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Diario YA


 

Quizás necesitemos desempolvar los libros del catolicismo social

El té de G.K. Chesterton, o la otra derecha posible

José Luis Orella. El célebre escritor Gilbert K. Chesterton también fue un hombre comprometido con la realidad de su tiempo, y presidió la Liga Distributista, asociación creada por su hermano Cecil y el historiador Hilaire Belloc. La liga criticaba al sistema parlamentario por ser una rotación del mismo grupo social formado por los políticos más destacados de los principales partidos, y cuya labor se centraba en su beneficio, y no en el de la sociedad. 

La necesidad de proteger a la sociedad de los intereses de los grandes truts capitalistas, que hacían y deshacían gobiernos, estaba en inspirarse en la Edad Media. Una sociedad formada por pequeñas propiedades, comercios y con una administración descentralizada, donde el Estado era meramente un coordinador que dejaba las iniciativas a la sociedad. La iniciativa la tendrían las agrupaciones autónomas de profesionales o gremios. Un modelo identificable en la comunidad de la tierra media, descrita en El Señor de los anillos, la obra de J.R.R. Tolkien, simpatizante del distributismo.

El distributismo pretendía una sociedad de pequeños propietarios agrarios, comerciantes y artesanos, que viviesen de manera armónica en sus gremios y asociaciones, permitiendo a la persona vivir en una sociedad humanizada, sin grandes diferencias sociales. Una comunidad social organizada, donde la persona no estuviese aislada de sus congéneres, al libre arbitrio de la libertad de mercado del capitalismo, o del totalitarismo estatista propugnado por el socialismo. Pequeñas comunidades ciudadanas, donde la persona tuviese lo necesario para su dignidad y fuese responsable de sus actos. En España donde el 80% de los puestos de trabajo dependen de la pequeña y mediana empresa, es hora que tengan su reflejo en nuestro marco político. La izquierda representa a los caducos sindicatos de clase, el centro liberal los intereses de las macroempresas, pero quien se preocupa de quien sostiene verdaderamente este MultiEstado autonómico. Quizás necesitemos desempolvar los libros del catolicismo social para que nos inspiren respuestas humanas a la realidad del siglo XXI, donde podamos construir un mundo más humano, sin pobres y sin ricos, donde se dignifique el trabajo del pequeño ciudadano anónimo.