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Diario YA


 

Caos y debilidad

La Europa que nos vende la casta, la mediática UE, es una organización masónica, corrupta y decadente

Rafael Nieto. En más de una ocasión les he comentado que la sucesión de desgracias que le vienen ocurriendo a Europa no son casualidad, ni tampoco el resultado de la conjunción de varios planetas. Desde el preciso momento en que el Viejo Continente dio la espalda al cristianismo para echarse en brazos del relativismo moral (que es hijo del liberalismo), empezó a perder su identidad, y de paso, su capacidad para afrontar las amenazas de otras latitudes con alguna posibilidad de superarlas. Hoy, la Europa que nos vende la casta, la mediática UE, es una organización masónica, corrupta y decadente, políticamente irrelevante y económicamente caótica.

Y España, y me duele decirlo porque soy un patriota español, es un pegote dentro de esa Europa; compartimos sus problemas, sufrimos sus patologías, y nos hemos contagiado de ese virus mucho más mortífero que el ébola: el virus de la desidia colectiva, de la debilidad moral y de la corrupción de las almas. Somos el rival idóneo para que los pujantes enemigos de la civilización nos pasen por encima sin dificultad.

Pero en medio de un planeta que arde y que se enfrenta cara a cara con la realidad que algunos preveíamos hace tiempo, España, que es lo que más nos importa, tiene ante sí su propia tragedia, su particular juicio final, contemplando la amenaza de la unidad nacional del próximo 9 de noviembre, la peor y más grave de su reciente historia, como lo mira todo: con pasotismo e incredulidad. Las declaraciones políticas de siempre, el discurso liberal relativista para consumo propio, y lo que nadie quiere afrontar: que España se rompe, con visto bueno del TC o sin él, y que los enemigos de la Patria van cumpliendo sus objetivos poco a poco.

Pero, mucho más grave que el hecho indudable de que nuestros enemigos actúan (algo lógico y normal, por otra parte), es la constatación de que a la sociedad española le trae completamente sin cuidado nuestra inminente desgracia común. Según un estudio del CIS, sólo el 16% de los españoles estaría dispuesto a defender su Patria en caso de que fuese amenazada por una fuerza extranjera. Uno de los datos más dolorosos del sondeo es que Navarra, antaño cuna de españolazos a imitar, es ahora mismo probablemente la región más antiespañola, incluyendo a Cataluña y Vascongadas.

Que sólo 16 de cada 100 españoles esté dispuesto a enfrentarse a una agresión exterior, que la mitad de nuestros compatriotas sólo esté dispuesto a poner en juego su vida por su familia, que la inmensa mayoría crea que hay que recortar el presupuesto de las Fuerzas Armadas porque apenas tenemos amenazas actualmente, nos da idea de cómo es nuestra sociedad de hoy: es triste constatarlo, pero nada de lo realmente importante nos interesa. A los españoles de hoy lo que nos mueve es: el ocio, el cachondeo, pasarlo bien, y trabajar poco. Ah, bueno, sí, y la defensa de los animales y de las plantas.

Alguien pensará que dibujamos un panorama demasiado pesimista. Puede ser. Ojalá pueda decirles dentro de unos años que estaba equivocado y que no era para tanto. Pero mucho nos tememos que no, que la realidad es bastante parecida a lo que les estoy contando. España está cerca de su final, tal y como la conocemos; Europa (con la excepción del Reino Unido) es incapaz de responder a sus actuales amenazas geopolíticas, y quienes mandan en el mundo civilizado se rigen por criterios mercantilistas y egoístas. Somos pasto para la barbarie, y lo que nos toca es rezar.

¿Y sólo cabe eso, dirán algunos, la resignación y la oración? En modo alguno. Somos providencialistas, qué duda cabe, pero también hemos de ser hombres de acción. Y ante la espiral de paganismo y pereza que todo lo contamina, los católicos, en realidad todos los cristianos, tenemos el deber moral de movilizarnos para reconstruir este caos, y combatir el relativismo con la recuperación de nuestra identidad cultural, política y moral. Hemos de combatir, de momento individualmente, cada uno en su pequeño radio de acción, para formar luego grupos cada vez mayores que consigan transformar esta apestosa realidad de hoy. Casi todo está perdido, y precisamente por eso tenemos muy poco que perder.

Rafael Nieto,

director de Sencillamente Radio, en RADIO INTER

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