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Diario YA


 

el empeño de algunos para imponer su ideología sectaria y destructiva

La otra crisis: Censura progresista selectiva

Jesús Asensi Vendrell. Es de admirar; o mejor dicho, de horrorizar; el empeño de algunos para imponer su ideología sectaria y destructiva en todos los ámbitos de la sociedad. Y como de tontos no tienen un pelo, son sabedores que el camino más rápido y eficaz es introducirla de forma oficial en el sistema educativo desde los jardines de infancia a la universidad, pasando por todas las etapas educativas habidas y por haber. Y bien que lo están consiguiendo, con la aprobación de determinadas leyes estatales y autonómicas, manipulando y utilizando a su antojo los medios de comunicación, demonizando a todos aquellos que opinan o piensan diferente…

            Y así, gracias a intereses oscuros y de ese modo tan sutil y constante, la sociedad española acepta ya casi sin reparos que nuestros hijos reciban en la escuela la deformación de la “diversidad familiar y de género” que se han inventado algunos, realicen prácticas del uso del condón y de todo lo demás, lean libros que no merecen ISBN alguno y que son auténticos bodrios pornográficos, se les dispense en la farmacia la píldora abortiva “del día después” sin receta y sin conocimiento paterno, puedan mantener “relaciones sexuales legales” a partir de los trece años, naveguen “libres” sin control alguno por Internet encerrados en su habitación…

            Eso sí - obviando que han editado libros titulados “Desátame”, “Rebeldes, ni putas ni sumisas”, “Pídeme lo que quieras”, “Cincuenta sombras de Grey” o “Mi querido Zar” - han puesto el grito en el cielo, exigiendo la censura antaño franquista y la hoguera inquisitoria, a raíz de la aparición de un par de libros titulados “Cásate y sé sumisa” y “Cásate y da la vida por ella”, escritos por la periodista italiana Constanza Miriano. Y todo porque no siguen su ideología “progresista” imperante, porque se atreven a decir que uno es más feliz al dar que al recibir, que el quid de la felicidad está en “buscar servir y no ser servido” y porque tiene la osadía de decir a los jóvenes estas verdades más que experimentadas por unos y otros: “Después de que en una relación ha entrado el sexo, cambia todo: el hombre pierde la tensión de la conquista que lo hacía estar atento a los detalles, mientras que, por el contrario, la mujer, desafortunadamente, precisamente en ese momento, comienza a buscar mayores seguridades (…) Me gustaría decir que es bueno guardarse durante la espera (…) al menos por motivos simplemente humanos: cuando dos no están casados, ella se ofrece porque lo quiere retener junto a sí, él se desahoga y se aleja, entonces ella se vuelve a ofrecer aún más. Comienza la farsa de las mentiras dichas con el cuerpo y con la vida, con una vida que, en lo cotidiano, no corresponde a lo que hace el cuerpo: de la unión absoluta y total que se realiza en el amor físico se hacen eco dos vidas separadas, que no van en la misma dirección, y se comienza a mentir para mantenerse en una situación falsa (…) Para ti me gustaría una mujer inteligente, lo bastante autónoma como para saber que, con el sexo, abre su sagrario y que, aunque la televisión y el cine y los libros y los periódicos intenten convencerla de lo contrario, no es verdad que de antes o después no cambia nada, porque cambia todo. Ella acabará sufriendo si a esa apertura no le corresponde una coherencia vital. Lo hemos llamado conquista, como la el aborto, pero somos nosotras las primeras en sufrir por su causa, y en volver a encontrarnos solas”. Ahí queda eso… entre otras muchas cosas.

 

 
 

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