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Diario YA


 

La Pasión por la Iglesia

Manuel María Bru. 16 de noviembre.

            En el día de la Iglesia Diocesana, me viene a la mente, y al corazón, una expresión que siempre me ha cautivado, y que tanto me ha ayudado musitarla en momentos difíciles. Me refiero a la expresión “Pasión por la Iglesia”. Al parecer, la expresión procede de Santa Catalina de Siena, que al morir en la primavera del 1380, con 33 años, al desmoronarse su cuerpo, dijo: “Sabed que muero de pasión por la Iglesia”. Decía el Cardenal Moreira Neves que la expresión “la pasión por la Iglesia” tiene dos sentidos: Pasión en el sentido de dejarse quemar, de arder de amor por la Iglesia concreta. Pero pasión también en el sentido de saber sufrir por la Iglesia.

“Pasión por la Iglesia”. Expresión especialmente querida por Pablo VI, para quien la Iglesia encerraba “un misterio profundo, inmenso, divino... La Iglesia es el sacramento, el signo sensible de una realidad escondida, que es la presencia de Dios entre nosotros”. Cuando Pablo VI nombró a Santa Teresa de Jesús doctora de la Iglesia, dijo que la Santa “bien pudo decir, antes de su último suspiro, como resumen de su vida: En fin, soy hija de la Iglesia. En esta expresión, presagio y gusto de la gloria de los bienaventurados para Teresa de Jesús, queremos adivinar –decía Pablo VI- la herencia espiritual por ella legada a España entera. Debemos ver asimismo una llamada dirigida a todos a hacernos eco de su voz, convirtiéndola en lema de nuestra vida para poder repetir con ella: ¡Somos hijos de la Iglesia! Teresa de Jesús sintió la Iglesia, vivió la pasión por la Iglesia como miembro del Cuerpo místico.

“Pasión por la Iglesia”. Yo aprendí esta expresión de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de Los Focolares, para quien esta pasión debía pasar al plano práctico: amar con pasión a la Iglesia entera es conocer y amar a fondo cada una de sus instituciones y carismas. Lo que el cristianismo enseña en el campo de la relación entre los individuos -amar, conocerse, hacerse uno con los otros, hasta el punto de poder comunicarse los eventuales dones que Dios nos ha dado- debe ser transferido a un plano más amplio para conocer, estimar y amar las obras de la Iglesia y suscitar o acrecentar entre todos la recíproca comunión de bienes, tanto materiales como espirituales.

En el día de la Iglesia Diocesana, yo me preguntó sino sólo tendríamos que recordarnos que debemos ser generosos con la comunión de bienes de la Iglesia diocesana, sino declararnos esta gran locura, este gran amor, que es la pasión por la Iglesia. Así, compartiremos todo lo que somos y tenemos, porque, si estamos dispuestos a dar la vida por la Iglesia, ¿qué no vamos a estar dispuestos a hacer por ella?

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