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Diario YA


 

Ideas sobre las libertades políticas

José Escandell. 13 de diciembre. 

Hay ocasiones en las cuales la respuesta a un problema no es única. Esto sucede, en especial, en materia política. Por ejemplo, no es posible establecer qué régimen político es el mejor para cualquier caso. Las circunstancias pueden aconsejar uno u otro, o versiones mixtas de varios, de modo que lo que funciona en un lugar puede ser nocivo en otro. Lo político tiene un margen natural de indeterminación y este es uno de los fundamentos del pluralismo político.

Es correlativo de esa apertura de lo político un especial carácter problemático. Cuando las soluciones son únicas el quid está en dar con ella. Pero cuando las soluciones son varias, es necesario dar con el muestrario de ellas y, sobre todo, decidir también cuál es la mejor. El problema es saber en cada caso cuándo las cosas deben ser de una manera y cuándo no. Cuándo hay principios en juego y cuándo las circunstancias mandan y las conveniencias. Como en el juego de las siete y media, hay error en pasarse y en no llegar. En una dirección, se cae en un cierto integrismo político cuando se ensombrecen las circunstancias y se ve cuestión de principio en todo. En la dirección opuesta se tiene un cierto liberalismo, para el cual todo es circunstancia, ocasión y conveniencia y siempre hay ocasión de mantener los principios remotos. Los primeros resultan rudos, adustos y rígidos. Los segundos parecen frívolos y traicioneros.

En los últimos siglos la reivindicación de la libertad política suele consistir en la reclamación de una cierta indeterminación. La libertad se entiende casi siempre como ausencia de determinación externa. Es decir, como exigencia de que se respete un terreno de indeterminación pública, en el cual se reserve a cada uno (por lo general, los ciudadanos) la capacidad de tomar decisiones y elegir entre las varias posibilidades.

Esta forma de la libertad, siendo necesaria, porque se corresponde con la naturaleza de las cosas, es básica, pero no principal. Cabe una forma superior de libertad que, en vez de ser pasiva y negativa, es activa y propositiva. Consiste en la capacidad de los miembros de la sociedad para contribuir al bien común. Es decir, el poder de construir la sociedad.

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