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Diario YA


 

El “Programa Brao” debía insertarles en la sociedad española pero ni el PSOE lo hizo ni el PP lo hace ahora

Exiliados Cubanos se sienten engañados por el Estado Español

Luis Montero Trénor. En pleno centro de Madrid, justo a orillas de la Plaza Mayor, se encuentra la Plaza de La Provincia. Allí, el paseante puede encontrar un campamento al que sus ocupantes -siete hombres y tres mujeres de nacionalidad cubana- han bautizado como “La Isla”. Casi todos alcanzan la mediana edad, aunque también hay una chica de diecinueve años, y llevan ya trescientos tres días habitando ese lugar decorado con banderas de su otra isla, la de verdad, frases de José Martí y alegatos contra el régimen castrista. Como es invierno y el frío madrileño aprieta con fuerza -¡qué distinto el clima cálido y alegre de la tierra caribeña!-, aquello está forrado con un gran plástico que algo protege de tanta inclemencia. Los habitantes de tan singular emplazamiento tuvieron la gentileza de recibirnos cordialmente y explicarnos con detalle el porqué de esta situación.

Hace casi tres años, más de cien presos políticos cubanos fueron trasladados desde Cuba hasta España en virtud del acuerdo al que llegaron los gobiernos de estos dos países. Salieron, según nos cuentan, escoltados como si fueran peligrosísimos terroristas, y lo hicieron desde “la puerta atrás del aeropuerto de La Habana”. Nada más llegar a Madrid, ante su sorpresa,    fueron separados y dispersados por ocho provincias en cada una de las cuales debería ponerse en funcionamiento el llamado “Programa Brao”, ideado para insertar a los expatriados en la sociedad española. Homologación de títulos, realización de cursos o ayuda económica inicial constituían las bases de aquel proyecto que no llegó a funcionar correctamente porque, según palabras de los afectados, el gobierno socialista de entonces nunca preparó de verdad a las ong´s que  debían ponerlo en marcha. Pero ahora rige el Partido Popular y observamos cómo un partido que teóricamente apoyaba a la oposición anticastrista, hoy vuelve la espalda y se desentiende de quienes combatieron frente el Régimen pagando el altísimo precio de pasar lustros en las  nada confortables cárceles donde el régimen encierra, y a veces entierra, a quien ose disentir.

Hombres de una pieza como Miguel Ángel Valle Hernández (presidente de la Federación de Ex presos políticos cubanos en España), Carlos Rodríguez Claudio  -que ha sufrido dos ictus en un año- y el resto de habitantes de la “isla” madrileña, nos contaron cómo sus reivindicaciones se estrellan una y otra vez contra la ineficacia o el desinterés de unas instituciones, las españolas, que -dicen- no están a la altura del pueblo al que dicen representar. “No tenemos con qué agradecer la solidaridad de la gente, sentimos vergüenza de que un pueblo tan lindo tenga representantes así”. Y es que mientras la policía les ha llegado a regar en pleno invierno, despertar  cada dos horas durante la noche o retirar los colchones para impedir hasta el mínimo descanso, otras personas han reaccionado multiplicando su solidaridad y restituyendo aquello de lo que se les privaba.
 
ATAQUES DE LA EXTREMA IZQUIERDA
 
Pero algunos observan a estos refugiados políticos de una manera muy distinta, hasta el punto de que todas las noches alguien debe hacer la función de centinela ante las amenazas, faltas de respeto y agresiones.”Turbas comunistas nos han atacado varias veces, especialmente cuando los indignados se encontraban acampados en la Puerta del Sol, y el mayor peligro tuvo lugar el catorce de noviembre. Doscientas personas nos rodearon, insultaron –al grito de “gusanos”- y lanzaron botellas. También sufrimos el hostigamiento de funcionarios cubanos que se instalaron en un piso cercano para controlarnos”. Aquella vivienda fue desmantelada por las fuerzas de seguridad españolas; en cuanto a la agresión de las “turbas”, baste decir que nuestros entrevistados están acostumbrados a defenderse en inferioridad de condiciones y tienen los arrestos y “razones” de los cuales sus agresores, esas gallinas con camiseta del “che”, siempre han carecido.
 
Luchan para que todo un pueblo tenga derecho a opinar, para que sus compatriotas puedan crear negocios, para que cesen las tropelías  de un régimen tiránico, para que la joya más preciada del Caribe deje de ser una cárcel donde hasta los familiares de los disidentes son represaliados. Miguel Ángel vio cómo su mujer era expulsada del trabajo o a su hijo se le niega la posibilidad de estudiar una carrera universitaria. “Castro jamás perdona a los que considera traidores”. Y por supuesto, traidores son todos los que no se someten dócilmente a su dictadura socialista. En cuanto a las reivindicaciones del grupo, sólo piden que el Estado Español cumpla el convenio al que se comprometió, o de lo contrario sean enviados a un tercer país. Nunca, en ningún caso, pretenden que nadie les mantenga.
 
A la pregunta de cómo el Régimen puede sostenerse después de tantos años pese a la miseria generalizada, responden con claridad: “los culpables son la represión y la inversión de capital extranjero, que beneficia al Sistema pero no al pueblo. El Hotel “Meliá Cohiba”, por ejemplo, paga dos mil dólares por cada trabajador, pero éste sólo recibe veinte y el resto es para el Estado. El Régimen pretende mostrar al  exterior  grandes concentraciones de apoyo a Castro, cuando realmente la asistencia es obligatoria”.
 
Después de la charla, aquellos seres humanos se despidieron con afecto para volver a su rutina, la difícil rutina de la dignidad, y  -a pesar de las contrariedades- en su rostro se reflejaba el  vigor y la esperanza de un corazón que no es solamente de Cuba porque en él también late la mejor sangre española