Principal

Diario YA


 

Un término que se ha manejado siempre para desturir a las religiones

La religión escusa para la violencia

 

Pepita Taboada Jaén

Los acontecimientos que acabamos de vivir recientemente, nos dejan abundante materia para la reflexión. Por una parte la beatificación del gran papa Juan Pablo II y, por otra, la muerte violenta de Bin Laden.

Se dice que las creencias religiosas del grupo terrorista Al Qaeda son peligrosas, pero realmente ¿son creencias religiosas? Nos puede dar luz, un informe del Joint Intelligence Commite realizado hace pocos años para el servicio de inteligencia británico, donde aparecen los motivos que llevan a matar a estos terroristas: “la guerra de Irak, la penuria económica, la exclusión social y el descontento con algunos líderes políticos”. No se menciona por ninguna parte la causa religiosa. Otros expertos afirman que las principales causas de la violencia tienen que ver con “etnicidad, identidad, poder, recursos, desigualdad y opresión”.

Es cierto que existen grupos terroristas que quieren imponer la ley islámica por medio de la fuerza y el terror. Son los llamados fundamentalistas que sólo aceptan una de las interpretaciones posibles del Islam, pero desoyen que el Dios del Islam es un Dios compasivo y misericordioso; un Dios que condena la violencia y prescribe el respeto al prójimo. Se podría decir, pues, que el terrorismo islamista es una corruptela del Islam.

¿Cuándo utilizan la religión? Para reclutar y convencer a suicidas que convertidos en “hombres bomba” se inmolan para combatir al enemigo.

Bin Laden ha pasado ya a la historia con un triste y pavoroso balance
Haciendo un paréntesis, quisiera dejar constancia de mi experiencia. Viví en Melilla varios años y me relacioné con toda normalidad con personas musulmanas. Éramos vecinos, jugábamos juntos, íbamos al colegio. En mi casa trabajaba Famma a la que queríamos como si fuera de la familia. En una ocasión, con motivo del cierre temporal de fronteras, nos acercábamos a las vallas para llevarle comestibles porque carecían de todo. También en cierta ocasión, un empresario musulmán muy conocido y generoso, sufragó todos los gastos ocasionados con la remodelación de una capilla en la Iglesia del Sagrado Corazón, la principal de Melilla.

Esto demuestra el respeto mutuo que existía y existe en Melilla con las distintas creencias que allí conviven. No es la religión, signo de discordia.

Volviendo al tema que nos ocupa, también el cristianismo ha sido acusado por las culpas del pasado como las Cruzadas y la Inquisición como también por los recientes comportamientos de pederastia. Nadie está a salvo de la tentación del mal, por eso Jesucristo decía a los que querían lapidar a la mujer adúltera: “El que esté sin pecado, tire la primera piedra”.

Pero la religión bien entendida no es causa de peligro ni de violencia, sino fuente de perdón y escuela de convivencia La vida del Beato Juan Pablo II así lo demostró. Presentó al mundo un Dios que condena la violencia y manda amar al prójimo como a uno mismo, incluyendo a los enemigos. Supo pedir perdón, en nombre de la Iglesia, por las posibles culpas del pasado y también perdonó a su agresor que le hirió gravemente un 13 de mayo en la Plaza de San Pedro.

Predicó hasta la saciedad que “La auténtica religión no apoya el terrorismo y la violencia, sino que busca promover de toda forma posible la unidad y la paz de la familia humana”. Que “La guerra es siempre una derrota de la humanidad”.

La familia fue también una prioridad en su pontificado. Decía: “El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”.

¿Y sobre el aborto? “Todo ser humano, desde su concepción, tiene derecho a nacer, es decir, a vivir su propia vida...” “No puede haber auténtica paz sin respeto a la vida, especialmente si. es inocente e indefensa, como es la de los niños que todavía no han nacido”.

También la vida de Juan Pablo II ha pasado ya a la historia, pero su fecundidad será recordada para siempre. El premio ya lo goza eternamente “en la Casa del Padre”.