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La República era más digna que la Monarquía

Carlos Gregorio Hernández. 11 de junio. A José Antonio Barroso, el alcalde de IU que insultó al Rey con lindezas tales como “hijo de crápula”, le ha costado su verborrea 6.480 euros. Más significativa que esta irrisoria multa es el razonamiento del juez, que trataba de justificar la benignidad del sistema vigente hacia sus críticos recordando que “el Código Penal de la II República, promulgado en 1932, también sancionaba las injurias al Jefe del Estado en su artículo 149 con pena de prisión de 6 meses y un día a ocho años y no con pena meramente pecuniaria”. Este argumento a mi juicio hace más decente a la República que a la Monarquía actual, aunque sea tan solo en este aspecto.

Durante la II República y gracias a la Ley de Defensa de la República, era delito “la apología del régimen monárquico”, inclusive el uso de “emblemas, insignias o distintivos”. La sanción en este caso y según el artículo 2 de la misma ley, que dejaba en suspenso la propia Constitución, variaba desde el confinamiento a la multa de 10.000 pesetas de entonces. Igualmente añadía la ley que los autores de estos hechos “serán suspendidos o separados de su cargo o postergados en sus respectivos escalafones”. Esta ley no era aplicada por los jueces, como es el caso presente, sino directamente por el ministro de la Gobernación.

 Antes de la llegada de la República los candidatos de esta tendencia fueron elegidos en las Cortes de la Restauración con la normalidad que permitía el sistema caciquil entonces imperante, sin ocultar su significación, pues existieron partidos republicanos de diversas tendencias que alcanzaron a sentarse en la poltrona de la Carrera de San Jerónimo y periódicos que tomaron por cabecera el republicanismo, al igual que otros enemigos de a monarquía Alfonso XIII y de la Constitución de 1876.

Los famosos sucesos de mayo, ocurridos antes de cumplirse el primer mes del nuevo régimen y que concluyeron con la quema de conventos, tuvieron como detonante la apertura del Centro Monárquico Independiente en la plaza de la Independencia, junto a la Puerta de Alcalá. Desde el interior del local se hizo sonar la Marcha Real cuyos acordes fueron interpretados como una provocación y motivaron el asalto del lugar y la violencia contra personalidades significadas con la Monarquía.

La boda en Roma de don Juan de Borbón y Battenberg ―el “crápula” al que se refirió Barroso― con María de las Mercedes tuvo escasa presencia en los medios de España por las restricciones imperantes y ello a pesar de que a la altura de 1935 la República estaba en manos de la CEDA.

La onomástica del Rey se celebró cada año recurriendo para su publicidad a subterfugios no contemplados por la ley, que incluso prohibía la alusión a la persona concreta del monarca.

Tampoco aceptaba aquella República la sátira y el humor sobre sus representantes. La revista Gracia y Justicia fue multada y suspendida por publicar un dibujo boca a bajo de Manuel Azaña cuando éste dejó de ser presidente del Gobierno, acompañado del subtítulo “Azaña invertido”, en clara alusión a los rumores sobre el personaje. Y este es un mero ejemplo de las continuas censuras que jalonaron aquella República.

¿Se imaginan una situación igual en la España de hoy? De continuo se ataca sin castigo a España y a sus símbolos. ¿Se atreverá el ministro de Interior a poner en la frontera a los que voten sí a la independencia de Cataluña en el referéndum convocado en Arenys de Munt? ¿Irán sus convocantes a la cárcel?

  

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