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Diario YA


 

Las empresas no son ONG's

La absurda fobia contra los empresarios

Miguel Massanet Bosch

En ocasiones la prensa puede emitir noticias faltas de fundamento o enfocadas de forma equivocada que, por su interés y trascendencia, son capaces de crear en la ciudadanía una idea falsa sobre determinados temas, situaciones o acontecimientos. Puedo decirles que, a través de mi trayectoria profesional, he tenido ocasión de comprobar directamente los efectos de una información tendenciosa a cerca de determinadas situaciones laborales en algunas empresas y los efectos deletéreos que, tanto para la empresa como para el personal que, supuestamente, debiera de haber salido beneficiado por ella. Quizá si alguien le preguntara al señor Campos Vidal, hoy en día un capitoste bien forrado del mundo de la comunicación y, por aquellos tiempos, un periodista del tres al cuarto, ávido de hacer méritos ante sus superiores sin importarle la verdad; sobre el impacto que tuvo uno de sus artículos ( en el que se olvidó de consultar las notas sobre lo que se le había informado desde la dirección de la empresa) que trataba sobre la situación laboral conflictiva en una empresa de Cornellá de Llobregat (Barcelona); es posible que no tuviera una explicación adecuada para justificar los efectos de su artículo y los resultados verdaderamente catastróficos para la empresa ( estábamos en tiempos de la pre transición) y sus trabajadores produjo su absurda temeridad que concluyó con el cierre y el despido de sus trabajadores ( unos 600); algo que, sin duda, se hubiera podido evitar si no se hubiera politizado la situación.

En estos días, con motivo de la anunciada reforma laboral, parece que son muchos los periodistas (algunos de ellos de primera fila) que opinan al respeto, sin que se observe en sus informaciones un conocimiento profundo, ni siquiera superficial, de lo que es en realidad el funcionamiento de una empresa. Tópicos decimonónicos, informaciones equivocadas, prejuicios personales, pretendidas posturas mogigatas y, en muchas ocasiones, el falso concepto de lo qué es una empresa, de sus fines y del riesgo que asume el empresario cuando se lanza a la aventura de invertir su patrimonio con la esperanza de que, el negocio, vaya adelante, sabedor de las dificultades con las que se va a encontrar a lo largo de su camino. Por ello, creo que no está fuera de lugar que intentemos resumir lo que es una empresa y las vicisitudes con las que va a tener que enfrentarse el empresario a lo largo de su periplo económico.

Supongamos que un emprendedor de hace 25 años tiene una idea sobre un producto que estima que puede encajar bien en los mercados. Si tiene medios encarga un estudio de mercados y de la posible competencia. Visita a los directores de bancos para intentar conseguir una línea de descuento y, una vez decidido, invierte su dinero en construir una empresa para lo cual, seguramente, precisará pedir ayuda económica o buscarse socios capitalistas. Contrata a trabajadores técnicos, oficiales y peones e inicia la producción del producto. Hasta aquí todo han sido gastos, préstamos y costes adicionales derivados de los prolegómenos necesarios para la puesta en marcha de una industria. Aceptemos que los primeros años el negocio funciona y que da beneficios que se han de destinar a amortizar los gastos de constitución, las inversiones en maquinaria y el inmueble( amortizaciones), el pago de los salarios al personal, los intereses de los créditos que haya recibido y, naturalmente, las tasas y arbitrios municipales y el impuesto de Sociedades. El resto será el beneficio neto del que ha de vivir el empresario y su familia.

Las dificultades comienzan cuando las técnicas avanzan, llega la digitalización, los ordenadores, la infomática. La competencia se aferra a las innovaciones, a las mecanizaciones y a la modernización de sus sistemas de fabricación. El empresario tiene dos opciones: la primera, seguir fabricando sin innovarse, lo cual le asegura que pronto quedará fuera del mercado o adherirse a la corriente y destinar una parte importante de los beneficios, acudir al crédito, y entramparse, si es preciso, para modernizarse y dotar a su empresa de los adelantos precisos. Lo primero con lo que se encuentra es que, una parte de su personal deberá reciclarse para ser capaz de manejar las nuevas tecnologías y, si no lo consigue, deberá contratar especialistas para que lo hagan. El personal que no pueda o no sepa adaptarse se convierte en una carga, un gravamen más para la empresa y, por supuesto, un factor más de encarecimiento del factor trabajo sobre los costes de la empresa. Con la legislación actual el despedir a los obreros que ya no son productivos, se convierte en una aventura demasiado gravosa y complicada (45 días de indemnización por año de servicio) lo que no está al alcance de muchas empresas que, cuando llega un momento de reducción de ventas o ante una competencia dura no son capaces de sobrevivir y tienen que bajar las persianas.

Si la empresa está adherida a un convenio nacional, autonómico o sectorial, sobre cuya negociación no tiene medios para influir (las patronales están siempre en manos de las grandes empresas y las multinacionales que, con frecuencia, tiene preocupaciones distintas a las de menor entidad) puede sucederles que les sea imposible cumplir con los salarios fijados en el convenio, con determinadas concesiones a los trabajadores o ciertos compromisos extrasalariales. El descolgarse de ellos es prácticamente imposible ya que los sindicatos son los primeros interesados en que se mantengan este tipo de convenios supra empresariales debido a que les es fácil controlarlos, cobran de los obreros por intervenir en ellos y evitan la dispersión de medios y personal al que les obligaría si debieran asistir a una multitud de convenios individuales de empresa.

Existe otro problema de difícil solución. Entre el personal obrero existe una parte que han ido progresando dentro de la empresa, subiendo de categoría ya sea por antigüedad ya por haber ido especializándose pero que, con el transcurso del tiempo, se quedan anclados sin ser capaces de mejorar debido a la falta de una base formativa que los sitúa en desventaja respecto a estudiantes formados en las escuelas industriales que, siendo mucho jóvenes que ellos son, no obstante, personas más preparadas, mejor formadas culturalmente y más aptas, por supuesto, para el uso de nuevas tecnologías y adelantos digitales. Si el empresario no tiene medio de renovar su personal, de importar savia nueva y de desprenderse de aquellos trabajadores que cobrando sueldos altos, con mucha antigüedad y peor dotados que tienen, en muchas ocasiones, que ser relegados a trabajos que corresponderían a personal de menos categoría.

Una empresa, por duro que pueda parecer, no es una casa de caridad ni un hospicio, se trata de un ente vivo, que debe innovar o morir en el ostracismo. El empresario que no pueda ajustar sus plantilla a las necesidades de su empresa, ni pueda innovar y contratar personal preparado, se verá abocado a la quiebra porque no podrá enfrentarse a la competencia de las otras empresas si la productividad de la suya y sus innovaciones mecánicas y técnicas no están adaptadas a los tiempos. No es posible tomarse a la ligera lo que es una empresa, juzgar a quienes las dirigen y establecer San Benitos, sólo porque existe una corriente populista a la que le gusta cebarse con el empresario sin advertir que, si no hubiera emprendedores, tampoco habría puestos de trabajo o, como algunos quisieran, serían de tipo público y todos sabemos lo que ha ocurrido en aquellas naciones donde el Estado ha querido ser empresario. La experiencia de los países de detrás del Telón de Acero fue catastrófica. O este es, señores, mi punto de vista.