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Diario YA


 

el aguijón

La caja de la basura

David Martín. 14 de marzo.

Todas las cadenas de televisión, en mayor o menor medida, han hecho mención esta semana al quinto aniversario de los trágicos atentados del 11 de marzo de 2004, que provocaron 192 muertos y miles de heridos. Reportajes, programas especiales... Cada una a su manera y unas con mayor fortuna que otras. Lo de Tele-5, poco después de iniciarse el 11-M de 2009, rozó más la desvergüenza que el sentido homenaje. Servirse de una superviviente para, en fecha tan señalada, introducirla en “La caja” para que cuente sus miedos, y mostrárselo a la audiencia es una forma muy peculiar de evocar tan fatídica fecha al tiempo que un acto oportunista y morboso. El combinado preferido cuando se trata de programar.

“La caja” es un estercolero disfrazado de terapia psicológica en el que el protagonista se sienta en una silla, protegida por cuatro pantallas gigantes de televisión a modo de paredes para simular el receptáculo, y cuenta sus penas a una voz en off que pregunta con voz monocorde. El fin declarado del invento es ayudar a quien allí se introduce a superar sus problemas, pero el real es el de servirse del sufrimiento ajeno para producir un espectáculo sensacionalista de la peor calaña. Lo mismo de siempre. En esta ocasión la primera en someterse a tan esperpéntico invento fue Maria Luisa, una de las afortunadas que salió con vida de la masacre del 11-M y que pretendía perder el miedo a hablar del atentado. Me pregunto si no habrá en este país psicólogo más competente que un programa de televisión para poner fin a la fobia. Que mal está todo y, a este paso, peor se va a poner. Una vez que la basura está en el cubo, sólo hay que removerla convenientemente para que desprenda el máximo hedor posible, y este cubo ya estaba hasta los topes. Allí, sentada en la silla, dentro de la falsa caja, estaba Maria Luisa viendo, al igual que el espectador, imágenes de su niñez, de su familia, del maldito día de autos, y oyendo relatos de otras victimas. Las lagrimas brotaban en sus ojos y el llanto desdibujaba su rostro, momentos captados con un primer plano. La teleterapia estaba funcionando. Maria Luisa quizá perdiera sus temores o a lo mejor no, pero la cadena amiga ya había tocado la yaga para llenar la pantalla de ese amarillismo barato y facilón que tanto parece gustar. Que pase el siguiente. Más penas, más lloros, más intimidades. Más basura al vertedero televisivo que parece no llenarse nunca. Sí, se va a poner peor.

Parecía difícil superar lo visto, pero como nada es imposible y cuando se trata de hacer sangre del dolor ajeno para la televisión no hay muro de carga que no se pueda derribar, se superó. Ahora era Rubén quien se acomodaba en “La caja”, un joven con problemas para relacionarse con los demás debido a las palizas que en su niñez le propinó su madre. Que al chaval le cuesta intimar con el sexo opuesto, no pasa nada. Ahí están los de “La caja” para organizarle, allí mismo y gracias a las pantallas televisivas que lo aíslan del exterior, una cita virtual en la que una chica insinuante comenzó cenando con él para terminar invitándolo al dormitorio. Pero ¿Esto qué es? ¿Qué invento es este? La caja. La caja de la basura.

Paolo Vasile, consejero delegado de Tele-5, ha declarado en más de una ocasión que su cadena no hace telebasura. Es cierto, olvidaba por un momento que aquí lo único que se emiten son experimentos sociológicos de tal importancia para el desarrollo mundial como reunir a un grupo de personas en una casa durante tres meses para observar por la mirilla catódica como se despellejan, o enviar a otros tantos a cualquier isla para saber la silueta que se le queda a uno cuando no come. Por no hablar de las entrevistas en profundidad a cualquiera de los fantoches que se pasean por las cadenas contando sus nuevos romances o el resultado de sus pruebas de paternidad. Si señor, lo que usted diga. Llámelo como lo quiera llamar, pero lo que Tele-5 emitió en la madrugada del martes al miércoles provocó nauseas a quienes consideramos que el mal de otro no admite mofa.
 

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