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Diario YA


 

Esperanza cuando besa...

Ángel del Río. 27 de enero.

La española cuando besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad. A Esperanza Aguirre no le interesa besar por frivolidad, supongo, pero sí besa por necesidad, por la necesidad que exigen las apariencias, por ahuyentar los rumores, echar pelillos a la mar y dar la impresión de que entre ella y Gallardón no hay más distancia que la que existe entre la plaza de Cibeles y la Puerta del Sol, aunque la realidad sea engañosa y esas distancias resulten mayores que las que se aprecian o intentan aparentar.

El sábado, en ese acto abierto del partido, se volvió a representar la escena del beso entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruíz Gallardón, para demostrar, mejor dicho, intentar demostrar a la opinión pública más ingenua, que todo va miel sobre hojuelas, que no hay nada entre ambos que no sea cordialidad, camaradería, compañerismo, cariño, entendimiento. Volvieron a besarse y a abrazarse en público, como hacen siempre al día siguiente de haber protagonizado un conflicto entre ambos, y eso ya no cuela; ese beso era más de cartón que de amistad, de cartón-piedra me atrevo a decir. El pasado jueves por la tarde, la presidenta de la Comunidad animaba a Gallardón a que fuera a los tribunales si se creía todo lo que estaba publicando El País sobre la presunta trama de espías en el gobierno regional; le animaba a que el alcalde denunciara en los juzgados lo que estaba denunciando, o insinuaba, en conversaciones con los periodistas, y que allí se encontrarían. Aguirre le citó y se la vio muy enfadada con él. Pero día y medio después, el pasado sábado, beso en público, como si el personal fuera tonto y no estuviera acostumbrado ya a que después de cada refriega entre ambos, que por cierto suelen ser frecuentes, escenifican en público el abrazo y hasta el beso de Vergara, y eso ya no se lo traga nadie, como nadie se traga que dentro del PP no haya fisuras, dudas, enfrentamientos velados y desvelados, y mucho hierro, muchos puñales, por más que se quiera quitar el hierro con ósculos forzados.

Cuando en el acto del sábado Mariano Rajoy llamó a la unidad de todos, evidenció que no hay unión en estos momentos y que las fuerzas de los intereses van contra el gobierno de la Comunidad, desde fuera y desde dentro. En los últimos días ha habido acusaciones mutuas muy fuertes, muy directas, porque a veces, las indirectas, dudas y dardos envenenados son más dañinos que el dedo acusador directo. Muchos pueden pensar que el beso sabatino lo cura todo, devuelve las aguas a su cauce, que aquí no ha pasado nada. Pero seguirá pasando, volverán las malas relaciones entre los dos, las sospechas, las dudas y las puñaladas políticas, hasta el próximo beso en público, otro beso de cartón-piedra.

 

 

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