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Diario YA


 

El deporte y la política, las multitudes y el desengaño

Fútbol vs elecciones

“La política es la historia que se está haciendo, o que se está deshaciendo” H.Bordeaux.

Miguel Massanet Bosch. Me cuesta entender como, personas hechas y derechas, empresarios, obreros, políticos y sindicalistas, cuando se sientan unos junto a los otros en un estadio de fútbol, se olvidan de todo aquello que los separa, se funden en los colores de su equipo preferido y gritan con voz estentórea, saltan como micos y se abrazan entre sí cuando se produce un acontecimiento favorable para su equipo; como, posiblemente, serían incapaces de hacer en otras circunstancia de su vida particular o laboral. Las lágrimas de aquellos que han visto la derrota de los suyos contrasta con la alegría desmesurada de los vencedores, sin que, entre los unos y los otros, exista otro lazo como no sea su fanático nexo sentimental e irrazonable respaldo a cada uno de sus respectivos conjuntos, que han competido en busca de la victoria. Los sociólogos seguramente tendrán explicaciones para esta conducta y, es probable que, también puedan sacar conclusiones que nos ilustren sobre este fenómeno de masas capaz de eliminar las diferencias de clases, en pro de un sentimiento compartido de apoyo incondicional hacia una causa que, difícilmente, podemos encontrar en otros aspectos de la vida comunitaria de la ciudadanía de un país. La Copa de Europa, disputada entre el Madrid y el Atlético de Madrid, aparte de constituir un fenómeno de masas, de ser uno de los espectáculos deportivos capaz de suscitar el apoyo mayoritario de sus respectivas aficiones y de representar un negocio fabuloso para la ciudad en el que tiene lugar el evento, en este caso Lisboa, que ha sabido aprovechar la invasión de visitantes para darles un respiro a los comerciantes, restaurantes, hoteles y agencias de turismo, de modo que todos ellos han celebrado, como maná caído del cielo, los 60 millones de euros que han recaudado a costa de sus bulliciosos y vehementes aficionados de cada uno de los equipos aspirantes al título. En todo caso, quizá porque los políticos en el caso del fútbol tengan el papel de meros aficionados, no nos queda más remedio que decantarnos a favor de los aficionados de la capital de España que, por otra parte, han tenido la oportunidad histórica de asistir al enfrentamiento entre dos equipos de la misma ciudad; para dejar constancia de un comportamiento ejemplar a cargo de las dos aficiones que, si bien han animado hasta el final a sus respectivos equipos, prestándoles todo su apoyo, han sabido mantener, en todo caso, un comportamiento deportivo ejemplar. Los seguidores del Atlético de Madrid han demostrado que saben ganar y perder, manteniendo la compostura y aplaudiendo al rival, continuando en sus localidades para la entrega de la copa al Madrid, cuando pudieran haber abandonado el campo desanimados por la victoria, en última instancia, de su tradicional adversario deportivo en la capital del Reino. Nada que ver, por supuesto, con el comportamiento de los partidos políticos en esta campaña, a cara de perro, que ha tenido lugar entre ellos con el fin de, olvidándose de la ciudadanía, de sus problemas, de la crisis que los azota y de lo que más conviene al país en orden a intentar superar las consecuencias de la crisis por la que hemos pasado y seguimos soportando, cuando en España todavía existen casi 5’8 millones de personas sin trabajo; empeñarse, por todos los medios a su alcance, sin que se hayan dado tregua y sin que hayan ahorrado epítetos, descalificaciones, insultos y toda clase de maldades, en desacreditarse mutuamente. Una campaña en la que se ha demostrado que, en esta nación, siguen vigentes los rencores entre españoles, sin que los 75 años desde que concluyera la Guerra Civil, hayan bastado para cerrar las heridas, olvidar los agravios, perdonarse mutuamente e iniciar una nueva etapa en la que, en beneficio de la paz y la convivencia, se enterraran las hachas de guerra y se recobrara el sentido común; en beneficio de la reconciliación entre los españoles, que permitiera aunar esfuerzos en pro de los intereses de toda la ciudadanía y el impulso de la economía de nuestra nación. Si los comunistas del señor Cayo Lara siguen con la fijación de convertir a la nación española en un nuevo feudo del clásico igualitarismo bolchevique, causante del mayor fracaso económico y social de lo que fue la antigua república soviética; vienen consiguiendo, sin embargo, ir avanzando a costa de las políticas desnortadas, extremistas, incapaces de presentar planes coherentes de recuperación y lastradas por los fracasos de un pasado reciente, del PSOE; tampoco nos podemos olvidar de lo que está aconteciendo en Catalunya, donde se ha pretendido convertir las votaciones para candidatos a un puesto en el Parlamento Europeo, en un referéndum en apoyo del independentismo catalán que, sin duda, va a constituir, para los meses venideros, uno de los argumentos exhibidos por el señor Mas y el señor Junqueras a favor de sus demandas nacionalistas. Es posible que los, hasta ahora, partidos mayoritarios, tengan que aceptar que sus votantes hayan disminuido y deban replantearse sus políticas, si es que pretenden que, en las ya cercanas elecciones legislativas, los que se han abstenido para mostrar su rechazo hacia los engaños electorales de unos y otros, vuelvan a otorgarles la confianza que han perdido durante los dos años transcurrido de la presente legislatura. No sabemos, aunque intuimos, cual va a ser el resultado de estas elecciones europeas donde, por otra parte, van adquiriendo cada vez mayor preponderancia los euro-escépticos y los partidos extremistas. En todo caso un tema preocupante. Como ocurre, tanto en la Gran Bretaña como en la Francia del señor Hollande, sin que nos olvidemos de Alemania (donde parece que ya van en aumento los empresarios partidarios de abandonar la CE); da la sensación de que la ciudadanía, que hace años votó por una UE capaz de formar un bloque compacto económico, financiero, social y laboral capaz de competir con ventaja con el resto de las poderosas naciones de los mercados mundiales; ha perdido la confianza, como consecuencia de la crisis que ha padecido toda Europa y de las medidas, excesivamente radicales, con las que los países ricos han impuesto a las naciones más afectados por la recesión; de modo que es muy posible que la fuerza del euro y de la UE queden debilitadas si, como es posible que suceda, los dos grandes partidos que han venido repartiéndose el poder desde que se constituyó la alianza europea, se vean obligados a compartir su hegemonía con otros partidos, no solamente los euro-escépticos, sino otras formaciones políticas, hasta ahora minoritarias, que puedan conseguir, como es el caso del partido de Le Penn, una importante representación en el Parlamento europeo. Si Europa ha demostrado su falta de sincronización y sus intereses discordantes en el caso de Ukrania, en lo que ha sido el escaso apoyo que los ucranianos han recibido de ella ante la intervención decidida de la Rusia del señor Putín; si siguen enfrentados los intereses de los países del norte con los países del sur y si, dentro de las naciones de la UE, se siguen produciendo inestabilidades con motivo de la descoordinación interna, los nacionalismos y los partidos de izquierdas, empeñados en sacar provecho de la debilidad del gobierno; y los intentos de algunas de las naciones poderosas, en una tentativa de aprovecharse del resto de países, es muy probable que esta gran alianza empiece a hacer aguas y que todo, en conjunto, acabe por ser un proyecto fracasado. O así es como, señores, desde la óptica de los ciudadanos de a pie, mucho nos tememos que, al fin y al cabo, todo acabe siendo un fracaso de la política y los políticos.

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