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Diario YA


 

Protagonistas

Marianne Faithfull, la eterna musa del pop inglés

Paco Ochoa. 5 de diciembre.

Fue la novia perfecta del swingig London. Con su cabellera rubia, su mirada, mezcla perfecta de inocencia y placeres prohibidos, y la estrecha línea que la separaba del lado salvaje; la bella Marianne formaba con Mick Jagger la pareja perfecta en aquel Londres de los sesenta que cambió la cultura popular de todo el planeta. Hay que reconocer que vivió a fondo los tiempos que le tocaron y que pagó con creces los excesos en los que cayó cuando el sueño psicodélico dejó paso a la resaca y a las pesadillas. Las drogas no perdonan y la joven musa de los Rolling Stones sufrió sus consecuencias y tuvo la suficiente entereza para recuperar la ilusión y encontrarse de nuevo en la música que nunca abandonó.

Nacida en Londres en 1946, nuestra protagonista inició su carrera musical como cantante de folk  en 1964 y un año después se casó y tuvo un hijo. A partir de ahí, su obsesión eran los Rolling Stones. Ella misma lo dijo: “mi intención era conseguir a un miembro de los Rolling, así que me acosté con tres de ellos y decidí que la mejor apuesta era el cantante”. Dicho y hecho comenzó su relación con Jagger y su influencia en la música de los Stones fue creciendo. Cuentan que tuvo mucho que ver con maravillas como Simpathy for the Devil, You Can´t Allways Get What You Want o Wild Horses y que la canción definitiva fue Sister Morphine un tema que ella reclamó como propio, Richard y Jagger lo negaron y al final los tribunales dieron la razón a la ya definitivamente herida Faithfull. Después llegó la ruptura, la desesperación y las drogas, pero encontró fuerzas para seguir adelante.

Se centró en la música y en 1979, cuando nadie lo esperaba, grabó Broken English, un gran disco que le ganó el respeto de la crítica y le permitió desarrollar una carrera musical llena de colaboraciones con grandes estrellas y producciones propias que siempre consiguieron buena acogida y fieles seguidores.

En la misma línea, aparece ahora Easy Come Easy Go un doble compacto que ha sido recibido como la gran esperanza de un año, como 2008, que tampoco ha sido un  prodigio en cuanto a grandes novedades. ¿Hay para tanto? Pues depende, aquí hay excelentes versiones, grandes músicos y una interpretación ajustada que, al menos, no destroza clásicos. Para el recuerdo quedan las muy conseguidas In Germany Before The War o Many a Mile. Para el olvido, una Ooh Baby Baby en la que la buena de Marianne y el pesado de Antony se encargan de destrozar una obra maestra de Smokey Robinson, que solo encontró una versión digna en la garganta del gran Todd Rundgren.

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