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Diario YA


 

Un terremoto, un tsunami, un accidente nuclear múltiple

Japón: ¿Dónde está Dios?

Luis Alfonso

El debate no está en la calle. Nadie se hace esta pregunta. La sociedad ha dejado de lado, por completo, a Dios y parece que nada tiene que ver con la vida diaria.

Un terremoto, un tsunami, un accidente nuclear múltiple, tres gigantescas catástrofes todas juntas que asolan al pueblo japonés y los medios de comunicación nos centramos en la caída del índice Nikkei, de la caída de las exportaciones de jamón, la seguridad de las viejas centrales nucleares ...

En el libro "Los Santos Inocentes" de Charles Peguy (Ediciones Encuentro) dice de manera muy gráfica, especialmente diseñada para hoy

"Tengo ganas, estoy tentado de ponerles la mano bajo el vientre
para sostenerlos en mi ancha mano,
como un padre que enseña a nadar a su hijo
en la corriente del río
y que está dividido entre dos sentimientos.
Pues por una parte si le sostiene siempre y si le sostiene demasiado
el niño se confiará y nunca aprenderá a nadar.
Pero por otra, si no le sostiene en el momento justo
ese niño beberá un mal trago. (...)
Tal es el Misterio de la libertad del hombre, dice Dios,
y de mi gobierno de él y de su libertad.
Si lo sostengo demasiado, ya no es libre
y si no lo sostengo lo suficiente, se cae.
Si lo sostengo demasiado, expongo su libertad
Si no lo sostengo lo suficiente, expongo su salvación:
dos bienes desde cierto punto de vista casi igualmente preciosos.
Pues esa salvación tiene un precio infinito.
Pero qué sería una salvación que no fuese libre"

Nosotros no conocemos los motivos por los que esto se ha desatado, pero una vez que sucede sí sabemos que queremos volver a mirar a quién nos da la vida, sin Él estamos solos y no entenderemos nada.

Lo acontecido en Japón, con más de 15.000 víctimas mortales, me hace desear todavía más estar cerca de quien nos da la vida, cerca de quien nos puede hacer entender que el hombre solo no puede con todo. Se puede desafiar a la naturaleza, como hacemos los hombres de hoy continuamente, pero no podemos pensar que somos nosotros los que generamos el deseo en el hombre. Un día hicimos la máquina de vapor, otro la luz, después los ordenadores y los teléfonos móviles, pero nadie puede hacer que yo quiera más a mis hijos, a mi mujer, a mis amigos o a mi trabajo. Continuamente nos damos cuenta que la última BlackBerry, el último iPad o el mejor viaje no satisfacen el deseo del hombre, siempre falta algo, siempre queda un vacío, un paso que no hemos terminado de dar. El deseo del hombre es infinito y no terminamos de aprender, de reconocer que no podemos resolverlo "todo", que siempre queda un Misterio.

Una vez que estamos metidos en la vorágine de los sucesos en Japón yo quiero, de nuevo, reconocer que las manos del hombre no bastan para salvar al mundo, que no puedo darme una pizca más de vida, ni a mí, ni a mis hijos o a mi mujer, que no soy autosuficiente.

Hoy tengo más esperanza porque reconozco una dependencia de quién me da la vida.