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Diario YA


 

Esteban González Pons, “el apelativo cristiano no tiene connotación religiosa”

El verdadero humanismo cristiano

La Lupa del YA. Según se ha acordado en el XVII Congreso Nacional del Partido Popular, en la ponencia Social y Política que votaron por unanimidad todos los presentes, sin siquiera llegar a debatir la enmienda presentada por Cristina Cifuentes y Ángel Garrido, el partido presidido por Mariano Rajoy  mantendrá el "humanismo cristiano" dentro de su definición ideológica, aunque, según el hasta ahora vicesecretario de Comunicación y ahora ascendido a vicesecretario general de Estudios y Programas, Esteban González Pons, “el apelativo cristiano no tiene connotación religiosa”.
Esto hace preguntarse si es posible que las voces “cristianismo” y “cristiano” tengan realmente alguna connotación que no sea religiosa, algo a lo que el Diccionario de la Real Academia Española nos da la respuesta al definir cristianismo como: “1-Religión cristiana”, 2- Gremio de los fieles cristianos”; y definir cristiano como: 1- “perteneciente a la religión de Cristo y agregado a ella, 2- Que profesa la religión de Cristo que recibió en el bautismo”. En principio, y según el DRAE, no podría estar más clara la cuestión.
Pero, en una sociedad como la actual, víctima de un creciente proceso de secularización, es cierto que en la prensa, en la calle y en muchos centros educativos se habla mucho más de deporte que de religión y, al hablar de “cristiano”, a muchos les puede venir antes a la cabeza la imagen del extremo del Real Madrid Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro, que la imagen de quienes profesamos la doctrina de un carpintero muerto unos veinte siglos antes de que empezaran a sonar  John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr… ¿Será, por consiguiente, el humanismo del Partido Popular –que no tiene connotación religiosa- un humanismo de carácter deportivo? Si no fuera por la mendacidad que implica, la presunta ignorancia de la lengua española por parte de González Pons, sería digna de figurar en la desternillante “Antología del disparate” que recopilada por Luis Díez Jiménez.
Pero, si se es riguroso, partiendo del presupuesto de que el cristianismo, en cuanto a religión revelada, es algo radicalmente divino; en tanto que al mismo tiempo no puede haber mayor humanismo que el que se da en una divinidad que toma la naturaleza humana para redimir al hombre, en el actual contexto mundial de crisis tanto económica de valores de unos humanismos de raíz atea nacidos de la ilustración y del marxismo, entre los que cabe entender se inscribe el humanismo “sin connotación religiosa” del liberal Partido Popular, debe reivindicarse un humanismo sin miedo a las connotaciones, radicado en el cristianismo y derivado de la doctrina católica, a fin de  procurar que nuestra sociedad moderna sea tratada y estudiada en todas sus articulaciones sociales y políticas, para ser regenerada adecuadamente a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la Ley y en la Moral naturales.
No es otra actitud que ésta la que, si se confiesa que Cristo Jesús ha sido dado a los hombres como redentor en quien confíen y como legislador a quien obedezcan. Así se comprende en la carta encíclica Quas Primas (Pío XI, 1925), donde ya se proclamaba no sólo que este cúmulo de males ha invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se han alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecerá una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones nieguen y rechacen el imperio de nuestro Salvador, cuya soberanía se funda en la maravillosa unión llamada hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre.
Dicha soberanía, simbolizada en las tres coronas de la tiara pontificia, tiene una triple dimensión, en lo espiritual, en lo temporal y en los individuos que integran la sociedad. Y, como enseña San Agustín, “porque la felicidad de la nación no procede de distinta fuente que la felicidad de los ciudadanos, pues la nación no es otra cosa que el conjunto concorde de ciudadanos”, no deben negarse los gobernantes de las naciones a dar por sí mismos y por el pueblo públicas muestras de veneración y de obediencia al imperio de Cristo si quieren conservar incólume su autoridad y hacer la felicidad y la fortuna de su patria. Porque, si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia. La regia dignidad de Nuestro Señor, así como hace sacra en cierto modo la autoridad humana de los jefes y gobernantes del Estado, así también ennoblece los deberes y la obediencia de los súbditos. Y, del mismo modo, si los gobernantes legítimamente elegidos se persuaden de que ellos mandan, más que por derecho propio por mandato y en representación del Rey divino, a nadie se le ocultará cuán santa y sabiamente habrán de usar de su autoridad y cuán gran cuenta deberán tener, al dar las leyes y exigir su cumplimiento, con el bien común y con la dignidad humana.
Por todo ello un humanismo cristiano verdadero, es decir donde la palabra cristiano sí tenga, contra lo dicho por González Pons, las debidas connotaciones religiosas y se ordene al bien común y respeto a la dignidad humana, a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la Ley y en la Moral naturales, nunca podría admitir como legítimas “per se”, a pesar de cuales quiera consideraciones sociológicas, leyes como las que actualmente sostiene o habla de promover el Partido Popular en materias como el divorcio, el aborto, la concepción de la familia fuera de otros ámbitos que no sea la tradicional, o actitudes socioculturales que se amparan en no se sabe qué pretendida libertad de expresión o cátedra para justificar una actitud de permanente hostilidad hacia el catolicismo.
Para que no haya dudas de cuál debe ser el fundamento del verdadero humanismo cristiano, ésta es la enseñanza de Pío XI en Quas Primas, en la que vemos cómo, casi con palabras proféticas, el Sumo Pontífice previó hace 87 años lo que hoy estamos padeciendo: “Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy infecta a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos”.