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Diario YA


 

protagonista de día

Narciso Martínez Izquierdo

Javier Paredes. La Historia es maestra de la vida y a veces sus lecciones son muy duras, tanto como la que hoy nos ofrece el protagonista del día, Narciso Martínez Izquierdo, que fue el primer obispo de la diócesis de Madrid. El 18 de abril de 1886 era Domingo de Ramos, y cuando iba a entrar a la colegiata de San Isidro para celebrar la Santa Misa, un sacerdote perturbado, Cayetano Galeote Castillo le disparó tres tiros, y como consecuencia el obispo falleció al día siguiente. Pero la lección histórica de hoy corre a cargo de los dos personajes que acabamos de citar: el obispo asesinado y el sacerdote perturbado y asesino. Veamos quien era uno y otro.
 
Narciso Martínez Izquierdo fue el primer titular de la diócesis de Madrid, que fue creada en 1885. Hasta entonces Madrid pertenecía a la diócesis de Toledo. Por lo tanto la historia de la diócesis de Madrid es muy reciente; Martínez Izquierdo sólo ha tenido diez sucesores: Ciriaco Sancha y Hervás (1886-1892), José María Cos y Macho (1892-1901), Victoriano Guisasola Méndez (1902-1905), José María Salvador y Barrera (1906-1916), Prudencio Melo Alcalde (1917-1923), Leopoldo Eijo y Garay (1923-1963), Casimiro Morcillo González (1964-1971), Vicente Enrique y Tarancón (1971-1983), Ángel Suquía Goicoechea (1983-1994) y Antonio María Rouco Varela (1994-).

Narciso Martínez Izquierdo había hecho carrera eclesiástica, pues antes de ser obispo había sido canónigo de Sigüenza y arcediano de la catedral de Granada. Más importante fue su carrera política, había sido elegido diputado en 1871 y senador en 1876, cargo para el que fue reelegido en 1881. Y también dicen las semblanzas biográficas que he podido consultar que era sobrio y piadoso, pero la verdad es que lo señalan como un dato frío, y por supuesto con menos entusiasmo que lo de su carrera política. Y cuentan estos mismos relatos que en cuanto llegó a Madrid tomó una serie de medidas disciplinares para meter en cintura al clero de Madrid, y aunque eso dicen las semblanzas para dejar claro lo expeditivo de su decisión, yo quiero pensar que lo de la necesidad de encarrilarse sólo debía afectar a una parte del clero.

El segundo personaje es el sacerdote Cayetano Galeote Castillo, que fue apresado al momento, encarcelado y sometido a juicio. De la lectura de la causa podemos saber que Cayetano pertenecía a una familia, de la que varios de sus hermanos padecían trastornos mentales. Él mismo fue diagnosticado como demente y pasó de la cárcel al manicomio de Ciempozuelos, donde falleció. Y por el testimonio de varios familiares y conocidos suyos, sabemos que desde pequeño había dado muestras de un carácter extraño e irascible, a pesar de lo cual fue ordenado sacerdote. Que vivía en Madrid, en con compañía de Tránsito Durda y Cortés de 33 años, natural de Marbella, con la que vivía amancebado. Que se sentía maltratado en la iglesia donde habitualmente decía misa por el rector, un tal Vizcaíno y que había acudido al obispo sin obtener respuesta, por lo que había decido atentar contra su vida. Estas fueron sus palabras durante el juicio: "Porque ya el Sr. Vizcaíno no tenía nada que ver ni era responsable de nada. El responsable era el superior, porque en sus manos estaba el asunto de mi honra... Me trató como a un perro...Yo quería ser atendido".

Sin duda Cayetano Galeote Castillo era un juguete roto y abandonado por mucha gente. Probablemente por sus propios padres, que demasiado tenían con atender a los otros hijos deficientes mentales. Quizás también por los superiores del seminario, que no acertaron a ver que Cayetano no reunía las condiciones mínimas para ser sacerdote. Pero sin duda quien tenía una clara responsabilidad sobre el cuidado de este sacerdote era su obispo, el de la carrera eclesiástica y política, el obispo diputado y senador. Y es que la diabólica secularización de la salvación ha empujado y empuja  a los pastores por caminos descarriados, donde la fe y la caridad están ausentes, porque se han equivocado de esperanza: los pastores donde deben conducir a su rebaño es a los pastos verdaderos, en los que se encuentra la verdadera y única esperanza cristiana, el Cielo, y no a la conquista de ningún paraíso terrenal, sea éste del signo que sea.