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Diario YA


 

¡Pero si el Consejo de Ministros condecoró a todos los miembros del Gobierno saliente!

Las cruces de los políticos y la cruz de los ciudadanos

Pedro Sáez Martínez de Ubago. Benjamín Franklin decía que “en este mundo nada hay cierto salvo la muerte y los impuestos”, mas esto no es obstáculo para considerar que Rajoy ha empezado a gobernar con mal pie al declarar que la subida del IRPF y del IBI aprobada por su gobierno es "dura y dolorosa, pero absolutamente imprescindible"  porque el déficit que encontró al llegar al gobierno es superior a lo previsto. Según el presidente del Partido Popular y del nuevo ejecutivo "No quedaba otra opción" que esta decisión "desagradable",  aunque ha intentado ser "justo y equitativo" ¿Por qué el señor Rajoy, quien ha asumido el área económica, no ha tenido la gallardía de defender esta justicia y equidad en el Parlamento y ha largado la papeleta a Cristóbal Montoro, alguien competente que ya entreveía lo que su presidente dice que ignoraba?
Decir que el déficit encontrado es superior al previsto, implica que el gobierno socialista, en el mejor de los casos ha ocultado información al gobierno entrante y, en el peor, ha mentido en lo concerniente a la situación real de la economía española. Esto conduce a cuestionar legítimamente hasta qué punto la subida del IRPF es  justa y equitativa, después de lo que se ha considerado un excepcional traspaso de poderes que concluyó el 30 de diciembre con la decisión del Consejo de Ministros de condecorar a todos los miembros del Gobierno saliente, concediendo el Collar de la Orden de Isabel la Católica al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, la Gran Cruz de dicha orden al exvicepresidente Manuel Chaves y  a los demás miembros del anterior gabinete la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III.
Si nos atenemos a los estatutos de ambas órdenes tan pródigamente dispensadas, la Orden de Isabel la Católica tiene como objetivo "premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la comunidad internacional";  y la Orden de Carlos III tiene como objetivo "recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación" ¿Qué han hecho en alguno de estos sentidos los miembros del gobierno que ha dejado España en quiebra, con cinco millones de parados, moralmente socavada e internacionalmente desprestigiada?
Por otra parte es más que discutible afirmar que tal medida es “absolutamente imprescindible” cuando el secretario general del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA), José María Mollinedo, ha asegurado tanto que los contribuyentes que cumplen con Hacienda pagan 830 euros más de lo que les corresponde para compensar la evasión fiscal de otros; como que si se redujera a la mitad la economía sumergida, lo que supondría bajar en unos 10 puntos este tipo de fraude, se recaudarían unos 38.500 millones, casi el doble de lo que recauda el Impuesto de Sociedades. A lo que ha añadido que "Es algo realmente posible", al tiempo que resaltaba la importancia de definir de nuevo las competencias para lograrlo y desplazar la lupa de investigación de los autónomos y PYMES a las grandes empresas.
Ante todas estas consideraciones, lo justo y lo equitativo sería en realidad retirar dichas condecoraciones, algo que sólo ha reivindicado el partido político Alternativa Española.
Es verdad que en los evangelios de San Marcos (VIII:34-35) y San Lucas (IX:23-24) aparece la exigencia de Jesucristo de que quien quiera ir en pos de Él debe olvidarse a sí mismo, cargar con su propia cruz y seguirle; pero, como católico, no me parece desacertado ni irreverente interpretar que las cruces aludidas deban ser honoríficas para los gobernantes y fiscales para el resto de los ciudadanos.
Ignorar a los técnicos de hacienda, no perseguir el delito y castigar el ahorro de las pequeñas economías, el trabajo de las pequeñas empresas y a los ciudadanos que viven de una nómina y suelen ser los económicamente más débiles, además de constituir una actuación inmoral, injusta y nada equitativa, contradice también lo que Mariano Rajoy ha venido denunciando en sus siete años en la oposición y borra de un plumazo lo prometido por el PP en la reciente campaña electoral. Pero, por lo visto, los ciudadanos no escarmentamos y, como ya dijo el senador republicano estadounidense William Borah: “Lo más maravilloso de la historia es la paciencia con que los hombres y mujeres se someten a las cargas innecesarias con que sus gobiernos los abruman”.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO