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Diario YA


 

No aprendemos


Miguel Ángel Guijarro. 3 de octubre.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, el problema surge cuando los animales se mezclan con las personas y parece que en el mundo del fútbol, hay demasiado animal. No aprendemos. Ya ni siquiera la muerte de un niño sirve como freno de mano ante esta locura y cada vez más, vemos en los estadios de nuestro país, imágenes que creíamos desterradas. Aún recuerdo no hace muchos meses al padre de Guillermo Alfonso Lazcano explicando en una entrevista la ilusión que tenía su hijo aquel 15 de marzo de 1992 cuando acudió por primera vez al viejo y desaparecido Estadio de la Carretera de Sarriá a ver un partido de fútbol. Recuerdo como nos contó los días previos, cómo se acercaron a las taquillas a por las entradas, como se preparó toda la familia para ir al campo. Aquella tarde, una bengala lanzada desde la grada se incrustó en su pecho y le rasgó la vida a la edad de 13 años. Su hermano no ha vuelto a pisar un campo de fútbol y la vida de aquella familia jamás ha sido la misma. Pero no aprendemos. Hace años comprobamos como impunemente un aficionado lanzaba bengalas en una grada del Ruiz de Lopera y el sábado pasado nos indignamos al ver esas bengalas, las mismas cargadas de muerte, rozando los cuerpos de los aficionados del Espanyol.

No es cuestión de acusar a unos o a otros. Esos aficionados del Barcelona –si actúan así poco tienen de aficionados- no merecen pisar un campo de fútbol nunca más. Pero también tiene culpa quién permite que accedan al estadio con bengalas. Todos son culpables. Si se sabe quiénes son, si se sabe a qué hora iban a quedar, ¿por qué no se para? Por favor, no esperemos a que otro Guillermo Alfonso Lázaro, que ahora tendría 29 años, caiga en la grada porque ese podemos ser cualquiera de nosotros, cualquiera de los nuestros. Si queremos salvar el fútbol ayudémosle ‘aislando’ a estos animales (que me perdonen los animales) durante los partidos. Que los jueces salven vidas. Permitamos que los niños puedan seguir acudiendo al campo con sus padres y hermanos y a ser posible, a unas horas en las que puedan disfrutar sin dormirse en la grada, o lo que es lo mismo, dejen de poner los partidos tan tarde porque a este paso las nuevas generaciones no sabrán lo que es un campo de fútbol.

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