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Diario YA


 

Sobre los inadaptados cosiales

Nuestro Príncipe de Asturias rodeado por Daniel Ortega, Hugo Chávez o Mahmud Ahmadineyad

La Lupa del YA. Hace meses, hablando de fenómenos como la influencia que en Benedicto XVI tuvo el mayo del 68, de los entonces incipientes cambios que hoy siguen produciéndose en África del norte y algunos países árabes o de las pautas seguidas en la transición española, un amigo llamó mi atención sobre un autor marxista italiano del siglo pasado llamado Antonio Gramsci. Y, en este tiempo y cada vez con más terror, no he dejado de intentar ir conociendo un poco la obra e ideas de este autor cuyos Cuadernos de la Cárcel, escritos durante el periodo de prisión que vivió en tiempos de Mussolini me parece que tienen más vigencia de la que podría pensarse en alguien a quien ya no se nombra, aunque dudo si se ignora o premeditadamente se solapa. A la luz de este autor cabría explicarse e incluso entrelazar muchos movimientos de protesta o inadaptados del último medio siglo de la historia del mundo, desde el “hipismo” americano hasta esta denominada “primavera árabe” y quién sabe si también los actuales “indignados”.
El concepto de inadaptación, debido en parte a la pluralidad de sus causas, resulta bastante ambiguo y puede aplicarse tanto a situaciones sicológicas de introvertidos patológicos como a colectivos antisociales que, bajo algún dirigismo, actúan enfrentándose a la sociedad y llegan a constituir en grupos asociales de un activismo nada espontáneo ni pasajero que se metamorfosea permanentemente y busca su integración en nuevos grupos más o menos organizados e incluso “institucionalizados” con el fin de alterar y subvertir con su actividad asocial la normal convivencia ciudadana.
Desde este prisma, el concepto gramsciano de “intelectual colectivo” -una mente discurriendo a través de mil cerebros en la que todos trabajarían conjuntamente para crear, no sólo una alternativa de gobierno, sino una nueva cultura nacional-popular sobre la que fundar un nuevo Estado- no estaría basada en las grandes innovaciones filosóficas de los intelectuales encerrados en sus torres de marfil, sino que surgiría de la cultura popular y de las manifestaciones creativas del pueblo y sus percepciones espontáneas y escasamente elaboradas, donde mercenarios intelectuales serían los encargados de ayudar a las masas a trascender el sentido común mediante el establecimiento de un diálogo mutuo en el que los intelectuales aportarían métodos y esquemas de pensamiento y las masas proporcionarían sus sentimientos y formas de conocimiento esenciales.
Así, por ejemplo, Jerry Rubin, fundador del movimiento internacional de la juventud Hippy, establecía cuatro mandamientos fundamentales de comportamiento: 1) Hacer todo lo que está prohibido; 2) Ultrajar a América hasta que la burguesía se muera de apoplejía; 3) Convertir las universidades americanas en campos de desnudismo; y 4) Encontrar nuevos modos de vivir en comunidad y educar a los hijos. Este programa amoral contenía dos cláusulas: llevar el pelo largo y atacar a las ideologías de derechas e izquierdas. Algo de esto se metamorfosearía, como ya se ha apuntado, para pasar al viejo continente en la forma de los “teddy boys” ingleses o los aparentemente opuestos movimientos punk y skinhead.
Sobre esta inadaptación y su fenomenología y manifestaciones versa la obra editada en 1982 “Peligrosidad social y delincuencia”, de Antonio Sabater Tomás, a la sazón magistrado del Juzgado de Peligrosidad y Rehabilitación Social de Barcelona, de la que entresaco Los siguientes fragmentos: “El deseo de dar la nota con vestimentas fuera de lo común como repudio de las normas sociales; juegos infantiles que derivan en daños a las cosas; actos vandálicos intencionados; grupos y bandas que se dedican a imponer la ley por la fuerza en salas de fiestas, romper bombillas y cristales o maltratar personas… El mayor peligro de este alboroto callejero radica en que entre los jóvenes se introducen delincuentes que encuentran una magnífica ocasión para llegar a la comisión de actos delictivos, pues quedan disimulados en la masa y difícilmente se les puede identificar y detener”; o bien “La causa de esta tendencia o predisposición es el complejo de caracteres hereditarios e individuales adquiridos, que hacen de un individuo con inteligencia lúcida un auténtico peligro social. Pero esto nos es ya exclusivo de las capas más inferiores de la clase social, sino que, como se constata por los hechos que ocurren a diario, se dan en todos los estratos sociales, especialmente en las satisfechas gentes de la burguesía”.
 Aunque implique arrojarse de lleno al vacío de la especulación, quizá, a la luz de Gramsci, no sea tan disparatado vincular lo anterior, ni pensar en las bandas latinas o de la Europa oriental que nos azotan con el narcotráfico y la prostitución, ni en la violencia ejercida desde la proetarra “kaleborroka”, ni en los atentados anticatólicos protagonizados este verano por los indignados del 15 M (cuyo apoyo han reivindicado en la última campaña electoral grupos políticos de origen marxista, como marxista se dice la ETA) el continuo asesinato de cristianos en Asia y África y otros de los muchos fenómenos y manifestaciones que, a lo largo y ancho de los cinco continentes, alteran cotidianamente nuestra convivencia.
Sinceramente haber visto en Guatemala a nuestro Príncipe de Asturias rodeado por Daniel Ortega, Hugo Chávez o  Mahmud Ahmadineyad, me ha dado no poco en qué pensar… Pero,si veo brujas donde quizá no las haya, les ruego que me perdonen la osadía de importunarles compartiendo alguna de mis pesadillas con ustedes.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO