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Diario YA


 

La otra crisis

Ignorancia eucarística

Jesús Asensi Vendrell.   Llegó el 15 de agosto, festividad de la Asunción de nuestra Señora, aniversario de su Primera Comunión. Aunque han pasado más de treinta años aún recuerda aquel día con cariño. Camisa blanca y pantalón corto de color azul marino, escapulario de oro, zapatos nuevos y toda la familia venida de cerca y lejos para festejar semejante acontecimiento. Las lágrimas de las abuelas al entrar en la iglesia, la consagración de rodillas y el preciado momento de recibir, bajo las especies del pan y del vino, al mismo Jesús que nació en Belén. Momentos de acción de gracias, de petición y de adoración. Alegría desbordante al salir de la iglesia, sol deslumbrante que iluminaba la plaza del pueblo y la cercanía de su padre que lo acompañó hasta el coche mientras le explicaba de nuevo la maravilla de aquel magno Sacramento. Y todos fueron a celebrarlo a la caseta, pues allí les esperaba la paella del tío Pepe.

Aquel día fue el colofón de otros más. Días de catequesis, de charlas familiares, de misas dominicales, de romerías, de clases de Religión, de bendiciones de la mesa, de momentos de oración silenciosa… Y también de días de nervios, claro está, de compras con su querida madrina, de regalos de familiares y amigos… Recuerda con cariño que, tras ese día y durante todos los que restaban del mes de agosto, estuvo acompañando a sus padres y tíos a la misa vespertina.
 
Y uno se pregunta por qué este grato recuerdo, que otras personas también tienen, no estará presente en la vida de muchos de nuestros niños. El día de su Primera Comunión fue, sobre todo, el colofón de sesiones interminables de fotos, de varias pruebas de traje, de un número exagerado de regalos, de la búsqueda de una sala de banquetes… Y también, faltaría más, de días de catequesis y, no siempre, de clases de Religión en la escuela. Y uno se pregunta por qué, tras ese gran día, nuestros hijos no volverán a pisar una iglesia hasta el día de su boda o el de su funeral. Preguntas todas que tienen respuesta clara, pues nadie puede dar a sus hijos lo que no tiene, y una solución sencilla… si nos da la real gana, por supuesto. ¿No creen?
 
Jesús Asensi Vendrell -
Profesor Universidad - Dpto. de Ciencias de la Educación