Principal

Diario YA


 

Hoy hemos escuchado lo que queríamos oír de Rajoy

Miguel Massanet Bosch.   Sin duda, por primera vez en esta legislatura, hemos tenido ocasión de escuchar en el Congreso lo que muchos esperábamos oírle decir al Presidente del gobierno. Seguramente, el extenso discurso que el señor Rajoy ha pronunciado en un Parlamento lleno de congresistas y senadores, que no querían perderse este trascendental evento y que, con toda probabilidad, han quedado asombrados de que, por fin, hubiese alguien que fuera capaz de dar una lección de realidad política y economía posibilista, sin concesiones a la galería y dejando claro que: el camino que piensa imprimir a nuestra nación  está perfectamente trazado y que no está dispuesto a que haya ningún partido político o sindicato que aparte al Gobierno de los objetivos que se ha marcado para cumplir con lo que se nos pide desde Europa, luchar contra la lacra del paro y poner coto de una vez a este grano purulento en el que se ha convertido el aparato del Estado y las autonomías que, a medida que España ha ido acumulando deudas, parados, destrucción de puestos de trabajo y cierres de miles de empresas; el gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero fue acumulando en una macro administración, a cientos de miles de nuevos funcionarios; la mayoría de los cuales nombrados a dedo y sin pasar por la debida oposición.

Son muchas las facetas que el señor Presidente ha tocado en su alocución y, es muy posible, que las haya que van a levantar ampollas en esta izquierda que se limita a criticar pero que, como suele ser habitual en ella,  es incapaz de hacer propuestas viables y factibles para sacarnos del agujero en el que nos ha metido. Nos hemos regocijado con los aspavientos y comentarios del señor Llamazares, en su postura habitual de criticar todo lo que hacen los demás pero que, sin embargo, no tiene una sola idea válida que ofrecer. Tampoco los bancos del primer partido de la oposición han estado muy finos, poco acostumbrados a que se les recuerde que, gracias a ellos, ahora el PP se ha visto obligado a arrinconar sus ofertas electorales de reducción de impuestos, reactivación de la actividad industrial, fomento del comercio y control de la deuda; para hacerse cargo de una nación que ha estado a punto de caer en la quiebra soberana gracias a la desconfianza, que el anterior gobierno del PSOE, con sus disparatadas políticas de gasto y despilfarro, sembró en todos aquellos inversores que desistieron de seguir comprando nuestra deuda o, si lo hicieron, ha sido a intereses altísimos y garantías costosas.
 
Hoy, en el Parlamento, se han dicho cosas muy duras que, con toda probabilidad, van a tener que soportar ácidas críticas de la izquierda española y de alguno de los partidos nacionalistas que intente pescar en aguas revueltas. Pero lo que primero nos deberíamos plantear, visto lo que se está moviendo en Europa, es la postura de las naciones que pueden echarnos una mano y lo que está sucediendo en aquellos países que, con problemas parecidos a los nuestros, han tenido que acudir al rescate total, con todas las consecuencias que ello ha comportado para sus ciudadanos. Creo que los españoles deberíamos plantearnos si, en realidad, existen otras soluciones viables que pudieran aplicarse a nuestro país, que sirvieran para que la confianza en España se fuera recuperando.
 
Todos estos que se dedican a chillar por las calles, reclamando más subvenciones, más despilfarro de los dineros del contribuyente y más  aumento de nuestra deuda pública, para poder seguir alimentando empresas que no son rentables, que están condenadas desde Europa a desaparecer antes del 2018; creen que es lo mejor en lugar de invertir estos dineros en políticas de fomento de empleo o ayuda a emprendedores dispuestos a crear nuevas empresas.
 
Es posible que el señor Rubalcaba le duela escuchar que se van a liberalizar servicios ferroviarios, portuarios y aeroportuarios o que, para las CC.AA, haya hispanobonos a cambio de un control estricto de las cuentas de los gobiernos regionales. Porque, para él, esto de recortar el gasto público, cuando es un defensor de la intervención del Estado en todos los aspectos de la economía, no es algo que pueda entender. Ni que decir tiene como habrán recibido, el señor Fernández Toxo y el señor Méndez de CC.OO y UGT, lo de que se van a reducir los liberados al mínimo estricto fijado en la ley; con la particularidad de que se les van a reducir en un 20% las subvenciones que venían recibiendo. Y ahora no se salgan con la canción de siempre de que, sin ellos, los trabajadores están perdidos, porque, señores, con 5’5 millones de parados no hicieron nada para remediarlo durante las dos anteriores legislaturas del PSOE, limitándose a embolsarse las suculentas subvenciones con las que los tenía comprados el señor Zapatero.
 
Nadie piense que Europa hubiera consentido ningún otro tipo de medidas, semejantes a las que vienen proponiendo el señor Rubalcaba y el señor Cayo Lara, que se asientan en mantener una la línea de aumento del gasto, para sostener indefinidamente el desempleo, dejar que las empresas tuvieran que cerrar por no poder despedir a parte de sus plantillas o impedir la movilidad interna o geográfica. ¿Es posible que existan todavía defensores del sistema soviético, cuando quedó evidenciado como un procedimiento arcaico y demodé, que sólo sirvió para mantener al pueblo ruso en la miseria? Si el sistema que puso en práctica el PSOE durante las dos legislaturas que estuvo en el poder, nos llevó a la situación en la que nos encontramos, es obvio que sólo cambiando de método, dando un giro de 180º y partiendo de un enfoque diametralmente distinto, es posible intentar sacar a nuestro país de la amenaza de tener que abandonar el euro y exponernos a no poder cumplir con nuestros compromisos de pago.
 
Habrá que ver cómo los sindicatos y la oposición de la izquierda se toman las nuevas disposiciones del Ejecutivo. Si, como es posible que suceda, pretenden desenterrar el hacha de guerra y se proponen llevar a España a la ruina, será conveniente que antes, nos expliquen a los españoles de qué procedimientos se van a valer para revitalizar a nuestro sistema industrial, reducir el desempleo, convencer a nuestros compadres de Europa de que, con subvenciones y sin sacrificios podemos remontar el vuelo, y de paso dar confianza a los inversores que han de comprar nuestra deuda o si, sin sacrificios, recortes, disminución del aparato del Estado y contención del gasto de nuestras autonomías, es posible que podamos salir del agujero en el que nos dejaron después de casi 8 años de gobierno.
 
He criticado, en ocasiones, esta mojigatería de las derechas a la hora de tomar decisiones. Me he lamentado de lo caro que se ha vendido el señor Rajoy a la hora de dar explicaciones a los ciudadanos; pero señores, en esta ocasión, cuando ha dado el pecho ante la cámara en la que reside la soberanía del pueblo español y lo ha hecho sin escudarse en excusas fútiles ni esquivando el reconocer que estamos en una situación muy delicada; he de admitir que, por primera vez en mucho tiempo, he sentido que España está en buenas manos y que los sacrificios que se nos exigen a los españoles, por mucho que nos  hieran las carnes, representan el buen camino hacia una futura recuperación de nuestra dolorida España. O esta es, señores, mi percepción de lo que es preciso llevar a cabo, para sacarnos de la ciénaga en la que nos metieron los socialistas.