Beatriz Bullón. 29 de enero.

La noticia del día: treinta magistrados han estado dos días y medio reunidos para dar una sentencia en la que todos estaban de acuerdo (sólo siete formularan votos particulares). Malo que tanto acuerdo requiera tan larga discusión.

Sesudos miembros del Tribunal Supremo han estado casi tres días deliberando para resolver sobre el derecho a la objeción de conciencia a la asignatura de educación para la ciudadanía y si los RRDD de Secundaria lesionaban el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones extralimitándose del mandato de la LOE.

 Los medios de comunicación, padres, profesores, alumnos, conductores y viandantes que pasaban por la plaza de las Salesas, todos se deshacían por el esfuerzo de tanto perito en Derecho ¡Cómo luchan! ¡Que apasionadas citas de famosos autores estarán esgrimiendo! ¡Hemos vuelto a los tiempos de la Codificación! Cada persona de bien imaginaba a nuestros jurisconsultos estudiando a pan y agua, con hambre y frío, como los antiguos opositores a la Judicatura. Pero lo cierto es que han estado casi tres días deliberando y estaban todos de acuerdo, sólo siete han votado en contra.

 Estaban todos de acuerdo y han tardado tanto porque cuando las cosas requieren ser muy explicadas es porque por sí solas no se explican suficientemente. Que dificultades habrán vencido nuestros jueces para perfilar como esta asignatura debe centrarse en la educación de principios y valores constitucionales olvidando que uno de esos principios es la libertad de los padres a que sus hijos reciban la formación moral y religiosa que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Que difícil debe ser llegar a una fórmula que explica que los profesores no podrán imponer en esta materia sus criterios morales, pero el Estado sí puede imponer los suyos.

Que difícil que el poder judicial aparezca como quería el barón de Montesquieu cuando todo es política.