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Diario YA


 

El sentido común debiera imponerse en bien de toda Europa

España un polvorín para la UE y el euro

Miguel Massanet Bosch.   Seguramente podríamos preguntarnos, en estos momentos de grave quebranto para nuestra nación, si es cierto que existe una Unión Europea, integrada por 27 países, y una Zona Euro formada por 17 estados o es que, más bien, se trata de una ilusoria ficción y todo este entramado, todo el Parlamento Europeo y todo el ECOFIN no es más que una excusa, una mera pantomima o espejismo para darles, a unas pocas naciones, el poder de decisión por encima de las restantes y que lo utilicen para engrandecerse a costa del resto. No niego que, la gran Alemania y la no tan gran Francia han ido, hasta ahora, por delante del resto, en cuanto a su recuperación económica después de la gran recesión de principios del 2008; sin embargo, deberemos recordar que, la propia Alemania tuvo dificultades, en su día, para cumplir  con el déficit fijado por la UE y no pasó nada ni nadie le pidió cuentas por aquel retraso.

 Es obvio que la señora Merkel y su gobierno, no se hallan en la mejor posición posible dentro de su propio país, donde van perdiendo lander tras lander a una velocidad inquietante, sobre todo para la señora Merkel y en detrimento de su partido  la UDC. Esto ha sido, con toda probabilidad, la causa de este endurecimiento e intransigencia que parece que la mandataria alemana ha decidido aplicar a su política europea. Tampoco da la sensación de que, el cambio de gobierno en Francia, haya sido bien recibido en la cancillería alemana y, esta mutua desconfianza, entre aquellos que, con el señor Sarkozy, habían sido carne y uña; da la impresión de que no le ha sentado demasiado bien a Europa. Sin duda que, la recesión que parece que se ha reactivado en Europa, los constantes ataques al euro y la situación de una Grecia al límite de sus posibilidades, sin un gobierno estable, con una población lanzada a la calle en multitudinarias protestas y con el precedente de haberse negado a tomar las decisiones que se le impusieron; no parece la más favorable para que ahora quieran hacernos concesiones a España  Sin embargo, señores ¡España no es, ni mucho menos lo mismo que Grecia! Cualquiera que quisiera establecer comparaciones entre uno y otro caso cometería un error de bulto. España sigue asiendo una de las economías más sólidas de Europa, pese a que la situación precaria de las entidades financieras haya repercutido de forma negativa en sus posibilidades de refinanciación, de inversiones y de modernización lo que ha provocado un estancamiento en todo el tejido industrial.
 
España se ha visto afectada, en mayor grado que otras naciones, a causa de la  excesiva exposición de nuestro sector financiera al ladrillo y la tranquilidad con la que, especialmente las cajas (no olvidemos que estaban controladas por los políticos y los sindicatos) se lanzaron a la vorágine especulativa, pensando que el “boom” de la construcción no tendría fin y las ganancias estaban aseguradas. La excesiva dependencia de nuestra nación al sector de la construcción ha dado lugar que, al desplomarse bruscamente, se haya dado al trate no sólo con cientos de miles de empleos directamente relacionados con ella, sino que, con el efecto perverso de haber arrastrado en su caída a toda una potente industria auxiliar que fue, directamente, afectada al perder a sus clientes. Aquí hubo un culpable claro: el Banco de España, que tenía la obligación de vigilar que no se produjeran operaciones de alto riesgo por parte de bancos y cajas (los propios inspectores de la institución lo habían denunciado en innumerables ocasiones sin que se les tomara en cuenta por el señor gobernador).
 
El hecho, desastroso, de que primero se negara la crisis y luego no se afrontara con decisión y medidas de impulso a nuestra industria, para la reactivación de nuestro mercado, encaminándola a otras actividades que pudieran suplir a la construcción, ha sido la causa de que nuestra exposición a la crisis general hay sido superior y más traumática que en otras naciones de nuestro entorno. El lastre que supone el tener que subvencionar a cinco millones y medio de parados, cuando nuestras empresas están en el dique seco y sólo sobreviven las que consiguen exportar sus productos es, sin duda, la causa de que sigamos sin poder salir del agujero en el que nos encontramos. El Gobierno se ve en la necesidad de endeudarse, cada vez más, para poder atender a los  vencimientos de la deuda, una gran parte destinada a cubrir el coste del desempleo, otra (unos 25.000 millones de euros), para pagar el coste financiero de la deuda (intereses, seguro de pago, colocación, y prima) y, lo restante, para cubrir los gastos corrientes
 
Pero, con todos nuestros problemas, el nuevo gobierno ha cumplido con lo que nos pedía desde Bruselas, ha intentado poner freno a los despilfarros autonómicos, ha luchado y lo sigue haciendo, para poner  remedio a nuestro caos financiero, agravado, sin duda, por el caso de Bankia; ha llevado a cabo una reestructuración del mercado laboral y –aquí es donde parece que ha quedado encallado – ha puesto en marcha una ley de Estabilidad Financiera para exigirles a las CC.AA unos presupuestos responsables y pedirles que su déficit no sobrepase el fijado como máximo por el Gobierno ( 1’50%). Otra cosa es que los mercados, por determinadas circunstancias (entre ellas algunos errores de comunicación del Ejecutivo) sigan desconfiando de nuestra deuda, lo que ha significado que nuestra prima de riesgo esté por encima de los 540 puntos básicos y nuestro interés por los bonos a diez años alcance el 6’7%.
 
Y aquí está el nudo gordiano de la cuestión. Para recobrar la confianza de los mercados el BCE debiera comprarnos deuda, por el sistema que fuere, lo que parece que no puede ser porque Alemania se opone. No se le puede reprochar demasiado, a dicha nación, que se sienta remisa a poner más dinero para socorrer a países en apuros, porque ya ha puesto mucho en Grecia y el resto de PIIGS y parece que, sus ciudadanos, ya piensan en que no vale la pena tanto sacrificio para sostener el euro, algo que, por supuesto no comparte la señora Merkel. No obstante, existe un  problema para Europa y para el euro, que debieran de tener en cuenta en Bruselas: no se pueden exponer a tirar demasiado del hilo y pretender apurar más la presión sobre España, porque un error de cálculo, un derrumbe mal controlado de nuestro sistema financiero o un colapso de nuestra economía, no sólo significaría un posible brote de violencia social de gran calibre, a las mismísimas puertas de Europa, sino que arrastraría tras de si miles de millones de euros que tanto Alemania como otros países europeos, tienen invertidos en nuestra Deuda 
(Tanto pública como privada) y en otros valores y, lo que todavía puede que les doliera más, muchas de las empresas en las que tienen una importante participación, que posiblemente saldrían tocadas de muerte ante una situación extrema como la que se produciría.
 
España es, actualmente, un polvorín para Europa y, del buen sentido de los gobernantes europeos, es posible que dependa que se salve el euro y se recupere la CE. Una política demasiado cartesiana, un empeño en olvidarse de los factores humanos que también cuentan en los affaires económicos y un empecinamiento hitleriano en no doblegarse y mantenerse en el machito, contra viento y marea, puede que sea demasiado, hasta para la misma todopoderosa Alemania. El sentido común debiera imponerse en bien de toda Europa y alguien debiera sopesar detenidamente las consecuencias de un crack económico en una España, que no se olvidan, cuenta con 42 millones de habitantes. O este es, señores, mi criterio al respecto. 

 

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