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Diario YA


 

La otra crisis: No es universitario todo lo que reluce

Jesús Asensi Vendrell.  Algunos dirán que la culpa es de Franco, pues la Ley General de Educación data de 1970 y, entre otras cosas, preveía dos caminos de continuidad para los discentes que cumplían catorce años: uno hacia la universidad a través del BUP y el COU, si tenían aprobado el graduado escolar, y otro hacia el mundo laboral con la formación profesional, tanto si lo tenían o como si no.

 
            Y con este plan de estudios, algunos padres no podían consentir que su prole pudiera ser confundida con aquellos que no “sacaban” el graduado. Y con estos itinerarios, muchos jovencitos que aprobaban la EGB por los pelos se negaban a realizar una FP que sólo cursaban los que no tenían ganas de estudiar y “no servían” para otra cosa que no fuera trabajar en la fábrica o en el campo.
 
            Resulta que el número de universitarios españoles ha crecido casi un 70% en los últimos veinte años y que en la actualidad son más de millón y medio los que cursan alguna carrera. Sólo en la Comunidad Valenciana la cifra se acerca a los ciento cincuenta mil, y por miles se van a contar los maestros que van a salir cada año de sus facultades de Magisterio… sin que se convoque plaza pública alguna y con vacantes puntuales en los colegios privados.
 
            Alguno dirá que la culpa es de otro, pero con la actual Ley Educativa el fracaso escolar es escandaloso. Más de un 30% de los alumnos de Secundaria no aprueban esta etapa educativa y por ello quedan fuera de nuestro sistema educativo, sin posibilidad de estudiar un módulo formativo reglado. No les queda más remedio que realizar algún cursillo en la Escuela de Artes y Oficios, acompañar a algún familiar que tenga un trabajo manual o quedarse en casa esperando a que pase esta crisis… que con esta actitud jamás pasará.
 
            Nuestro Ministro de Educación, el señor Wert, ya ha anunciado que la nueva reforma educativa tratará de prestigiar los módulos formativos, la antigua Formación Profesional, pues han de ser una salida laboral real para buena parte de nuestra juventud. No es posible negar la evidencia de las estadísticas: muchos de nuestros jóvenes no están preparados ni motivados para realizar estudios universitarios. Más aún, pues tras pasar varios años gastando un dinero que no les sobra y un tiempo que necesitarían para capacitarse en un oficio adecuado, sacarán un título universitario que no les servirá para nada. Y es que, ya con ese título bajo el brazo, tendrán que recuperar el tiempo perdido y aprender, ahora sí, aquellos oficios que ofertan puestos de trabajo.
 
            No puede ser que hoy en día, cuando por cualquier motivo se les pregunta a qué se dedican, que algunas personas tengan vergüenza de decir que son fontaneros, carpinteros, chapistas, cocineros, barrenderos, electricistas, mozos de almacén, agricultores, camioneros, herreros… como si, de ese modo, confesaran abiertamente que son personas incultas que en su día no tuvieron gana alguna de estudiar. No puede ser porque no es así, pues el prestigio de una profesión depende del cariño y dedicación que uno pone en desempeñarla con perfección y buscando servir a los demás. Y esto no solo lo pueden conseguir los titulados universitarios. ¿No creen?