de hecho ha convertido al Partido Popular en el partido único de los católicos, mediante la estrategia del voto útil. Así las cosas, se consigue que todas las piezas del sistema católico español funcionen al unísono para crear la opinión de que la santidad y la corredención deben dejar de ser los objetivos principales de los católicos, porque antes hay que arreglar la economía y expulsar de la Moncloa a los socialistas.

Gracias a la manipulación hecha por los medios de comunicación,  que forman parte de este sistema católico español, se ha conseguido convertir al Partido Popular en el partido único de los católicos, a pesar de que su programa en materias claves como las de la familia y la vida son claramente anticristianas y chocan frontalmente contra la doctrina social de la Iglesia.

 La estrategia para conseguirlo es bien sencilla y se realiza de dos maneras. En primer lugar, todos estos medios de comunicación silencian cualquier iniciativa cristiana que  a su entender pueda perjudicar los intereses del Partido Popular. Sobran los ejemplos de ello, pero sin duda el más sobresaliente fue la manipulación realizada por los medios de comunicación de este sistema católico español para ocultar que  el partido social cristiano, Alternativa Española,  fue quien puso la denuncia que acabó en la cárcel con Morín, el dueño de las clínicas abortistas de Barcelona. Y cuando la opinión pública se estremeció al saber que en esas clínicas había una trituradora para los fetos conectada con las alcantarillas, y no hubo más remedio que buscar a alguien que hablara de los hechos, naturalmente los medios de comunicación del sistema católico español, a pesar de que sabían quién había puesto la denuncia contra Morín, en lugar de llamar a los responsables de Alternativa Española, sólo dieron cabida en su informaciones a los dirigentes de las asociaciones pro vida y familiares, integradas en su mismo sistema católico, demostrando una vez más que dichas asociaciones antes que pro vida y pro familia, son defensores del Partido Popular.

Y junto al ocultamiento y el silencio de cuantas iniciativas pudieran poner en evidencia la actuación anticatólica del Partido Popular, la segunda manera de manipulación de los medios de comunicación consiste en convencer a los católicos de que no hay mejores defensores de los intereses católicos que los líderes del Partido Popular, aunque actúen contra la doctrina de la Iglesia. Para validar semejante contradicción, el sistema católico español ha generalizado como norma moral la del mal menor.  De este modo, hagan lo que hagan los políticos populares, el sistema les disculpa y bendice sus actuaciones, y ello con el argumento de que siempre puede venir alguien que empeore la situación en la que nos encontramos. Pongamos otro ejemplo clarificador. Esperanza Aguirre ha sido promocionada por los medios de comunicación de este sistema católico como la genuina defensora  de los intereses de los creyentes españoles. Y esos mismos medios que denuncian las tropelías de los gobiernos socialistas, callan  cosas tales como que el  gobierno de Esperanza Aguirre es el que más abortos financia en toda España y uno de los pocos que también subvenciona el cambio de sexo.

El resultado de todo ello es que este sistema católico español sirve para conquistar el poder, pero no para recristianizar la sociedad. Es más, este sistema católico lo que hace es descristianizar aún más de lo que ya está la sociedad, al ocultar que el verdadero mal, que actúa como un cáncer, no está fuera sino dentro. Por lo demás, los católicos -clérigos o laicos- que mantienen y se benefician de este sistema católico que acabo de definir, lo han perfeccionado de tal modo, que han acabado de convencer a la mayoría de los católicos de que es imposible vivir a fondo la fe cristiana en la vida pública, sino que hay que conformarse con una versión centrorreformista, moderada y malminorista de la idea cristiana de la vida pública. El resultado no puede ser más negativo, pues a diferencia del laicismo de los años treinta que provocó una eclosión de mártires, el laicismo actual ha generado un gran número de traidores, cobijados y promovidos por el sistema católico español.