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Diario YA


 

No hay fronteras dentro de casa

Las redes sociales y los nuevos modelos de relaciones personales

Emma García

Cuando yo era adolescente hubiera dado cualquier cosa por tener tarifa plana para poder hablar por teléfono sin límites y sin reproches por parte de mis padres. Tenía que llamar a escondidas a mis amigas para ponernos al día de nuestras vidas, lo que recuerdo que nos llevaba largo tiempo. Para organizar los planes para el fin de semana, era necesario realizar unas cuantas llamadas y dejar muchos recados, lo que conllevaba cierta dosis de incertidumbre, pues no sabías si el mensaje habría llegado a toda la panda. Actualmente las cosas han cambiado y mucho. Paradójicamente a mi hija le da igual lo de la tarifa plana. La época del candado en el teléfono ha dado paso a la del precinto del PC. Así que, durante el curso que comienza, he decidido que de lunes a viernes la pantalla del ordenador de mi hija quinceañera va a estar encadenada para evitar que pase las horas muertas delante de ella. Ya no negociamos cuántas horas de televisión puede ver, ni qué series puede elegir, ahora acordamos cuánto tiempo puede dedicar a chatear.
En cuestión de unos pocos años, la caja tonta le ha cedido el protagonismo al ordenador personal. Con él los chavales (o nativos digitales) pueden comunicarse tanto con su círculo más íntimo como con amigos de los amigos de sus amigos. Todos pueden estar al tanto de aventuras, desventuras, novedades… La forma de relacionarse entre los jóvenes ha cambiado. La comunicación ahora requiere de otros canales, incluso de otro lenguaje. La tecnología instalada ya en nuestros hogares, hace que los vínculos personales se establezcan de modos diferentes. Ni mejor ni peor, simplemente distinto, y además más práctico, rápido y económico. Si no estás en las redes sociales, estás fuera de onda.

Pensándolo bien es mucho más interesante hablar con quien conoces, aunque sea virtualmente, que escuchar los cotilleos de los programas rosas sobre gente de dudoso mérito. Así que, como madre he de reconocer que siento cierta tranquilidad al comprobar cómo mi hija pasa de ver la televisión, y confieso que no me incomoda su participación en las redes sociales. Desde luego está claro que es necesaria una supervisión y poner unos límites, como en todo. Pero esos límites ¿son adecuados? o simplemente evidencian el miedo a lo desconocido. En esto de la tecnología nos llevan ventaja. No podemos controlarles, simplemente podemos dialogar con ellos, confiar en la educación que han recibido y en el modelo que como padres y madres les ofrecemos. Los adultos también usamos internet para relacionarnos, y aunque nos movemos por terrenos diferentes a los de nuestros hijos, del mismo modo hablamos y quedamos con conocidos y desconocidos. Por lo que la prudencia y la coherencia son principios básicos para moverse desde casa en este mundo sin fronteras.